HISTORIA DEL ANARQUISMO EN ESPAÑA

Los sucesos de Casas Viejas o masacre de Casas Viejas.

sucesos-de-casas-viejasLos sucesos de Casas Viejas, también denominados masacre de Casas Viejas, es el nombre con el que han pasado a la historia los episodios que tuvieron lugar entre el 10 y el 12 de enero de 1933 en la pequeña localidad de Casas Viejas, en la provincia de Cádiz, y que constituyen uno de los hechos más trágicos de la Segunda República Española. Abrió una enorme crisis política en el primer bienio de la República y fue el inicio de la pérdida de apoyos políticos y sociales que conduciría meses después a la caída del gobierno republicano-socialista de Manuel Azaña.1

Antecedentes: la insurrección anarquista de enero de 1933

En un Pleno de Regionales de la CNT, celebrado el 1 de diciembre de 1932 en Madrid, el sindicato de ferroviarios solicitó el apoyo para declarar una huelga general en la que se reclamarían aumentos salariales. Al final, los ferroviarios se echaron atrás porque más de la mitad de sus secciones sindicales pensaban que la huelga resultaría un fracaso, pero el Comité de Defensa Regional de Cataluña retomó la idea a propuesta de Joan García Oliver, dispuesto a poner en práctica la “gimnasia revolucionaria”, que consistiría en una “acción insurreccional” que impidiera la consolidación de la “República Burguesa”. La fecha elegida fue el 8 de enero de 1933.2

La insurrección no tuvo un seguimiento muy amplio. El Ejército y la Guardia Civil tomaron posiciones estratégicas en los lugares donde se preveían desórdenes y los dirigentes sindicales fueron detenidos. En algunas barriadas de Barcelona hubo choques entre anarquistas y fuerzas de orden público. Hubo huelgas, incidentes con explosivos y proclamaciones del comunismo libertario en algunas poblaciones de Aragón, como Robres y Bellver de Cinca, y la Región de Valencia, como Bugarra, Ribarroja, Bétera, Xeresa (en la que murieron 4 personas), Benaguacil, Utiel y Pedralba.3 En esta última localidad murieron un guardia civil y un guardia de asalto durante la insurrección; cuando la Guardia Civil restableció el orden, causó la muerte de diez paisanos.4

El Comité Nacional de CNT, que no había convocado la huelga, declaró el 10 de enero que la insurrección había sido “de pura significancia anarquista sin que para nada haya intervenido en ellos el organismo federal”, aunque no la condenaban, como tampoco lo hacía el órgano confederal Solidaridad Obrera, para cumplir “con un deber de solidaridad y de conciencia”. Pero no era esa su revolución que se hará “con garantías”, “a la luz del día”.5

El diario oficial de la CNT en Madrid, que el día 9 de enero había escrito en su editorial “esa no es nuestra revolución”, dos días después afirmaba “Ni vencidos ni humillados” y responsabilizaba de la insurrección a “la política represiva… sectaria de los socialistas que detentan el poder y usan de él contra los intereses de los trabajadores”. Las revueltas “existen y aumentarán por razones de injusticia bien patentes”. Por eso, “vencida una insurrección surge otra, resuelta una huelga, otra se produce; apaciguado un motín, estalla otro mayor”.6

Mucho tiempo después, en “El eco de los pasos” (1978), Juan García Oliver exageró[cita requerida] el alcance de la insurrección anarquista de enero de 1933, de la que se consideraba máximo instigador, al calificarla como “una de las batallas más serias entre los libertarios y el Estado español… que determinó que los partidos republicanos y el Partido Socialista perdieran su influencia sobre la mayoría de los españoles6

Los sucesos

de-cadiz_14042009_018_a_1650022Una de las provincias donde se produjeron disturbios protagonizados por comités anarquistas locales fue la provincia de Cádiz. El 10 de enero de 1933, el gobierno decidió enviar allí a una compañía de guardias de asalto al mando del capitán Manuel Rojas Feijespán. Cuando el día 11 llegaron a Jerez de la Frontera, fueron informados de que la línea telefónica había sido cortada en Casas Viejas, una población de unos 2000 habitantes cercana a Medina Sidonia y que actualmente es parte del municipio de Benalup-Casas Viejas.5

En la noche del 10 de enero y en la madrugada del 11, un grupo de campesinos afiliados a la CNT habían iniciado una insurrección en Casas Viejas. Por la mañana rodearon, armados con escopetas y algunas pistolas, el cuartel de la Guardia Civil, donde se encontraban tres guardias y un sargento. Se produjo un intercambio de disparos y el sargento y un guardia resultaron gravemente heridos (el primero moriría al día siguiente; el segundo dos días después).7

A las dos de la tarde del 11 de enero, un grupo de doce guardias civiles al mando del sargento Anarte llegaron a Casas Viejas, liberaron a los compañeros que quedaban en el cuartel y ocuparon el pueblo. Temiendo las represalias, muchos vecinos huyeron y otros se encerraron en sus casas. Tres horas después llegó un nuevo grupo de fuerzas de orden público al mando del teniente Gregorio Fernández Artal8 compuesto por cuatro guardias civiles y doce guardias de asalto. Inmediatamente comenzaron a detener a los presuntos responsables de ataque al cuartel de la Guardia Civil, dos de los cuales, después de ser golpeados, acusaron a dos hijos y al yerno de Francisco Cruz Gutiérrez, apodado “Seisdedos”, un carbonero de setenta y dos años que acudía de vez en cuando a la sede del sindicato de la CNT, y que se habían refugiado en su casa, una choza de barro y piedra. Al intentar forzar la puerta de la casa de “Seisdedos”, los de dentro empezaron a disparar y un guardia de asalto cayó muerto en la entrada (en algunas versiones se dijo que el guardia fue retenido como rehén y murió después)9 y otro resultó herido. A las diez de la noche, empezó el asalto a la choza sin éxito. Pasada la medianoche, llegó a Casas Viejas una unidad compuesta de cuarenta (o noventa según otras fuentes) guardias de asalto, al mando del capitán Rojas, que había recibido la orden del Director General de Seguridad en Madrid, Arturo Menéndez, para que se trasladara desde Jerez y acabara con la insurrección, abriendo fuego “sin piedad contra todos los que dispararan contra las tropas”.10

El capitán Rojas dio orden de disparar con rifles y ametralladoras hacia la choza y después ordenó que la incendiaran. Dos de sus ocupantes, un hombre y una mujer, fueron acribillados cuando salieron huyendo del fuego. Seis personas quedaron calcinadas dentro de la choza (probablemente ya habían muerto acribilladas cuando se inició el incendio), entre ellos “Seisdedos”, sus dos hijos, su yerno y su nuera. La única superviviente fue la nieta de “Seisdedos”, María Silva Cruz, conocida como “la Libertaria”, que logró salvar la vida al salir con un niño en brazos.10

Hacia las cuatro de la madrugada del día 12, Rojas y sus hombres se retiraron a la fonda donde habían instalado el cuartel general. Allí fue tomando cuerpo la idea de realizar un escarmiento. El capitán Rojas envió un telegrama al director general de Seguridad con el siguiente texto: “Dos muertos. El resto de los revolucionarios atrapados en las llamas”. Rojas ordenó a tres patrullas que detuvieran a los militantes más destacados, dándoles instrucciones para que dispararan ante cualquier mínima resistencia. Mataron al anciano Antonio Barberán Castellar, de setenta y cuatro años, cuando volvió a cerrar su puerta tras la llamada de los guardias y gritó “¡No disparéis! ¡Yo no soy anarquista!”. Detuvieron a doce personas y las condujeron esposadas a la choza calcinada de “Seisdedos”. Les mostraron el cadáver del guardia de asalto muerto y a continuación el capitán Rojas y los guardias los asesinaron a sangre fría.11 En la declaración del capitán Rojas a la Comisión Parlamentaria de investigación de los hechos dijo:

