Los Mártires de Chicago
«La ley está en juicio. La anarquía está en juicio. El gran jurado ha escogido y acusado a estos hombres porque fueron los líderes. No son más culpables que los miles que los siguieron. Señores del jurado, condenen a estos hombres, denles un castigo ejemplar, ahórquenlos y salven nuestras instituciones, nuestra sociedad.»
Corría el año de 1877 y las huelgas de los ferroviarios, las reuniones y las grandes movilizaciones en Estados Unidos eran reprimidas a balazos, golpes y prisión. Estas mismas tácticas represivas y la necesidad imperiosa por la defensa y la asociación para buscar mejoras en las condiciones de trabajo que en ese tiempo eran de semiesclavitud dieron pie a la gestación de un movimiento de resistencia y lucha de trabajadores que algunos años mas tarde daría sus frutos.
En 1880 quedó conformada la federación de organizaciones de sindicatos y trade unions (Federation of Organized Trades and Labor Unions), y en 1884 se aprobó una resolución para establecer a partir del primero de mayo de 1886, mediante la Huelga General en todo EEUU, las ocho horas de trabajo. Esto despertó un interés y un apoyo generalizado, ya que por aquella época el horario de trabajo obligatorio era de 10, 12 o 14 horas diarias normalmente. De estas jornadas tampoco estaban excluidos l@s miles de niñ@s, ni por supuesto las mujeres a quienes se les pagaban salarios inferiores, sin mencionar que de por sí los salarios eran muy bajos y las condiciones de trabajo insalubres. La efervescencia fué tal en todo EEUU que los sindicatos y las trades unions aumentaban geométricamente. Por ejemplo, el número de miembros de los Caballeros del Trabajo subió de 100.000 en el verano de 1885 a 700.000 al año siguiente.
En 1885 volaba de mano en mano entre los trabajadores de EEUU una octavilla que decía:
«¡Un día de rebelión, no de descanso! (…) Un día en que con tremenda fuerza la unidad del ejército de los trabajadores se moviliza contra los que hoy dominan el destino de los pueblos de toda nación. Un día de protesta contra la opresión y la tiranía, contra la ignorancia y la guerra de todo tipo. Un día en que comenzar a disfrutar ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso, ocho horas para lo que nos dé la gana». La víspera del Primero de Mayo, el periódico anarquista Arbeiter Zeitung, dirigido por August Spies, publicó los siguientes comentarios que muestran el tono de confrontación que imperaba: «¡Adelante con valor! El Conflicto ha comenzado. Un ejército de trabajadores asalariados está desocupado. El capitalismo esconde sus garras de tigre detrás de las murallas del orden. Obreros, que vuestra consigna sea: ¡No al compromiso! ¡Cobardes a la retaguardia! ¡Hombres al frente!»
El 1º de Mayo de 1886 la paralización de los centros de trabajo se generalizó. La huelga paralizó cerca de 12.000 fábricas a través de los EEUU. En Detroit, 11.000 trabajadores marcharon en un desfile de ocho horas. En Nueva York, una marcha con antorchas de 25.000 obreros pasó como torrente de Broadway a Union Square; 40.000 hicieron huelga. En Cincinnati un batallón obrero con 400 rifles Springfield encabezó el desfile. En Louisville, Kentucky, más de 6000 trabajadores, negros y blancos, marcharon por el Parque Nacional violando deliberadamente el edicto que prohibía la entrada de gente de color. En Chicago que era el baluarte de la huelga, paró casi completamente la ciudad. 30.000 obreros hicieron huelga, aunque empresas como en la fábrica de materiales de Mc Cormick y alguna otra se dieron a la tarea de contratar esquiroles. El día 2 se realizó un mitin de los obreros despedidos de Mc Cormick para protestar por los 1.200 despidos y los brutales atropellos policiales. Mientras Spies dirigía su discurso a un grupo de 6000 a 7000 trabajadores, unos cuantos centenares fueron a recriminar su actitud a los esquiroles que en ese momento salían de la planta. Rápidamente llegó la policía, cuya acción dejó seis muertos y gran cantidad de heridos. La indignación ganó los corazones de los trabajadores movilizados. Spies corrió a las oficinas del «Arbeiter Zeitung» y publicó allí un manifiesto que fué distribuido en todas las reuniones obreras: «(…) Si se fusila a los trabajadores responderemos de tal manera que nuestros amos lo recuerdarán por mucho tiempo (…)».

