José RIERA
¡19 de julio! Aparece esta fecha envuelta en negros augurios. La CNT se propone de una vez colocar las cartas boca arriba. Entiende que ha llegado la hora en que el pueblo se haga con las armas que hay en Oviedo. Varios sectores se oponen. Creen que no ha llegado el momento oportuno. Nuestros representantes, con la energía que les otorga su perfecta visión del problema, insisten: «Tenemos el convencimiento firmisimo de que es perfecto el divorcio existente entre los militares y el pueblo en pie para aplastar el levantamiento…»
No fuimos escuchados. Digamos, en honor a la verdad, que la fracción comunista, junto con el camarada Javier Bueno, director de Avance, coincidían con nuestro pensamiento.
En estos momentos históricos –cuatro de la tarde del 19 de julio de 1936– comienza la guerra en Asturias. Aranda reúne a los suyos y dispone la salida de una compañía en dirección al Naranco. Inmediatamente regresan estas fuerzas al cuartel ante la actitud decidida de otras de Asalto que mantienen su lealtad. Pero la traición, refinada, completa, absoluta, había triunfado ya; Aranda era dueño de la situación. El Gobierno Civil, donde el Comité provincial se hallaba reunido, comenzó a ser tiroteado.
Han sido estos momentos los más difíciles. La felonía del despreciable sujeto produjo una desarticulación momentánea en nuestro Comité provincial. Cada representación caminó por su lado. Aranda, entre tanto, daba órdenes para la concentración de toda la Guardia Civil de la provincia en el interior de la capital.
En Gijón –Guardias de Asalto y Carabineros a nuestro lado– se logró con rapidez la rendición de toda la Guardia Civil y de varios destacamentos de fuerzas militares. Seguidamente se inició el asedio a los cuarteles de Zapadores y Simancas, que habían de caer unas semanas más tarde en nuestro poder. Los de la Guardia Civil de La Felguera y Sama tuvieron que rendirse en unas horas ante el arrojo de los trabajadores en armas…
Publicado en Polémica, n.º 22-25, julio 1986
Asturias en la Guerra Civil
Durante la Guerra, Asturias quedó aislada del gobierno central y tuvo que formar su propia Administración. Oviedo estuvo ocupada por el coronel Aranda, de los nacionales, que la mantuvo hasta el final con la ayuda del pasillo del Escamplero y el Naranco por donde llegaba el abastecimiento. En Gijón gobernaban la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) y la Federación Anarquista Ibérica (FAI), no existía moneda y había cierta descoordinación de las tropas entre el frente y la retaguardia. En esa ciudad, se proclamó el 25 de agosto de 1937 el Consejo Soberano de Asturias y León. En octubre del mismo año varias columnas procedentes del frente de Villaviciosa entraron en Gijón sin casi resistencia y rompieron el cerco de Oviedo.
El conflicto se prolongará durante quince meses, en los que los principales combates se librarán en tomo a la capital, asediada por los milicianos y en los límites de la región, Eo, Deva y costa del Cantábrico por donde las ofensivas del ejército nacional pretenderán liberar el cerco a la ciudad.
La sublevación.
Tras el alzamiento, las fuerzas gubernamentales no conseguirán imponerse en la totalidad de la provincia, a pesar de que son mayoría, debido al apoyo del jefe del ejército en Oviedo, coronel Aranda a los sublevados.
El coronel Aranda retrasará su decisión de su apoyo al alzamiento hasta el 19 de julio, tomándose el tiempo suficiente para conseguir varios objetivos:
- Hacer creer a las autoridades republicanas su fidelidad al régimen.
- Evitar el reparto de armas, ordenado por Madrid, entre los obreros y mineros que las reclamaban.
- Alejar a los mineros armados que rápidamente salieron en defensa de la capital Madrid.
- Reunir al grueso de las fuerzas militares y Guardia Civil de la provincia en Oviedo para su defensa, que sumarían unos 3.200 hombres a los que se sumarían después voluntarios falangistas.
Mientras tanto el coronel Pinilla, animado por Aranda, sublevará los cuarteles de Gijón.
De julio a octubre del 36.