«Como la situación era muy grave, yo estaba completamente nervioso y las órdenes que tenía eran muy severas, advertí que uno de los prisioneros miró al guardia que estaba en la puerta y le dijo a otro una cosa, y me miró de una forma…, que, en total no me pude contener de la insolencia, le disparé e inmediatamente dispararon todos y cayeron los que estaban allí mirando al guardia que estaba quemado. Y luego hicimos lo mismo con los otros que no habían bajado a ver el guardia muerto que me parece que eran otros dos. Así cumplía lo que me habían mandado y defendía a España de la anarquía que se estaba levantando en todos lados de la República»12

“Poco después abandonaron el pueblo. La masacre había concluido. Diecinueve hombres, dos mujeres y un niño murieron. Tres guardias corrieron la misma suerte. La verdad de los hechos tardó en conocerse, porque las primeras versiones situaban a todos los campesinos muertos en el asalto a la choza de “Seisdedos”, pero la Segunda República ya tenía su tragedia”.13

aldeaUn testigo presencial, guardia de Asalto, escribió jornadas después de los asesinatos que «allí estuvimos hasta el final de la toma, que fue a las cuatro y cinco de la madrugada que se sintieron los últimos tiros».14

“De otras actuaciones de las tropas, según las últimas investigaciones y aclaraciones de lo sucedido, resultaron muertas dos personas más: Rafael Mateos Vela, por bala, y Joaquina Fernández, que recibió una brutal paliza de la que se derivó su muerte. En total veintiséis personas muertas o veintiocho si se consideran otras dos aquejadas de infarto a consecuencia de la tragedia que vivieron esos días, Vicenta Pérez Monroy, madre de los Pavones, que sí habían participado. Fueron encarcelados y a los pocos días su madre murió de infarto; el otro era Manuel Cruz Montiano, abuelo de algunos fusilados, también de infarto”.13

Las consecuencias

Conocidos los hechos en el resto de España, se produjo un gran escándalo periodístico y parlamentario que conmocionó a la sociedad española. Los sucesos de Casas Viejas se convirtieron en un grave problema político para el gobierno republicano-socialista de Manuel Azaña, que tuvo que aguantar el acoso tanto desde la izquierda como desde la derecha, que en las Cortes presentaron diversas interpelaciones (Diego Martínez Barrio, del Partido Republicano Radical, denominó al gobierno de Azaña de “barro, sangre y lágrimas”). El Gobierno eludió responsabilidades. Manuel Azaña dijo el 2 de febrero en su intervención ante la Cámara:13

No se encontrará un atisbo de responsabilidad en el gobierno. En Casas Viejas no ha ocurrido, que sepamos, sino lo que tenía que ocurrir. Se produce un alzamiento en Casas Viejas, con el emblema que han llevado al cerebro de la clase trabajadora española de los pueblos sin instrucción y sin trabajo, con el emblema del comunismo libertario, y se levantan unas docenas de hombres enarbolando esa bandera del comunismo libertario, y se hacen fuertes, y agreden a la Guardia Civil, y causan víctimas a la Guardia Civil. ¿Qué iba a hacer el Gobierno?

Ante una nueva interpelación parlamentaria, volvió a eludir sus responsabilidades:13

Nosotros, este Gobierno, cualquier Gobierno, ¿hemos sembrado en España el anarquismo? ¿Hemos fundado nosotros la FAI? ¿Hemos amparado de alguna manera los manejos de los agitadores que van sembrando por los pueblos este lema del comunismo libertario?

Por 173 votos a favor y 130 en contra, las Cortes aprobaron la creación de una Comisión de investigación sobre los sucesos el 24 de febrero, formada por Juan Puig Ferrater, Manuel Muñoz Martínez, Mariano Ruiz Funes, Gabriel Franco, Joaquín Poza Juncal, Fernando González Uña, Luis Jiménez de Asúa, Miguel García Bravo-Ferrer, Antonio Lara, Juan Botella y Cándido Casanueva. El 15 de marzo, la Comisión elaboró un informe definitivo en el que reconoce la existencia de los fusilamientos pero exculpa al Gobierno. «Acusado de complicidad en una represión desmedida -circuló la falsa noticia de una orden de Azaña a los guardias: ni heridos, ni prisioneros, tiros a la barriga– el Gabinete pudo superar la investigación parlamentaria y dos mociones de confianza en las Cortes, pero ello no impidió que se viera salpicado por un escándalo que, a medio plazo, le sería enormemente perjudicial».15

El director general de Seguridad, comandante Arturo Menéndez, fue destituido, ocupando dicha dirección Manuel Andrés Casaus (que murió en San Sebastián en 1934, víctima de un atentado). Arturo Menéndez fue detenido en la noche del 19 de julio de 1936 por los militares sublevados en el tren Barcelona-Madrid, estación de Calatayud. Fue trasladado a Pamplona y fusilado.16

lv_19330108_lv_fotos_d_54358721086-992x558lavanguardia-webLa CNT lanzó una campaña contra la “política dictatorial y los políticos facciosos”, en la que exigía la liberación de presos, la apertura de sindicatos, la libertad de reunión y la libertad de prensa, así como la derogación de las leyes “antiobreras” del 8 de abril de 1932, de Defensa de la República y los Jurados Mixtos. El periódico de la CNT describió los hechos como «una razzia de mercenarios de la Legión en un aduar rifeño«. La movilización culminó con la convocatoria de una huelga general los días 9 y 10 de mayo de 1933, “advertencia expresiva para los gobernantes que rivalizan en despotismo con las dictaduras fascistas”.16

El capitán Rojas fue juzgado en mayo de 1934 en Cádiz y condenado a 21 años de reclusión por 14 homicidios. En julio de 1934, 26 campesinos de Casas Viejas fueron juzgados por los delitos de posesión de armas de guerra y ejecución de actos contra las fuerzas armadas. Diez fueron absueltos y, de los restantes, uno condenado a 6 años de prisión, cuatro a 5 años, dos a 3 años, seis a 2 años y tres a 1 año.

La “leyenda negra” de la República

Las primeras dudas sobre la versión oficial (que todas las muertes se habían producido en el asalto a la casa de “Seisdedos”) aparecieron en una crónica del escritor Ramón J. Sender y el periodista Eduardo de Guzmán que habían ido a Casas Viejas y que fue publicada por el periódico La Tierra. Al año siguiente, Ramón J. Sender publicó un libro con el título “Viaje a la aldea del crimen”, en el que reconstruyó los hechos a partir de las declaraciones hechas por los campesinos a los investigadores parlamentarios.17

El intento de exculpación del capitán Rojas, apoyado por el capitán Bartolomé Barba Hernández, de que había actuado siguiendo órdenes directas de Manuel Azaña que le habría dicho “Ni heridos ni prisioneros. Los tiros, a la barriga”, una acusación que tanto la investigación parlamentaria como la judicial consideraron absolutamente falsa, fue utilizada por los medios y los partidos de derecha para desgastar al gobierno y desprestigiar a la República, convirtiéndose en un elemento clave de la “leyenda negra” que fueron inventando sobre ella y que los vencedores en la guerra civil española no se cansarán de repetir.18

La acusación la lanzó el capitán Rojas cuando los periodistas descubrieron que había mandado fusilar a los prisioneros. El capitán Rojas alegó que en una entrevista que había mantenido a solas con el director general de Seguridad, Arturo Menéndez, éste le dijo que no hiciera prisioneros. También alegó que cuando estaba en la cárcel recibió la visita de un ayudante de Azaña, el coronel Hernández Saravia, que le ofreció un millón de pesetas si se callaba. Tampoco había testigos que pudieran corroborarlo. En los careos que mantuvieron tanto Menéndez como Hernández Saravia con Rojas, estos negaron las acusaciones, y Menéndez afirmó que cualquier oficial de policía tenía derecho a pedir una copia por escrito de las órdenes si consideraba que éstas infringían la ley. Rojas no dio ninguna explicación sobre este punto.19