El 3 de mayo, el crecimiento de la huelga era «alarmante». En el movimiento participaban más de 340.000 trabajadores por todo el país, 190.000 de ellos en huelga. Solo en Chicago, 80.000 hacían huelga. En este momento candente, el «Arbeiter Zeitung» hizo un llamamiento a la lucha armada, como siempre lo había hecho, salvo que ahora tenía un claro tono de urgencia:
«La sangre se ha vertido. Ocurrió lo que tenía que ocurrir. La milicia no ha estado entrenándose en vano. A lo largo de la historia el origen de la propiedad privada ha sido la violencia. La guerra de clases ha llegado…. En la pobre choza, mujeres y niños cubiertos de retazos lloran por marido y padre. En el palacio hacen brindis, con copas llenas de vino costoso, por la felicidad de los bandidos sangrientos del orden público. Séquense las lágrimas, pobres y condenados: anímense esclavos y tumben el sistema de latrocinio.»
En las salas de reunión de los proletarios rugían intensos debates; «el tigre capitalista» efectivamente había atacado y miles debatían cómo responder. Importantes facciones querían una insurrección. Se convocó una reunión popular en la plaza Haymarket para la noche del 4 de mayo. Preocupados por la posibilidad de una emboscada, los organizadores escogieron un lugar abierto y grande con muchas rutas de escape. Después de una reñida disputa retiran su llamamiento a un mitin armado y en su lugar convocan un mitin con el mayor número de asistentes posible. El 4 de mayo, todo Chicago está en huelga.
Grandes oradores harán presencia para denunciar las últimas atrocidades cometidas por la policia, los disparos a nuestros compañeros de clase ayer por la tarde.
¡Trabajadores armaros y haced fuerte presencia!
Por la mañana la policía atacó una columna de 3000 huelguistas. Por toda la ciudad se formaron grupos de trabajadores. Al atardecer, Haymarket era una de las muchas reuniones de protesta, con 3000 participantes. Los discursos siguieron, uno tras otro, desde la parte de atrás de un vagón. Al comenzar a llover, la reunión se disolvió.

De repente, cuando solamente quedaban 200 asistentes, un destacamento de 180 policías fuertemente armados se presentó y un oficial ordenó dispersarse, a pesar de tratarse de un mitin legal y pacífico. Cuando el capitán de policía se volvió para dar las órdenes a sus hombres, una bomba estalló en sus filas. La policía transformó a Haymarket en una zona de fuego indiscriminado, descargando salva tras salva contra la multitud, matando a varios e hiriendo a 200. En el barrio reinaba el terror; las farmacias estaban apiñadas de heridos. Siete agentes murieron, la mayoría a causa de balas de armas de la policía.

La clase dominante usó este incidente como pretexto para desatar su planeada ofensiva en las calles, en los tribunales y en la prensa. Comenzó una caza de brujas en contra, principalmente, de los anarquistas. Se clausuraron los periódicos, se allanaron las casas y locales obreros y los mítines fueron prohibidos a lo largo y ancho de todo el pais. Los medios de comunicación se abalanzaron contra todo lo que tuviera signo de revolucionario o subversivo y a los mil vientos lanzaban proclamas a la horca y al patíbulo.
El 5 de mayo en Milwaukee, la milicia del Estado respondió con una masacre sangrienta en un mitin de trabajadores; acribillaron a ocho trabajadores polacos y un alemán por violar la ley marcial. En Chicago, se llenaron las cárceles de miles de revolucionarios y huelguistas. Arrestaron a todo el equipo de imprenta del Arbeiter Zeitung y la policía detuvo a 8 anarquistas: George Engel, Samuel Fielden, Adolf Fischer, Louis Lingg, Michael Schwab, Albert Parsons, Oscar Neebe y August Vincent Theodore Spies. Todos eran miembros de la IWPA (Asociación Internacional del Pueblo Trabajador), asociación de corte -de lo que años después se denominaría como- anarcosindicalista.
