
Hoy, en el apartado de enemigos del movimiento guerrillero, nos centramos en el ámbito urbano, concretamente en el temible cuerpo de la BPS, la brigada político social de tan funesto recuerdo para tanta gente. Su verdadera denominación era Brigada de Investigación Social, fue creada el 8 de marzo de 1941 y permaneció en activo hasta 1976, aunque su desaparición legal definitiva no fue hasta el 13 de marzo de 1986, era una sección del cuerpo general de policía, encargada de la represión política durante los años de la dictadura franquista y de la mal llamada transición.
Las competencias de este cuerpo iban desde seguimientos personales, intervenciones telefónicas ilegales, violación de correspondencia, detenciones arbitrarias e indefinidas sin poner al acusado a disposición judicial, práctica sistemática de torturas, eliminación física de opositores peligrosos, hostigamiento a la oposición política, infiltración de topos y confidentes en partidos y sindicatos de izquierdas, a la vez que metían sus topos también en las grandes empresas para mejor control de los obreros y de los grupúsculos que estos pudieran crear, preparación de montajes como fue el “caso Scala”, confiscación e incautación de bienes, todo ello centrado en la oposición política al régimen.

La BPS estaba estructurada dentro del Cuerpo General de Policía, y dependían directamente de los gobernadores civiles y del ministerio de gobernación. Roberto Conesa Escudero estuvo al mando de la misma hasta su desaparición, siempre bien acompañado de personajes como Eduardo Quintela, Pedro Polo y Antonio Juan Creix en la ciudad condal, Melitón Manzanas en Guipuzkoa, al que ejecutó ETA en el año 1968, Manuel Ballesteros en Valencia, Jesús Martínez en Zaragoza, o José María Escudero en la capital, todos ellos refinados torturadores y fascistas reconocidos.
A toda aquella persona, que fuera cual fuera la actividad que le hubiera llevado a los siniestros calabozos de la BPS, le quedaba un negro y largo tramite que comenzaba con la toma de datos y filiación y con suerte acababa delante de un juez, entre una y otra, lo que mas abundaba eran las palizas, pero había otras maneras de que los detenidos contaran lo que sabían…He aquí alguno de los métodos que usaba la BPS para hacer “cantar” a los detenidos:
–El electricista. Los electrodos sobre cuerpos mojados era una de las formas de tormento de aquellos “años de la victoria”.
-El corro. El método tradicional de los primeros años. Un grupo de policías pegando a mansalva, a mano y a porra.
-La cigüeña. Se ponía al detenido en cuclillas, a veces desnudo para culminar la humillación. Se le esposaba las manos juntas por detrás de las rodillas y se le tenía así lo que aguantara, para golpearlo cuando se desplomaba.
-El tambor. Consistía en colocar sobre la cabeza un cubo de aluminio, y golpearlo con las porras. Los tímpanos se hacían trizas, la sordera era una secuela inevitable, y el dolor, infernal.



-La bañera. Un método basado en la asfixia: meter la cabeza del detenido en un cubo de agua, con el habitual plus de humillación después de que un torturador orinara o escupiera. El sadismo la ha perfeccionado cambiando el agua por una bolsa de basura apretada al cuello.
-El Cristo. Consistía en tumbar en decúbito supino al detenido, con los brazos en cruz, y golpearle con todo tipo de instrumentos.
-El quirófano. En una mesa tendían a la víctima de cintura para abajo, dejando el medio cuerpo superior suspendido en el aire. Mantener una horizontal imposible era la única manera de evitar el terrible dolor en la columna y la hiperemia cerebral.
Otra de las formas preferidas por la BPS para desestabilizar y hostigar a la oposición fue la captación e infiltración de topos en partidos y sindicatos antifranquistas, el propio Conesa, consiguió infiltrarse en 1939 en el Socorro Rojo Internacional y propiciar así la caída de las conocidas como 13 rosas, también participó en el arresto de Heriberto Quiñones, a quien, entre otras cosas, durante las torturas sufridas, le rompieron la columna vertebral. Otros topos conocidos, fueron por ejemplo el cenetista Eliseo Melís, quien acabó bajo las balas del grupo de acción de José Pareja, después de haber hecho grandes trabajos para Quintela, o los integrados en otros grupos de acción o comités como Antonio Seba o Niceto Pardillo. Por desgracia, la mayoría de infiltrados consiguió continuar en el anonimato y seguir con su trabajo de destrucción para alegría del régimen.
Como colofón a este artículo, que bien podría ser el guión de una película de terror, comentar que la mayoría de miembros de la BPS, entraron a formar parte de los nuevos cuerpos de seguridad del estado tras nuestra «gran y modélica» transición…por suerte, o por desgracia, el tiempo se está encargando de hacer lo que no pudieron las balas de sus enemigos…mandarlos a la tumba!!!

Fuentes: La carta (Antoni Batista), Wikipedia, Sabaté (Antonio Téllez) y Los atentados contra Franco (Eliseo Bayo).
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