El capitán Barba Hernández aseguró en el juicio que uno de los ayudantes de Azaña le había dicho, de nuevo sin que hubiera ningún testigo, la frase “los tiros a la barriga”. Para el tribunal quedó claro que Rojas y Barba mentían para apoyarse el uno al otro.19 Lo mismo concluyó el informe final de las Cortes diciendo que “no hay pruebas que permitan la insinuación de que la policía actuó en la represión de acuerdo con órdenes dadas por los miembros del Gobierno20

El capitán Rojas fue liberado de la prisión tras la sublevación militar de julio de 1936, fue admitido en el ejército rebelde con el grado de capitán de artillería y participó en la represión en Granada.16

El capitán Bartolomé Barba tampoco fue creído por el tribunal que revisó el proceso a Rojas en 1935 y que confirmó la sentencia. El capitán Barba había sido delegado gubernativo en la Dictadura de Primo de Rivera y en 1936 fue uno de los fundadores de la organización derechista UME (Unión Militar Española), que participó en la sublevación militar de julio de 1936.21 Fue uno de los oficiales que dirigió la represión en Zaragoza durante las primeras semanas de la guerra civil.19 Durante el Dictadura del general Franco ocupó el cargo de gobernador civil.21

El general Cabanellas, director general de la Guardia Civil durante los sucesos de Casas Viejas, mantuvo en el juicio una actitud ambigua que ponía en cuestión la actuación del gobierno. Fue uno de los generales implicados en el golpe de estado militar de julio de 1936 y presidió la Junta de Defensa Nacional que se hizo cargo inicialmente del poder en la zona sublevada.21

El sumario del segundo juicio de junio de 1935, en el que Azaña llegó a tener un careo con Bartolomé Barba, desapareció de los archivos de la Audiencia.22 En 2008, el periodista e investigador Tano Ramos consiguió localizar una copia en casa de una hija del abogado López Gálvez, encargado de la acusación particular contra Rojas. En esa documentación, que recoge todas las declaraciones de los testigos ante el juez, más allá de la transcripción de lo sucedido en los juicios, Azaña advirtía que las órdenes eran las mismas para todo el territorio nacional, y que solo Rojas había actuado de esa manera, a pesar de que la revuelta tuvo otros focos.22

Memoria histórica

campua_05El 1998 el pleno del ayuntamiento de Benalup decide cambiar la denominación del pueblo de «Benalup de Sidonia» a «Benalup Casas-Viejas», que desde el suceso se había perdido23 .

En el año 2006, el Ayuntamiento de Benalup propuso vender el solar donde ocurrieron los sucesos a una constructora para que edificara un hotel de lujo, contra lo cual recibió la disconformidad de numerosos vecinos de la región y el sindicato CNT. Este hotel iba a tomar el nombre de La Libertaria (nieta de Seisdedos), pero, tras las noticias del descontento de los benalupenses, pasaron a llamarle Utopía.24

Por una Resolución del 27 de julio de 2009, de la Dirección General de Bienes Culturales, publicada en Boletín Oficial de la Junta de Andalucía (BOJA) el 21 de agosto de 2009, se incoó el procedimiento para la inscripción en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, como Bien de Interés Cultural, con la tipología de Sitio Histórico, del Lugar de los sucesos de Casas Viejas, en Benalup-Casas Viejas (Cádiz). Esto se justificaba en el texto de la resolución de la siguiente forma:25

En el marco del proceso de recuperación de la Memoria Histórica, con la inscripción de este Sitio Histórico se pretende preservar el escenario en el que se desarrollaron los Sucesos de Casas Viejas como un lugar de memoria, es decir, un espacio simbólico y físico vinculado a esos hechos. La inscripción significa el reconocimiento institucional y cultural de un acontecimiento histórico que expresa valores identitarios de un pueblo y viene a reparar la dignidad de las víctimas, recobrando la memoria dolorosamente silenciada durante décadas de dictadura.

En 2015 se inauguró un «Espacio Conmemorativo» para la memoria de Los Sucesos.26

Bibliografía

  • Casanova, Julián (1997). De la calle al frente. El anarcosindicalismo en España (1931-1936). Barcelona: Crítica. ISBN 84-7423-836-6.
  • Luengo Camacho, José; Antequera, Juan José (introd. y notas): Informe inédito de Casas Viejas. Testimonio de un guardia de Asalto acerca de los sucesos que cambiaron la Historia de España; Sevilla, Facediciones, 2008. 2ª ed. 2010.
  • Mintz, Jerome R. (2006). Los anarquistas de Casas Viejas. (The Anarchists of Casas Viejas, Chicago, 1982). Cádiz: Diputación de Cádiz. ISBN 978-84-96583030.
  • Mintz, Jerome R. (1982). The Anarchists of Casas Viejas (en inglés). Chicago: Chicago University.
  • Sender, Ramón J., Viaje a la aldea del crimen, 1933
  • Ramos, Tano (2012). El caso Casas Viejas: Crónica de una insidia (1933-1936). Barcelona: Tusquets. ISBN 978-84-83833919.

Filmografía

En 1983, el cineasta José Luis López Del Río trasladó los hechos a la pantalla en la película Casas viejas.27

Referencias

  1. La matanza que hundió a Azaña
  2. Casanova, Julián (1997). De la calle al frente. El anarcosindicalismo en España (1931-1936). Barcelona: Crítica. p. 108. ISBN 84-7423-836-6.
  3. Casanova, Julián (1997). Ibid. p. 109.
  4. Ballbé, Manuel (1983). Orden público y militarismo en la España constitucional (1812-1983). Madrid: Alianza Editorial. p. 357. ISBN 84-206-2378-4.
  5. a b Casanova, Julián (1997). Ibid. p. 111.
  6. a b Casanova, Julián (1997). Ibid. p. 110.
  7. Casanova, Julián (1997). Ibid. pp. 111-112.
  8. «El teniente Artal, un hombre que se negó a incendiar Casas Viejas». http://www.diariodecadiz.es. Consultado el 11 de enero de 2016.
  9. Ballbé, Manuel (1983). Ibid. p. 357.
  10. a b Casanova, Julián (1997). Ibid. p. 112.
  11. Casanova, Julián (1997). Ibid. pp. 112-113.
  12. Ballbé, Manuel (1983). Ibid. p. 358.
  13. a b c d Casanova, Julián (1997). Ibid. p. 113.
  14. LUENGO CAMACHO, José; ANTEQUERA, Juan José (introd. y notas): Informe inédito de Casas Viejas. Testimonio de un guardia de Asalto acerca de los sucesos que cambiaron la Historia de España; Sevilla, Facediciones, 2008.
  15. Gil Pecharromán, Julio (1997). La Segunda República. Esperanzas y frustraciones. Madrid: Historia 16. p. 68. ISBN 84-7679-319-7.
  16. a b c Casanova, Julián (1997). Ibid. p. 114.
  17. Jackson, Gabriel (1976). La República Española y la Guerra Civil, 1931-1939 (2ª edición). Barcelona: Crítica. p. 105. ISBN 84-7423-006-3.
  18. Jackson, Gabriel (1976). Ibid. p. 444.
  19. :a b c Jackson, Gabriel (1976). Ibid. p. 445.
  20. Jackson, Gabriel (1976). La República Española y la Guerra Civil, 1931-1939 (2ª edición). Barcelona: Crítica. p. 106. ISBN 84-7423-006-3.
  21. a b c Ballbé, Manuel (1983). Ibid. p. 358.
  22. a b Dani Pérez (10 de enero de 2014). «El enigma de Casas Viejas: ¿ordenó Azaña la matanza?». Cádiz: andaluces.es. Consultado el 11 de enero de 2014.
  23. País, Ediciones El (1998-03-21). «Reportaje | Casas Viejas recupera su nombre». EL PAÍS. Consultado el 2017-01-11.
  24. «Suplemento cronica 544 – La nieta de seisdedos pide justicia». http://www.elmundo.es. El Mundo. Consultado el 11 de enero de 2016.
  25. «Resolución del 27 de julio de 2009, de la Dirección General de Bienes Culturales, por la que se incoa el procedimiento para la inscripción en el Catálogo General del Patrimonio Histórico Andaluz, como Bien de Interés Cultural, con la tipología de Sitio Histórico, del Lugar de los Sucesos de Casas Viejas, en BenalupCasas Viejas (Cádiz).». http://www.juntadeandalucia.es. Consultado el 11 de enero de 2016.
  26. José Luis Gutiérrez Molina. «Hace 83 años ocurrió en Casas Viejas». lavozdelsur.es. La Voz del Sur. Consultado el 11 de enero de 2016.
  27. 1ª parte y 2ª parte en Youtube.