El juicio fue totalmente manipulado, en todos los sentidos, siendo mas bien un linchamiento. Se les acusaba de complicidad de asesinato aunque nunca se les pudo probar ninguna participación o relación con el incidente de la bomba ya que la mayoría no estuvo presente y uno de los dos que estuvieron presentes era el orador en el momento que la bomba fue lanzada.
No se siguió el procedimiento normal para la elección del jurado, que acabó siendo formado por hombres de negocios y un pariente de uno de los policías muertos, y en su lugar se nombró un alguacil especial quien se jactó: «estoy manejando este proceso y sé qué debo hacer. Estos tipos van a colgar de una horca con plena seguridad». Tuvieron lugar una infinidad de manipulaciones, amenazas y sobornos para que se dieran testimonios ridículos sobre conspiraciones. El asunto era simple y estaba todo muy claro; el mismo fiscal Grinnel lo dijo: «La ley está en juicio. La anarquía está en juicio. El gran jurado ha escogido y acusado a estos hombres porque fueron los líderes. No son más culpables que los miles que los siguieron. Señores del jurado, condenen a estos hombres, denles un castigo ejemplar, ahórquenlos y salven nuestras instituciones, nuestra sociedad». Todos fueron encontrados culpables y sentenciados a muerte, a excepción de Oscar Neebe, condenado a 15 años de prisión.

La cuestión de quién arrojó la bomba se ha debatido pero jamás se ha resuelto. Parece que fue un tal Rudolf Schnaubelt y que la fabricó Louis Lingg (quien ciertamente defendía a gritos el uso de la dinamita). Una importante pregunta es quien era realmente Schnaubelt, pero no se ha encontrado respuesta.
A los condenados los llamaron a hablar antes de sentenciarlos. No mostraron ni arrepentimiento ni remordimiento, era la sociedad la que estaba en juicio, no ellos:
August Spies, nacido en Alemania en 1855, era un orador ardiente:
«Hemos explicado al pueblo sus condiciones y relaciones sociales. Hemos dicho que el sistema del salario, como forma específica del desenvolvimiento social, habría de dejar paso, por necesidad lógica, a formas más elevadas de civilización. Al dirigirme a este tribunal lo hago como representante de una clase enfrente de los de otra clase enemiga. Podéis sentenciarme, pero al menos que se sepa que en Illinois ocho hombres fueron sentenciados a muerte por creer en un bienestar futuro, por no perder la fe en el último triunfo de la Libertad y la Justicia». Y concluyó con estas palabras: «¡Mi defensa es vuestra acusación! Las causas de mis supuestos crímenes: ¡vuestra historia! (…) Ya he expuesto mis ideas. Constituyen parte de mi mismo y si pensáis que habréis de aniquilar estas ideas, que día a día ganan más y más terreno, (…) si una vez más ustedes imponen la pena de muerte por atreverse a decir la verdad y los reto a mostrarnos cuándo hemos mentido digo, si la muerte es la pena por declarar la verdad, pues pagaré con orgullo y desafío el alto precio! ¡Llamen al verdugo!»
Albert Parsons, nacido en EEUU en 1848:
«Yo como trabajador he expuesto lo que creía justos clamores de la clase obrera, he defendido su derecho a la libertad y a disponer del trabajo y de los frutos del trabajo. Yo creo que los representantes de los millonarios de Chicago organizados os reclama nuestra inmediata extinción por medio de una muerte ignominiosa. ¿Y qué justicia es la vuestra? Este proceso se ha iniciado y se ha seguido contra nosotros, inspirado por los capitalistas, por los que creen que el pueblo no tiene más que un derecho y un deber, el de la obediencia. El capital es el sobrante acumulado del trabajo, es el producto del trabajo. La función del capital se reduce actualmente a apropiarse y confiscar para su uso exclusivo y su beneficio el sobrante del trabajo de los que crean toda la riqueza. El sistema capitalista está amparado por la ley, y de hecho la ley y el capital son una misma cosa. ¿Creéis que la guerra social se acabará estrangulándonos bárbaramente? ¡Ah no! Sobre vuestro veredicto quedará el del pueblo americano y el del mundo entero. Quedará el veredicto popular para decir que la guerra social no ha terminado por tan poca cosa.»