Ambos bandos fijaron sus objetivos para el gobierno republicano acabar rápidamente con los focos rebeldes, para los nacionales resistir hasta la llegada de la ayuda de la columna gallega. En el bando gubernamental, al igual que había ocurrido entre los golpistas durante la Revolución de 1934, surgen en los primeros días Comités que a las pocas semanas constituyen el Comité Provincial con sede en Sama de Langreo, cuyas principales tareas serán:
- Organizar las milicias.
- Mantener los abastecimientos
- Mantener la disciplina y el orden
- Incautar las fábricas y tierras, necesarias o abandonadas.
- Cancelar impuestos.
La unión del Comité Provincial con el cenetista Comité de Guerra creado en Gijón, tras el levantamiento, dará lugar a la formación de un nuevo Comité Provincial, que pronto pasará a llamarse Consejo Interprovincial de Asturias y León con sede en Gijón, dirigido por Belarmino Tomás y en el que participarán miembros del PSOE, PCE, Izquierda Republicana y CNT.
Los sublevados de los cuarteles de Gijón serán derrotados tras 33 días de asedio a pesar de la ayuda prestada por el crucero Almirante Cervera que desde la costa bombardea la ciudad. El último reducto de Simancas caerá el 21 de agosto.
A partir de entonces Oviedo queda incomunicado, situación que se prolongará hasta el 17 de octubre, fecha en la que las tropas gallegas dirigidas por el coronel Tejeiro, penetran en la ciudad a través del pasillo abierto desde Grado por el Escamplero.
Los milicianos que sitiaban el centro fueron incapaces de asaltar las últimas defensas a pesar de la ofensiva llevada a cabo en los primeros días de este mes.
De octubre del 36 a septiembre del 37
La llegada de la columna gallega a Oviedo abrirá una crisis entre anarquistas y comunistas dando lugar al cambio de algunos consejeros y a fijar como necesidad fundamental anteponer la victoria militar sobre la revolución social.
Para evitar la actuación incontrolada del «terror rojo» de períodos anteriores se crea el Tribunal Provincial Popular. Mientras tanto Oviedo recibe más ayudas gracias al «pasillo» abierto, mejoran las duras condiciones de vida de los sitiados y aumenta el número de encarcelados y represaliados que en los primeros meses habían sido pocos.
En febrero del 37 se lleva a cabo una nueva ofensiva en la que participan batallones asturianos y vascos con armamento soviético. Se salda con un nuevo fracaso a pesar de que se consigue penetrar en la ciudad. A las autoridades nacionales, en estos momentos, les interesaba más la ocupación de Vizcaya que la liberación de Asturias.
En agosto una nueva ofensiva republicana se dirige ahora hacia el «Pasillo de Grado» pretendiendo con ello estrangular la ayuda material que llegaba a la capital, tampoco tiene éxito.
La caída de Vizcaya y la rápida ofensiva rebelde hacia Santander, afecta a los batallones que asedian Oviedo que son destinados a Cantabria (ver batalla de Santander). Cuando Santander cae, el Consejo se proclama soberano ante la crítica situación, con el voto en contra del PCE y de las Juventudes Socialistas Unificadas y la indignación gubernamental. El Consejo nombra nuevos jefes militares, restringe libertades y amplia la jornada laboral «por necesidades de la guerra».
El avance nacionalista continúa rápidamente encontrando una dura oposición en El Mazucu (Posada de Llanes) donde participan anarquistas como Higinio Carrocera. El 1 de octubre se entra en Covadonga.
La ayuda republicana es cada vez menor, solo queda resistir las ofensivas que ahora se incrementan con un nuevo frente por el Sur, por donde penetran hombres y pertrechos sin apenas resistencia. El día 18 de octubre cae Villaviciosa y el 21 Gijón, toda Asturias y todo el norte queda en manos nacionalistas.
La desmoralización en los días anteriores en Gijón es total, muchos de los más significativos dirigentes huyen desde el Musel, lo que provoca innumerables deserciones y el «sálvese quien pueda«. Barcos de la Armada, mercantes e incluso pesqueros se emplean en la evacuación de soldados y civiles (algunos consiguen salvar el bloqueo nacional, otros son apresados y alguno como el destructor Ciscar es hundido en el propio puerto). Otros republicanos huyen hasta Cataluña y algunos se echan al monte formando grupos de guerrilleros o «maquis» que perduran durante algunos años.