Véase también

Enlaces externos

El crimen fue en Casas Viejas

Julián Vadillo

 Periodico Diagonal                                                        12/01/16 · 16:01 

He parafraseado chapuceramente a Antonio Machado en su poema a Federico García Lorca, El crimen fue en Granada. En realidad no iba a escribir sobre el 83 aniversario de los sucesos de Casas Viejas. Sin embargo, un debate que seguí estos días en un grupo de historia contemporánea de Facebook me hizo cambiar de opinión. Allí, hubo un acalorado debate entre posiciones del revisionismo histórico (por no decir neofranquistas, ya que darles la definición de revisionismo en ocasiones les viene grande) e investigadores que saben contrastar las fuentes con las que trabajan. Para justificar el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, algunos hacían alusión a una serie de golpes de Estado republicanos y “marxistas” que se habían producido en España entre 1930 y 1936. Entre ellos, ubicaban la sublevación de Jaca de 1930, la proclamación de la República en abril de 1931, los movimientos catalanistas, las insurrecciones anarquistas de 1932 y 1933, la huelga general de octubre de 1934 y la victoria del Frente Popular en las elecciones de febrero de 1936. Es decir, golpe de Estado era todo lo que había tenido significación transformadora en la historia de la España de los años 30.

Y de todas las que se hablaban eran las insurrecciones anarquistas de enero de 1932, enero de 1933 y diciembre de 1933 las que más me llamaron la atención. Definir esos movimientos como golpes de Estado no deja de ser algo cómico. Si tomamos un golpe de Estado como la intervención a la fuerza para controlar las estructuras estatales, los anarquistas jamás darían un golpe de Estado por la sencilla razón de que quieren destruir el Estado. Partiendo de ese punto, ya entramos en lo malintencionado de la afirmación. Pero hablar de lo sucedido en España entre 1932 y 1933 promovido por los anarquistas como un plan para la toma de poder en coalición con otras fuerzas, y que para salvar a España de esa situación se produjo “el Alzamiento Nacional” (literal), pues entonces ya estamos hablando de otras cosas.
 

Todos los directores de la represión en Casas Viejas se sublevaron posteriormente contra la República en julio de 1936

Esto me llevó a pensar que los que allí escribían poco sabían del anarquismo y su historia en la Segunda República. Sólo un prejuicio, una imagen preconcebida del anarquismo, podría llevar a una conclusión tal. Por ello me he animado a escribir algunas letras sobre los que sucedió en Casas Viejas en enero de 1933 y así comprobar que allí no hubo ningún golpe de Estado.

El paulatino divorcio de la República hacía la revolución social

Si bien el anarquismo había visto con buenos ojos la proclamación de la República en abril de 1931, de cuya proclamación se reclamó parte por su insistente participación en la oposición a la dictadura de Primo de Rivera en colaboración con otras fuerzas políticas, el movimiento libertario había reclamado cuestiones que la República no concedió. Junto a ello, parte de la legislación social y laboral republicana había contado con la oposición de la CNT y de la FAI, lo que hizo que, con el paso de los meses, la separación entre republicanos y libertarios fuese más evidente. Sucesos como la huelga de la Telefónica en Madrid, en mayo de 1931, o los sucesos del mismo momento en el Parque de María Luisa de Sevilla marcaban el inicio de esa ruptura.

A ello se une que medidas tan reclamadas por la clase obrera española como la reforma agraria se producían de forma lenta. Para las masas campesinas, república era sinónimo de reforma agraria desde la segunda mitad del siglo XIX. Por ello, esperaban una rápida aplicación de dicha medida. La lentitud del proceso, unido a la falta de recursos, tierras y el hambre que pasaban los jornaleros españoles, hizo que se produjeran levantamientos y motines. Aquí habría que destacar los sucesos de Arnedo o Castilblanco.

Los anarquistas en aquellos momentos querían dar un paso más. La conflictividad laboral iba en aumento y los recién impulsados Grupos de Defensa Confederal querían plantar batalla al capitalismo. El levantamiento de la cuenca minera de Alto Llobregat en enero de 1932, proclamando el comunismo libertario en Figols, y la subsiguiente huelga general impulsada por la CNT, se saldó con un fracaso y una fuerte represión contra el movimiento libertario.
 

Para las masas campesinas, república era sinónimo de reforma agraria desde la segunda mitad del siglo XIX

A lo largo de todo 1932, se debatió en el seno de los organismos libertarios la conveniencia o no de ir a una huelga general. Sectores como el ferroviario estaban decididos a ello, pero se consideraba que un nuevo fracaso huelguístico podría ser fatal para el propio anarcosindicalismo. Aun así, algunos núcleos confederales sí estabán en la línea de iniciar una huelga general con el comienzo del año 1933. Desde el 1 de enero se fueron produciendo movimientos en distintos lugares: Barcelona, Madrid, Zaragoza, Murcia, Oviedo, Valencia, etc. En el municipio de Pedralba (Valencia) el choque entre la fuerza pública y los trabajadores se saldo con un guardia civil y un guardia de asalto muerto y diez trabajadores asesinados. Pero, sin duda alguna, los sucesos más trágicos y que mayores consecuencias trajo a la propia República se produjeron en un pequeño pueblo de la provincia de Cádiz: Casas Viejas.

“Un castigo ejemplar”

El día 10 de enero de 1933, y tras una serie de malos infortunios (nadie avisó a los campesinos de Casas Viejas que la huelga había fracasado por problemas de comunicación), un grupo de militantes libertarios de la pequeña población tomó el cuartel de la Guardia Civil por asalto, quedando dos guardias civiles heridos (fallecieron después). Proclamaron el comunismo libertario, izaron la bandera rojinegra e incautaron los productos de primera necesidad dando a los tenderos un vale que les sería canjeado una vez triunfase la revolución.

Sin embargo, tanto la Guardia Civil de la provincia como la Guadia de Asalto se desplazaron rápidamente a Casas Viejas. Los campesinos, temerosos de la represión, huyeron. Pero no se pudo evitar la respuesta desproporcionada de las fuerzas de orden público. Hasta allí se desplazó el capitán de la Guardia de Asalto Manuel Rojas Feijespán. Se detuvieron a varios campesinos y se cercó la choza de Francisco Cruz Gutiérrez, alias ‘Seisdedos’, un viejo militante anarquista de 72 años de edad que no había tenido participación en los sucesos. Dentro de la choza había varios familiares de ‘Seisdedos’. Se intento tomar la choza por asalto pero los habitantes se atricheraron y, con escopetas, dispararon a los guardias de asalto, produciéndose un muerto y un herido. El capitán Rojas mandó disparar con ametralladora sobre la choza y lanzar bolas de algodón empapadas en gasolina e incendiadas sobre el techo de la misma. Seis personas quedaron completamente calcinadas, sobreviviendo sólo María Silva Cruz, nieta de ‘Seisdedos’, que logró huir. Inmediatamente después, fueron conducidos al lugar los detenidos y asesinados a sangre fría por las fuerzas del capitán Rojas, que previamente habían asesinado también a otro anciano, Antonio Barberán Castellán, de 74 años, que nada tuvo que ver con el asalto al cuartel de la Guardia Civil.