George Engel, nacido en Alemania en 1836:
«¿Por qué razón se me acusa de asesino? Por la misma que tuve que abandonar Alemania, por la pobreza, por la miseria de la clase trabajadora. Sólo por la fuerza podrán emanciparse los trabajadores, de acuerdo con lo que la historia enseña. ¿En que consiste mi crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonan millones otros caen en la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y las invenciones de los hombres de ciencia deben ser utilizados en beneficio de todos. Vuestras leyes están en oposición con las de la naturaleza, y mediante ellas robáis a las masas el derecho a la vida, la libertad, el bienestar. Yo no combato individualmente a los capitalistas; combato el sistema que da privilegio. Mi más ardiente deseo es que los trabajadores sepan quienes son sus enemigos y sus amigos.»
Adolf Fischer, nacido en Alemania en 1857:
«En todas las épocas, cuando la situación del pueblo ha llegado a un punto tal que una gran parte se queja de las injusticias existentes, la clase poseedora responde que las censuras son infundadas, y atribuye el descontento a la influencia de ambiciosos agitadores. La historia se repite. En todo tiempo los poderosos han creído que las ideas de pro se abandonarían con la supresión de algunos agitadores; hoy la burguesía cree detener el movimiento de las reivindicaciones proletarias por el sacrificio de algunos de sus defensores. Pero aunque los obstáculos que se opongan al progreso parezcan insuperables, siempre han sido vencidos, y esta vez no constituirán una excepción a la regla. Este veredicto es un golpe de muerte a la libertad de prensa, a la libertad de pensamiento, a la libertad de la palabra en este país. El pueblo tomará nota de ello. Si yo he de ser ahorcado por profesar las ideas anarquistas, por mi amor a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad, entonces no tengo nada que objetar. Si la muerte es la pena correlativa a nuestra ardiente pasión por la libertad de la especie humana, entonces, yo les digo muy alto, disponed de mi vida.»
Luis Lingg, nacido en Alemania en 1864:
«Para nosotros la tendencia del progreso es la del anarquismo, esto es la sociedad libre sin clases ni gobernantes, una sociedad de soberanos, en la que la libertad y la igualdad económica de todos producirían un equilibrio estable con bases y condición del orden natural». (…) «Me concedéis, después de condenarme a muerte, la libertad de pronunciar mi último discurso. Me acusáis de despreciar la ley y el orden. ¿Y qué significan la ley y el orden? Yo repito que soy enemigo del orden actual y repito también que lo combatiré con todas mis fuerzas mientras tenga aliento para respirar… Os desprecio; desprecio vuestro orden, vuestras leyes, vuestra fuerza, vuestra autoridad. ¡AHORCADME!»
Surgió un gran movimiento en su defensa y se celebraron mítines por todo el mundo: Holanda, Francia, Rusia, Italia, España y por todo Estados Unidos. En Alemania, la reacción de los trabajadores sobre Haymarket perturbó tanto a Bismarck que prohibió toda reunión pública. Al aproximarse el día de la ejecución, cambiaron la sentencia de Samuel Fielden y Michael Schwab a cadena perpetua. Louis Lingg apareció muerto en su celda: un fulminante de dinamita le voló la tapa de los sesos. Sin más opciones, este fue su acto final de protesta.
Al mediodía del 11 de noviembre de 1887 sus carceleros los vinieron a buscar para llevarlos a la horca. Los cuatro (Spies, Engel, Parsons y Fischer) compañeros de lucha y de sueños emprendieron el camino entonando La Marsellesa Anarquista en aquel día que después fue sería conocido como el viernes negro.
«Salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro… Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: «la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora». Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable». (Relato de la ejecución por José Martí, corresponsal en Chicago del periódico La Nación de Buenos Aires)
Mucho antes, a finales de mayo de 1886, varios sectores patronales ya habían accedido a otorgar la jornada de ocho horas a varios centenares de miles de obreros.
Más de medio millón de personas asistieron al cortejo fúnebre. Años después, en 1893, Fielden, Schwab y Neebe fueron perdonados y puestos en libertad. Cada 1 de mayo, en muchos paises del mundo, los anarquistas de Chicago son recordados como símbolo de dignidad de la clase trabajadora, menos en Estados Unidos. En 1938 se impuso la jornada laboral de 8 horas en todo el pais.
Irónicamente, pasado más de un siglo, en los mismos Estados Unidos y en Europa, cuna del movimiento obrero revolucionario, estas conquistas obreras están siendo revertidas por gobiernos y multinacionales sin apenas disparar un solo tiro, y sin tener que llevar a nadie a la horca. Ahora todo es más sutil, los sindicatos subvencionados están a disposición del mejor postor, traicionando los mandatos y olvidando las luchas y el sacrificio personal de miles de trabajadores y trabajadoras y de quienes, desde el aciago 1886, se les conoce como «los mártires de Chicago».
«Es ya de toda evidencia que el sindicalismo no logra sus fines por la cuota en metálico, aunque la utilice para la vida ordinaria, sino por la cuota en especie, formada por el pensamiento, por la voluntad, por la energía, por la esperanza, cuota que han de pagar con su asistencia, su acción y su responsabilidad todos los trabajadores para alcanzar los bienes individuales y colectivos correspondientes al hombre y a la humanidad, es decir, para realizar la emancipación.»
A. Lorenzo
1 de Mayo. Una visión anarquista al día internacional de la lucha y la resistencia obrera
“Cuando los obreros de Estados Unidos, el 1º de mayo de 1886, se lanzaron a la huelga nada menos de ocho horas, no fueron a festejar días de paz y de fraternidad con sus explotadores, sino a luchar varonilmente afirmando como clase desheredada el derecho a una mejor vida y enfrentando a los favorecidos por el oro y el poder (…)”-Delfín Lévano [1]
A 132 años de la lucha por las ocho horas emprendida por los trabajadores estadounidenses y a 131 años del cruel asesinato contra los mártires de Chicago, la llama libertaria por un mundo nuevo sigue encendida en todos aquellos corazones insurrectos que queremos destruir el estado y el capital. Herederos de ese periodo revolucionario y del pensamiento y acción anarquista de Albert Parsons, Adolf Fischer, August Vincent Theodore Spies, George Engel y Louis Lingg [2], sin olvidar a Samuel Fielden, Oscar Neebe, Michael Schwab condenados a 39, 33 y reivindicamos un primero de mayo ácrata, sin olvidar las justas luchas del pueblo trabajador que, con reivindicaciones puntuales, sigue resistiendo y combatiendo la precarización, el desempleo y la desigualdad.
Sin embargo, hagamos un pequeño recuento histórico y libertario sobre esos trágicos sucesos, un análisis de la situación actual de la clase obrera en Colombia y un llamado a la unidad revolucionaria de las clases oprimidas.
Mártires de Chicago y Anarquismo
La historiografía autoritaria de la clase obrera siempre ha pasado por alto el tinte ideológico de los mártires de Chicago[3]. Ha negado, e incluso, ha hecho caso omiso o rechazado la procedencia anarquista de la teoría y praxis revolucionaria de aquellos hombres que dieron su vida por la libertad y la dignidad de las trabajadoras. Así genere molestia entre algunos círculos intelectuales, debemos tener presente y recordar que los compañeros asesinados, el 11 de Noviembre de 1887, por los cuerpos represivos del Estado yankee fueron y seguirán siendo soñadores de mundos nuevos y creadores de utopías libertarias donde no existe Estado, capital ni autoridad. Ellos, cargados con ideales de libertad, igualdad y solidaridad, hicieron parte de la IWPA, combatieron al Estado por medio de la propaganda subversiva[4] y el combate en las calles, organizaron congresos obreros, agitaron la histórica lucha del proletariado estadounidense por las ocho horas y cayeron asesinados y encarcelados por defender las ideas anarquistas.