El resultado final de la masacre fue 23 personas asesinadas por las fuerzas del orden público (diecinueve hombres, dos mujeres y un niño) y tres guardias asesinados por los revolucionarios. Rojas Feijespán lo justificó en el juicio como acción para defender a España de la anarquía.

Las consecuencias a la República

Los sucesos de Casas Viejas causaron una gran conmoción en el país. El gobierno republicano-socialista de Manuel Azaña estaba en una encrucijada. Las explicaciones de Azaña ante el congreso no fueron convincentes y se desplazó una comisión parlamentaria a Casas Viejas para emitir un informe de los sucesos. Con ella, fueron dos periodistas que plasmaron lo que allí sucedió en artículos y libros: Ramón J. Sender y Eduardo de Guzmán.
 

La imagen de Azaña y de los republicanos quedó dañada por la brutalidad de la represión contra los campesinos.

La implicación de Rojas Feijespán era evidente en la desproporción del suceso. Lo que no quedaba claro era si fue una decisión personal suya o la orden vino de más arriba. El capitán Rojas acusó a Arturo Menéndez de darle la orden de “sin piedad contra todos los que dispararan contra las tropas”. Pero tanto el capitán Rojas como el también capitán Bartolomé Barba hablaban de una orden directa de Manuel Azaña (“ni heridos, ni prisioneros. Tiros a la barriga”). Si bien es algo que siempre se mantuvo en una nebolusa, recientes investigaciones de Tano Ramos (El caso Casas Viejas: Crónica de una insidia, 1933-1936) sitúan que, aunque desde el gobierno había ordenes de mantener el orden público, sólo el capitán Rojas actuó de dicha manera.

Sea como fuere, el gobierno salió erosionado. Los socialistas se plantearon desde entonces su salida del gobierno, produciéndose tal circunstancia en septiembre de 1933. La imagen de Azaña y de los republicanos quedó dañada por la brutalidad de la represión contra los campesinos.

Lo que también es cierto fue que todos los directores de la represión en Casas Viejas se sublevaron posteriormente contra la República en julio de 1936. El capitán Rojas, que fue condenado por estos sucesos, salió de prisión y se unió a los sublevados, participando activamente en la represión en Granada. Bartolomé Barba, que ya había tenido cargos durante la dictadura de Primo de Rivera, fue uno de los organizadores de la UME (Unión Militar Española), dirigió la represión en Zaragoza y fue gobernador civil con Franco. El general Cabanellas, director general de la Guardia Civil durante los sucesos de Casas Viejas, fue otro de los sublevados contra la República (a pesar de la vitola de progresista que se le daba), presidió la Junta de Defensa Nacional hasta que tomó el mando definitivo Franco.

El crimen de Casas Viejas significó un antes y un después. Para el anarquismo porque a partir de ese momento muchos de sus sectores se replantearon la estrategia insurreccional como eje central. Para la República porque la gestión del suceso le costó el gobierno a la izquierda ya que en noviembre de ese 1933 la derecha ganó las elecciones. Porque se mostró la brutalidad con la que las fuerzas de orden público reprimieron una revuelta de campesinos y, por ende, del movimiento obrero (quedaban más episodios para comprobarlo). Hoy, el lugar que ocupaba la choza de ‘Seisdedos’ es un lugar de la memoria. Un lugar para recordar lo que sucedió cuando unos jornaleros se levantaron contra el hambre y por unos ideales. Para los malintencionados, sólo decirles que nada tiene que ver con un golpe de Estado, que sí se produjo en julio de 1936 encabezado por una serie de militares que llevaron a España al desastre.

Casas Viejas, la aldea donde la Segunda República perdió la inocencia

Por Antonio García Maldonado, el 11 de febrero de 2016, en periodismo

Publicamos en exclusiva el prólogo que el autor ha escrito para Viaje a la aldea del crimen’, la crónica que Ramón J. Sender publicó de los sucesos determinantes para la Segunda República: el levantamiento anarquista de Casas Viejas (Cádiz) en 1933, y que ahora rescata Libros del Asteroide. 

***

La historiografía nos dice, cargada de razones, que la caída de la Segunda República tras el golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y la guerra civil que perduró hasta 1939 tuvo causas de fondo seculares de nuestro país, agravadas por un contexto europeo de extrema complejidad, con el ascenso de los fascismos y la polarización política en el continente que poco después padecería la guerra más mortífera de la historia. La Iglesia, gran parte del Ejército, los terratenientes, los banqueros, los industriales, los monárquicos: la República tuvo, desde el primer momento de su proclamación en abril de 1931, enemigos demasiado poderosos para sobrevivir, o al menos para vivir sin sobresaltos.

En este escenario de frágiles equilibrios, nada ocurría sin que trascendiera. Todo era susceptible de convertirse en un arma política arrojadiza. Generalmente, contra el nuevo régimen republicano, que con tantos enemigos al acecho cometió un pecado original ominoso en Casas Viejas, una pedanía de Medina Sidonia (Cádiz) de unos 2.000 habitantes, a principios de enero de 1933, cuando durante la madrugada del 10, un grupo de anarcosindicalistas, creyendo formar parte de un levantamiento anarquista en todo el país, asaltó el cuartel de la Guardia Civil y declaró el comunismo libertario después de herir a dos guardias civiles, a uno de ellos de muerte.

Lo que llegó al pueblo pocas horas después no fueron los refuerzos de sus compañeros anarcosindicalistas de Jerez, como esperaban, sino guardias civiles y de asalto (el cuerpo que Azaña había creado por su falta de confianza en la benemérita) con órdenes terminantes de sofocar el estallido, “sin prisioneros ni heridos”, según declararían algunos de ellos. Las fuerzas de seguridad tomaron Casas Viejas y, utilizando la intimidación y la violencia, consiguieron los nombres de los habitantes con declaradas simpatías anarquistas. Ante este hecho, los rebeldes se refugiaron en la choza de Seisdedos, un carbonero de 72 años señalado como uno de los cabecillas del levantamiento.

El acoso a la casucha fue brutal. Durante el mismo murió un guardia de asalto. Por la noche, el acoso continuó con granadas, rifles y una ametralladora. Más tarde llegaría el capitán Rojas con cuarenta guardias de asalto, según su versión con la orden verbal de “abrir fuego sin piedad contra todos los que dispararan contra las tropas” que le había transmitido el director general de seguridad, Alberto Menéndez. En vista de la resistencia de los amotinados, Rojas ordenó incendiar la choza para provocar la espantada. Finalmente serían ocho los muertos en el interior de la casa en esa primera jornada de la razzia con la que Rojas quiso dar un escarmiento ejemplarizante. La masacre continuaría con el ajusticiamiento de media docena más de habitantes señalados que habían sido hechos prisioneros y llevados ante los rescoldos de la choza de Seisdedos. Fueron asesinados a sangre fría cuando se encontraban aprehendidos y desarmados.

El conato de rebelión anarcosindicalista y, sobre todo, su cruel aplastamiento por la Guardia de Asalto y la Guardia Civil ofrecieron la excusa idónea para que la oposición comenzara una ofensiva parlamentaria y extraparlamentaria que, a la postre, contribuiría a desprestigiar y acabar con el Gobierno republicano-socialista que presidía Manuel Azaña y a la ascensión al poder de la CEDA y otros grupos de derecha de lealtad más que dudosa hacia la República. El caso Casas Viejas es, por eso, un hecho capital en la historia española reciente. En la propia insurrección, en el sofoco de la misma y en las reacciones políticas que provocó se expusieron sangrientamente todas las patologías sociales e históricas que la joven república trataba de corregir. El hambre y la miseria en gran parte del país, sobre todo en Andalucía; el abuso y el capricho de una autoridad alejada de esa realidad miserable; la polarización extrema de los posicionamientos políticos; la insolidaridad criminal de los terratenientes. Casas Viejas era, en enero de 1933, una miniatura de España, un aleph donde las dinámicas perversas que conducían a nuestro país al desastre se evidenciaban con una claridad trágica.