Lucha por las ocho horas de trabajo y huelga del 1 de Mayo de 1886
El gran movimiento por las ocho horas, donde participarían los mártires de Chicago, será recordado y conmemorado por las trabajadoras cada 1 de Mayo ya que simboliza, por un lado, la rebeldía y resistencia de las de abajo en defensa de su derecho a tener condiciones dignas para ejercer alguna profesión y, por otro, las victorias arrancadas al Estado y la patronal por medio de la organización y la movilización. Sin embargo, la gesta revolucionaria emprendida por la clase obrera de la ciudad de Chicago, no sería resultado de uno o dos días de lucha en fábricas y talleres, sino un proceso de largo aliento que iniciaría con la creación de autodefensas obreras[5] que tenían como objetivo principal resistir a la represión policial y a la criminalización de la protesta sindical. Este suceso, ocurrido a principios de la década de 1870, provocaría un fervor revolucionario entre las trabajadoras estadounidenses quienes organizarían la huelga de ferroviarios de 1877 y crearían diferentes encuentros obreros como el Congreso Social Revolucionario de 1881 y el Congreso de Pittsburg de 1883[6].
Años después, y viendo la necesidad de confrontar el aparato burgués no solo con ideas y propaganda sino con acciones de hecho que hicieran ganar arduas batallas, 300.000 trabajadoras de distintas ciudades de Estados Unidos, atendiendo el llamado de la Federación de Sindicatos y Organizaciones Gremiales de EEUU y Canadá donde haría fuerte presencia la IWPA, dejarían a un lado sus actividades laborales para incorporarse a la gran huelga general del 1 de Mayo de 1886 que tendría como propósito principal establecer la jornada de ocho horas de trabajo en fabricas y talleres[7].
Lo anterior, fastidiaría a las clases dominantes y al Estado homicida yankee que, el 3 de Mayo de ese mismo año, mandaría a matar, por medio de sus cuerpos represivos, a dos obreros que se encontraban participando activamente de una huelga en la fábrica de maquinaria agrícola McCormick ubicada en la ciudad de Chicago. Luchando contra la impunidad y el olvido, obreras y anarquistas organizadas, como August Spies, llamarían a la sociedad estadounidense a manifestarse públicamente contra el poder político que seguía asesinando e hiriendo, en defensa del gran capital, al proletariado estadounidense.
De esta manera, y recordando los muertos caídos en la lucha contra el Estado y la patronal, el 4 de Mayo se reunirían más de 300 personas en el sector de Haymarket para denunciar los crímenes orquestados contra las huelguistas que hacían parte del movimiento por las ocho horas. No obstante, la policía no tardaría en llegar al lugar del mitin y exigir que se terminara la manifestación. En contados minutos, y después de una discusión entre un militante anarquista y el capitán de la cuadrilla policial, estallaría una bomba que acabaría con la vida del agente Ward lo que provocaría la ira de los cuerpos represivos que abrirían fuego contra la multitud.
Las muertes obreras de este trágico suceso serían ignoradas por el imperio yankee que se encargaría de “perseguir”, hasta el cansancio, a los autores intelectuales del “atentado terrorista”. Como resultado de esta falsa persecución contra el movimiento obrero y anarquista, ocho flores rojinegras serían encarceladas en las mazmorras del régimen estadounidense y posteriormente condenadas a la horca.
Aún así, y a pesar de la fuerte represión, la clase trabajadora seguirá resistiendo y combatiendo contra el Estado, la patronal y el capital por medio de marchas, mítines y toda clase de acciones encaminadas a dignificar el valor ético del trabajo.
Más de un siglo después de la huelga por las ocho horas y del asesinato contra los mártires de Chicago, pareciera ser que las cosas no han cambiado mucho, pues la clase obrera sigue siendo pisoteada vilmente por las políticas socio-económicas capitalistas, los aparatos represivos del estado y el sentimiento anti-sindical de las clases opresoras.
Persecución sindical y neoliberalismo
El sindicalismo, en la fase neoliberal del capitalismo como en su fase incipiente, ha sido un estorbo que, en la visión de las clases dominantes, hay que erradicar a cualquier precio pues, muchas veces, impide que la patronal pueda vulnerar los derechos laborales de las empleadas. De esta manera, el Estado y sus cuerpos represivos militares y paramilitares, han emprendido desde hace algunas décadas atrás, una campaña de aniquilación permanente contra todas aquellas que defienden los intereses de la clase obrera. En Colombia, este panorama desolador se evidencia en la ostentación del triste premio de ser el país con más sindicalistas muertas del mundo gracias a la motosierra asesina que, en alianza con las fuerzas militares, ha cometido múltiples masacres contra trabajadoras, principalmente, de multinacionales extranjeras[8]. No obstante, esa aniquilación física de las luchadoras sindicales va acompañada de los nuevos tipos de masacres laborales[9] en fábricas y empresas donde el neoliberalismo ha impuesto una política de flexibilización, precarización y despido masivo[10].