Ramón J. Sender acude al lugar

Pocos días después de los hechos, y ante los rumores de que la fuerza pública había asesinado a varios vecinos de Casas Viejas por su supuesta participación en el levantamiento, los diarios comenzarían a prestar atención al caso y a enviar periodistas al pueblo gaditano. Debían averiguar qué había de cierto en las acusaciones que se vertían contra las autoridades de Madrid, señaladas como responsables directos, no sólo políticos, de la veintena de muertes por las supuestas órdenes transmitidas por el director general de seguridad al capitán de la Guardia de Asalto Manuel Rojas, encargado de restablecer el orden. Era un asunto políticamente explosivo.

Uno de esos enviados especiales fue Ramón J. Sender, que pese a su juventud –contaba entonces 32 años– era ya un autor de éxito. En 1930 había publicado la popular Imán, novela en la que describió la guerra de Marruecos, en la que participó como soldado. Poco después, en 1932, le seguirían, entre otros libros, Orden Público y Siete domingos rojos, ambos de claro contenido político y simpatías hacia el movimiento anarquista. Aunque también era conocido por sus heterogéneas colaboraciones periodísticas en diarios como El Sol, Solidaridad Obrera o La Libertad. Diario este último para el que escribió las crónicas sobre Casas Viejas que forman la espina dorsal de este libro.

Pese a sus orígenes en una familia acomodada de Huesca, el periodista que llegó a Casas Viejas no era un observador con simpatías hacia la autoridad. Era un republicano que había mostrado ya su desencanto con el nuevo régimen, de izquierda, con ideas anarquistas que mudaban por entonces hacia el comunismo por el pragmatismo que éstos mostraban frente al idealismo de los primeros. Tanto en su literatura como en su obra periodística había privilegiado la denuncia política y social por encima de consideraciones estéticas, aunque sin descuidar estas últimas. Casas Viejas era, por tanto, un lugar idóneo para contrastar todas sus creencias, para reafirmarse en algunas y para abjurar de otras. Y un reto literario y periodístico por la relevancia del asunto y por la maestría que se requería para contar una historia tan dramática y que las autoridades trataban de ocultar. En cualquier caso, no sólo en la vida política española habría un antes y un después de los sucesos de este pueblo gaditano; también lo habría en la vida y en el pensamiento político de Sender.

Las crónicas

La primera crónica sobre Casas Viejas en La Libertad aparece el 19 de enero. Le seguirían nueve más, más otras cinco que serían publicadas tras regresar de un viaje a la URSS del que salieron sus libros Madrid-Moscú y Carta de Moscú sobre el amor. La publicación de sus primeras diez crónicas, junto con las denuncias de otros periodistas, habían sumido al país en una grave crisis política. En el Congreso se debatían mociones de confianza al Gobierno, que por boca de su presidente se reafirmaba en la corrección de la actuación institucional: “En Casas Viejas no ha ocurrido sino lo que tenía que ocurrir”. Pese a ello, el parlamento aprobó una comisión de investigación sobre los sucesos y varios diputados acudieron al pueblo gaditano para recabar testimonios. Abrumado por el revuelo causado por el caso, y refiriéndose tácitamente a las crónicas de Sender, Azaña pidió no creer en “relatos más o menos realistas”. Sender aprovecharía la información recopilada por la comisión parlamentaria y el posterior juicio al capitán Rojas para retocar sus crónicas sobre el terreno, reestructurar el libro y publicar, en 1934 en la editorial Pueyo, el presente Viaje a la aldea del crimen.

Pero, ¿qué había contado Sender que fuera tan escandaloso? Su denuncia tenía dos vertientes. Por un lado, el retrato inicial que hizo de la miseria del campo andaluz fue demoledor, con escenas que se trasladan a diálogos y frases contundentes, que siempre encuentran el culpable no tanto en el duque de Medinaceli que mantiene 33.000 hectáreas ociosas, como en una República que en casi dos años de gobierno no ha hecho nada por remediarlo con una reforma agraria profunda. “Estos hombres están condenados, como en ninguna otra región de España, a la hurañía, al aislamiento, a una triste soledad con su miseria”. La visita causó en Sender gran impresión: “Aquí hay un hambre cetrina y rencorosa, de perro vagabundo”, “después de ver a estos hombres da vergüenza comer”.

Tras observar la realidad del hambre en Andalucía, Sender profundizó irreversiblemente su desencanto con la República: “Antes de venir a Casas Viejas me parecía absurda esa leyenda de los salteadores humanitarios. Hoy lo considero un fenómeno obligado”. El levantamiento anarquista es una necesidad. La República lo ha hecho inevitable con su inacción. Incluso, la República ha agravado el problema con la ley que prohíbe contratar jornaleros de otros pueblos. Refiriéndose a uno de ellos, Sender señala y denuncia que “la ley que impedía ir últimamente a trabajar ‘donde lo hubiera’ confinó a él y a otros muchos todo el invierno en un pueblo sin vida”. Se mueren de hambre, están humillados y, además, “saben que hay en el pueblo tres guardias y un sargento”.

Aun siendo esta denuncia implacable, la extensión de la pobreza era generalizada en España, sobre todo en la rural. Ese atraso secular fue una de las razones que más abonaron el terreno para un cambio de régimen monárquico por una república que, en el campo, se asociaba casi exclusivamente con la reforma agraria. “Monarquía o República es cosa que en el campo andaluz tiene poquísima importancia”, escribió. Lo realmente explosivo de su relato era no tanto la decepción reformista republicana como la descripción del comportamiento de los Guardias de Asalto, la Guardia Civil y autoridades a cargo de sofocar el levantamiento. La cadena de mando al completo se comportó de forma criminal. Unos al ordenar que no dejaran heridos ni prisioneros, otros al asesinar con vesania a detenidos indefensos como castigo ejemplarizante y los últimos al justificar políticamente estas actuaciones. La República, el nuevo régimen que debía traer libertades, tierra y prosperidad, ejecutaba sumariamente a los miserables jornaleros.

Un western andaluz

En Viaje a la aldea del crimen hay poca artificiosidad literaria. El estilo es directo y realista, con abundantes diálogos marcados por el intento de transcribir literalmente la forma de hablar de los habitantes. Su viaje al sur se le antoja desde el principio ingrato y duro: “Avanzamos hacia Andalucía. Vamos al Sur. En los viajes deprime un poco la ruta hacia el Sur. Estimula y alienta, en cambio, el camino al Norte”. No obstante esta falta de artificios, Sender comienza con un juego literario espacio-temporal que le permite presenciar los hechos. Su vuelo desde Madrid hasta Sevilla es tan veloz que consigue ganar cuatro días, hasta el 10 de enero, y convertirse en observador, más que en un periodista que reconstruye los hechos con estilo gacetillero. Es, por eso, un libro que puede enmarcarse en lo que décadas después se conocería como Nuevo Periodismo, y que en España practicaron ya en los años 30 del pasado siglo el propio Sender, Gaziel o Manuel Chaves Nogales de forma magistral.

Sender llegó a Casas Viejas como un forastero a un pueblo del Far West atizado por la miseria, el silencio y el miedo. Por una atmósfera viciada cuyos males irá descubriendo en párrafos marcados por opiniones contundentes, datos históricos y descripciones antropológicas que muestran una tierra hambrienta y abandonada, donde hay arquetipos que juegan papeles contrarios frente a un orden social y legal que trata de imponerse. El villano, que en este caso es el etéreo duque de Medinaceli con sus tierras improductivas, además de las fuerzas de orden público; las víctimas, sin duda los jornaleros hambrientos; el héroe que se sacrifica por la comunidad, el carbonero Seisdedos. Sender transmite en su relato tensión contenida, falsa calma, como en un bar del Oeste cuando entraba un bravucón pistolero a pedir un whisky con la mano cerca de la funda del revólver. Intuimos que habrá muchos tiros. “Lo peor está en los factores de orden psicológico, que son creados por esa situación y que determinan un estado constante de alarma”, escribe. “Su silencio era historia viva”.

Y hubo tiros. Los disparos para asaltar el cuartel de la Guardia Civil fueron los primeros, y luego le seguirán, tras diálogos angustiados entre los insurgentes y algunos pobladores, los de la choza de Seisdedos. Reina la confusión. ¿Está cortada la línea telefónica? ¿Vienen los refuerzos de la comarcal anarconsindicalista de Jerez? La defensa épica de la choza culmina en masacre. “Los campesinos que habían soñado durante cuarenta y ocho horas con la posesión de la tierra salían de lo hondo de sus chozas con un olor de sangre”. El orden se ha restablecido, al menos momentáneamente. No tardarían en llegar a Madrid los rumores primero y las denuncias públicas después sobre el salvaje comportamiento de las fuerzas de orden público en Casas Viejas. En Andalucía, “las autoridades republicanas burguesas están al servicio de los viejos señores y son sus fieles esclavos”, escribe.

Los últimos capítulos contienen más opiniones indignadas y muestran claramente el posicionamiento político de Sender. Su denuncia sin paliativos de la situación del campo andaluz, las simpatías hacia los rebeldes y sus duras críticas al gobierno republicano-socialista le sitúan ya, en 1933 y 1934, en un descreimiento sin vuelta atrás que fue generalizado en grandes sectores de la izquierda española, grupos que, en 1931, habían recibido con euforia el nuevo régimen republicano. Además, la dureza de la experiencia gaditana contribuye a acentuar la cercanía de Sender con los pragmáticos comunistas.

Influencia en la historiografía

El interés de Viaje a la aldea del crimen es, por tanto, diverso. Como pieza periodística debe figurar en lugar prominente como una interesante muestra de periodismo narrativo español. Independientemente de lo equivocado de algunos datos (Seisdedos nunca fue tan determinante), o lo injustas que, al calor de hechos o documentos que se han conocido con el paso de los años, puedan resultar sus críticas al Gobierno republicano, este libro tuvo, como hemos comentado, una trascendencia política inaudita. Relevancia que se extendió a la historiografía, que dio por válidos los puntos de vista de Sender. La derecha franquista estaba encantada con refrendar un relato que era un particular J´Accuse contra el demonizado Azaña y el régimen republicano. Figuras como Federica Montseny, hispanistas como Gerald Brenan o Gabriel Jackson, o historiadores como Eric Hobsbawn, también avalaron estas tesis. Una versión que sólo al morir Franco y comenzar un paulatino rescate del pensamiento y la obra del proscrito Azaña pudo ser rebatido.

Especialmente relevante fue la aparición de sus Cuadernos robados, sus diarios de 1932 y 1933. En ellos queda claro que Azaña no ordenó matar, ni conocía los asesinatos cuando compareció en el parlamento para defender la actuación de las fuerzas de orden público. Dada la trascendencia de los sucesos de Casas Viejas en la construcción del relato golpista, estas páginas debían permanecer ocultas, y de ello bien se encargó el nuevo régimen y posteriormente, tras la muerte de Franco, la familia del dictador. El autor de Crónicas del alba murió en San Diego, Estados Unidos, en 1982, quince años antes de que se produjera la edición de estos diarios.

Sender tuvo razón en su denuncia de los hechos, pero se equivocó al señalar a los responsables, con unas consecuencias políticas insospechadas. El autor había escrito, además de un primoroso reportaje, una exitosa carta de defunción de una Segunda República que debía lidiar, además de con sus detractores de primera hora, con los más recientes desencantados.

Los sucesos de Casas Viejas (1933)

Por Sergio Carrasco
LUNES 11 DE ENERO DE 2016

Con una Segunda República Española apenas naciendo y en el contexto del bienio social-azañista, cuyos primeros méritos fueron el ordenamiento jurídico del Estado plasmado en la Constitución de 1931. No obstante, aunque se intentó llevar a cabo un ambicioso proyecto de sucesivas reformas en los campos cultural, religioso, militar y agrario, dichos esfuerzos fueron en vano debido a la falta de iniciativa gubernamental para lograr su consecución. En el campo militar, el escaso ímpetu del gobierno de Azaña por enfrentarse a los mandos militares para reformar el ámbito castrense repercutiría a la postre en una de las primeras y más graves crisis políticas de la Segunda República, los Sucesos de Casas Viejas, entre el 10 y el 12 de enero de 1933.

Todo comenzó en unas plenarias de regionales de la CNT en diciembre de 1932. En dichas plenarias la sección sindical de los trabajadores ferroviarios solicitó apoyo a los cenetistas para ir a la huelga general en pos del aumento de salarios en dicho oficio. En un primer momento se pensó que la huelga fracasaría y la CNT se echó para atrás, pero el anarcosindicalista Joan García Oliver, desde la Federación Anarquista Ibérica, ideó junto al Comité de Defensa Regional de Cataluña una acción insurreccional contra la «República Burguesa» para el 8 de enero de 1933.

La insurrección estaba pensada para ser secundada en todo el Estado. Así las cosas, en la fecha señalada, se produjeron levantamientos en Aragón, Valencia, Barcelona, Madrid, Andalucía y la zona norte de Asturias, que fueron sofocados rápidamente por el Ejército, Guardia Civil y Guardia de Asalto. Algunos sindicalistas fueron detenidos. La CNT renegó de los insurrectos, pero no llegaron a condenar los disturbios.

Más hacia el sur de la Península Ibérica, en la localidad de Casas Viejas (Cádiz), tuvieron lugar los más cruentos disturbios derivados de la insurrección anarquista planeada por Joan García Oliver para todo el Estado.

En la madrugada del 11 de enero de 1933, un grupo de anarcosindicalistas de la CNT rodearon armados el cuartel de la Guardia Civil de Casas Viejas y declaran la insurrección a las autoridades gubernamentales suponiendo que existe una insurrección total en el resto del Estado. Tras varios tiroteos, murieron dos guardias civiles. Ya al mediodía, llegaron más efectivos de la Guardia Civil para liberar a sus compañeros de los insurrectos.

Sobre las cinco de la tarde se desplazó un grupo de efectivos de la Guardia de Asalto para proceder a la busca y captura de los cenetistas. Algunos vecinos de Casas Viejas huyeron y otros se encerraron en sus casas. Los dos primeros detenidos, tras ser torturados, acusaron a dos hijos de un vecino conocido como el «Seisdedos», un carbonero, que aunque afiliado a la CNT, no tenía cargos de relevancia ni llevaba de ningún modo el mando de los disturbios en Casas Viejas. La Guardia de Asalto se presentó en su casa y, al intentar forzar la puerta para entrar, se produjo un tiroteo que se saldó con la muerte de un guardia. Se pospuso el asalto a la casa de «Seisdedos» hasta las diez de la noche. El nuevo asalto resultó ser un fracaso.

A las doce de la noche, un grupo de cuarenta guardias de asalto con órdenes de «abrir fuego sin piedad contra aquellos que dispararan contra las tropas», comenzó a disparar indiscriminadamente contra la casa de «Seisdedos» y después la incendiaron. Dos ocupantes de la casa, un hombre y una mujer, fueron baleados al salir huyendo del fuego y otras seis personas (entre ellas «Seisdedos») que se encontraban en el interior de la vivienda murieron calcinadas por el fuego. Las únicas personas que lograron sobrevivir fueron María Silva Cruz, nieta de «Seisdedos», y un niño que portaba en brazos.

Sobre las cuatro de la madrugada del ya 12 de enero se oían ecos de represalias por los guardias muertos. Hubo una orden directa del gobernador civil de Cádiz que daba la venia a los guardias para razziar a todo el pueblo y abrir fuego ante cualquier intento de resistencia a la autoridad. Mataron a un anciano y detuvieron a doce personas. Los detenidos fueron llevados a la casa de «Seisdedos» y, tras mostrarles los cadáveres de los guardias de asalto, allí fueron fusilados.

El capitán Rojas se refirió a estos crímenes en la comisión de investigación que se abrió para aclarar los hechos de Casas Viejas de la siguiente manera:

«Como la situación era muy grave, yo estaba completamente nervioso y las órdenes que tenía eran muy severas, advertí que uno de los prisioneros miró al guardia que estaba en la puerta y le dijo a otro una cosa, y me miró de una forma…, que, en total no me pude contener de la insolencia, le disparé e inmediatamente dispararon todos y cayeron los que estaban allí mirando al guardia que estaba quemado. Y luego hicimos lo mismo con los otros que no habían bajado a ver el guardia muerto que me parece que eran otros dos. Así cumplía lo que me habían mandado y defendía a España de la anarquía que se estaba levantando en todos lados de la República.»

En total, los Sucesos de Casas Viejas se saldaron con 26 personas muertas, entre hombres, mujeres, niños y guardias.

Este episodio de la Segunda República se convirtió en un gran escándalo que puso en cuestión el gobierno de Manuel Azaña, que se desligó de los hechos con rapidez. La CNT se movilizó convocando huelgas generales y llamando a la insumisión hacia un gobierno que «rivaliza en despotismo con las dictaduras fascistas». Así, este suceso, junto con los de Castilblando y Arnedo, precipitaron la destitución de Manuel Azaña del Gobierno por parte del Presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora.

Los Sucesos de Casas Viejas no hicieron sino venir a confirmar las dificultades con las que aterrizaba la Segunda República en la sociedad española, pues a pesar de que parecía que había acabado de golpe y plumazo con la monarquía y sus vicios caciquiles, perjudiciales para los sectores obreros y campesinos, evidenciaba también que aún le quedaba mucho camino por recorrer en su objetivo de convertirse en «una República democrática de trabajadores de toda clase», tal como rezaba el artículo primero de la Constitución de 1931. Hechos como los de Casas Viejas probaban que el poder aún era detentado por las oligarquías y las viejas estructuras aristocráticas heredadas de la monarquía.

casas viejas 1933

Subido el 9 abr. 2009

En la investigación parlamentaria que se produce para esclarecer los hechos el capitán Rojas declaró:

– «Al bajar yo a la casa del Seisdedos, les dije a estos prisioneros que por culpa de ellos había sucedido, la canallada que habían hecho; y que como la situación era muy grave, porque no sólo era la solución de Casas Viejas sino de toda la provincia, que estaba levantada, si no daba un escarmiento muy fuerte, se exponía a que se declarara la anarquía.»

Los sucesos de Casas Viejas es el nombre con el que ha pasado a la historia uno de los episodios más importantes y trágicos de la Segunda República Española, y catalizador de la caída del gobierno de Azaña, aunque posteriormente volvería a ocupar la presidencia del gobierno en 1936.

El 11 de enero de 1933 tuvo lugar en la localidad gaditana que actualmente se llama Benalup-Casas Viejas una revuelta protagonizada por un grupo de anarquistas de la CNT, con la intención de hacer la revolución para así conseguir llegar a organizarse sin gobierno, atendiendo a su ideología libertaria, destituyendo al alcalde e intentando tomar el cuartel de la Guardia Civil, donde se encontraban un sargento y tres números. Hirieron de muerte al sargento y a uno de los números.

Inmediatamente, enterado el Gobierno envió fuerzas de la Guardia Civil y de la Guardia de Asalto todos ellos al mando del capitán Manuel Rojas que entraron a tiros en el pueblo, incendiaron la casa donde se habían refugiado algunos de los dirigentes de la insurrección, entre ellos Francisco Cruz, conocido como «Seisdedos» que muere calcinado junto a otros vecinos al ser incendiada su choza por la Guardia de Asalto, y luego procedieron a una serie de detenciones: fusilando a participantes ,sospechosos, vecinos y a sus familiares (algunos de estos fueron asesinados tras sufrir tremendas torturas).

Conocidos los hechos en el resto de España, se produjo un gran escándalo periodístico y parlamentario.
Por 170 votos a favor y 130 en contra, las Cortes aprueban la creación de una Comisión de investigación sobre los sucesos el 24 de febrero. La comisión la forman Manuel Muñoz Martínez, Puig Ferrater, Gabriel Franco, Poza Juncal, Fernando González Uña, Jiménez Asúa, Miguel García Bravo-Ferrer, Lara, Botella y Casanueva. El 15 de marzo, la Comisión elabora un informe definitivo en el que reconoce la existencia de los fusilamientos. Sin embargo, el Gobierno gana una moción de confianza el 24 de marzo por 210 votos contra 1. No obstante, este hecho hizo perder mucha popularidad al gabinete Azaña y, a la larga, sería una de las causas de su caída en las elecciones de noviembre de 1933. El movimiento libertario, además inicia desde entonces un llamamiento social de rechazo hacia la autoridad republicana que cala profundamente entre las clases populares.

El periódico de la CNT describió los hechos como «Fue una razzia de mercenarios de la Legión en un aduar rifeño». Numerosos periodistas y militantes ácratas, entre ellos Ramón J. Sender y Francisco Ascaso, acudieron días después de los sucesos a la localidad a cubrir la noticia y solidarizarse con los vecinos represaliados.

La matanza de Casas Viejas (Benalup)

Publicado el 21 dic. 2012

1933: 11 de enero. La aldea de Casas Viejas Benalup (Cádiz) se convierte en la “aldea del crimen” por la represión de la rebelión anarquista.
2008: 11 de enero. Setenta y cinco aniversario (1933 – 2008) de la matanza de Casas Viejas Benalup (Cádiz).
“Casas Viejas, del crimen a la esperanza”, publicado por Gutiérrez Molina, refleja la represión de la rebelión anarquista, entre la noche del 10 de enero y la madrugada del 11 de enero de 1933, en Casas Viejas – Benalup (Cádiz) conocida como los sucesos de Casas Viejas. El fragmento del reportaje incluye imágenes del documental de Basilio Martín Patino “Andalucía un siglo de fascinación” y declaraciones de José Luis Gutiérrez Molina (escritor) y de Juan Pérez Silva (hijo de Miguel y de María la “Libertaria”, nieta de “Seisdedos”).
Redactor Miguel Chaparro, presenta Susana Aguilar. [Programa “Al sur” 552, 31/03/2008, Canal Sur Televisión].
Otras fechas de interés:
1933: 8 de enero. Día de revuelta anarquista convocada por CNT.
1933: 11 de enero. La aldea de Casas Viejas Benalup (Cádiz) se convierte en la “aldea del crimen” por la represión de la rebelión anarquista.
2008: 11 de enero. Setenta y cinco aniversario (1933 – 2008) de la matanza de Casas Viejas Benalup (Cádiz).
1991: 20 de marzo. El consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía aprueba la segregación de Benalup de Sidonia, antigua Casas Viejas, de Medina Sidonia.
1915: 18 de abril. Nace, según el Registro Civil, en Casas Viejas (Cádiz) María Silva Cruz “La libertaria”, guerrillera antifascista. Nieta de Francisco Cruz Gutiérrez, conocido como «Seisdedos» y superviviente del incendio de la choza en Casas Viejas.
1909: 17 de octubre. Nace en la finca el Hatillo de Jerez (Cádiz) Miguel Pérez Cordón, militante y escritor anarcosindicalista. Hijo del “Aguardientero” es uno de los protagonistas de los sucesos de Casas Viejas y autor de las crónicas de la matanza.

Más información:
La matanza de Casas Viejas originó la caída de un gobierno y cambió la vida de políticos de la Segunda República y de vecinos de la aldea gaditana como la popular María Silva Cruz, la «Libertaria» (1915 – 1936) y su marido Miguel Pérez Cordón (1909 –1939), dos vidas unidas por un mismo ideal. » También en @ArchivoCanalSur»

9 comentarios en “Los sucesos de Casas Viejas o masacre de Casas Viejas.”

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