Lo dicho previamente, se evidencia en los miles de trabajadoras que pierden su empleo diariamente, que son contratadas indirectamente, que trabajan más de ocho horas, que no reciben remuneración económica por las horas extras, que perciben salarios de hambre o que se emplean como trabajadoras temporales en una empresa.
Estos síntomas de inestabilidad laboral, característicos de la enfermedad neoliberal de mercantilización y deshumanización del ser humano, conducen, muchas veces, a las trabajadoras a conseguir empleos informales o a buscar salidas alternativas a la crisis económica mediante trabajos independientes o precarios donde no existen salarios fijos ni buena remuneración monetaria.
Por otro lado, las obreras que no tienen otra opción que seguir en su puesto de trabajo porque necesitan, urgentemente, costear la educación de sus hijas, pagar los servicios públicos y comprar los alimentos que consumirán mensualmente, se ven en la obligación de soportar condiciones de súper explotación despiadadas que van desde un trabajo de 13 horas continuas hasta la carencia de implementos de trabajo óptimos para laborar. Peor aún, la excesiva llegada de multinacionales extranjeras en los últimos años ha provocado que Colombia se perpetué como periferia en la división internacional del trabajo donde los países ricos crean, por medio de sus corporaciones, enclaves o emporios económicos dentro de los países del tercer mundo. Así, vemos como estas empresas, que tienen un gran historial infame de opresión contra la clase obrera y de vulneración a sus derechos laborales, contratan como esclavas asalariadas a millones de personas que tienen que trabajar sin descanso y en condiciones laborales miserables.
Frente a la cruel situación de la clase obrera colombiana, se hace necesario que todas las fuerzas sociales, sean campesinas e indígenas, desempleadas o sectores marginales, se unan con el proletariado, en un gran bloque contra hegemónico que luche por un cambio radical del sistema actual de explotación y dominación.
Unión obrera, campesina y marginal
Un gran avance que ha logrado el movimiento social durante los últimos años ha sido la correlación de fuerzas entre indígenas y campesinas por medio de los distintos paros agrarios. De igual manera, debemos celebrar, como anarquistas, que este primero de mayo, fecha especial en tierras colombianas por la conmemoración de los 100 años de la primera celebración del día de la clase obrera[11], salieron a marchar, con las trabajadoras, estos sectores sociales rurales que se encuentran en pie de lucha desde el año pasado. Es hora de lograr esa armonía entre el campo y la ciudad, fuertemente deteriorada por los gobiernos pro imperialistas y neoliberales colombianos que han buscado, y lo han logrado en parte, la proletarización del campesinado. Aún así, y después de cinco siglos de exterminio físico y cultural, campesinas e indígenas han seguido creando espacios de organización y han seguido resistiendo las políticas desarrollistas promulgadas por los gobiernos títeres del imperialismo que buscan la creación de grandes metrópolis urbanas con fuerte inversión de capital privado para dejar a un lado el sector rural que serviría únicamente, en el modelo socio-económico de ellos, para desarrollar eficazmente el extractivismo agro-minero[12].
No es gratis la reciente firma de los tratados de libre comercio ni el auge del paramilitarismo pues, los dos acontecimientos que van de la mano, buscan desplazar a la población campesina e indígena de sus territorios para que las tierras, cultivadas por ellas, sean utilizadas para actividades distintas a la producción de alimentos como la ganadería, la minería o la extracción de hidrocarburos.
A pesar del intento de exterminio del Estado y las clases dominantes contra el campesinado, tenemos la gran tarea de lograr que las trabajadoras del campo se unan no solo con las trabajadoras de la ciudad sino con los sectores más oprimidos de la sociedad. Desempleadas, trabajadoras informales y subcontratadas, lumpenproletariado, campesinas, indígenas y obreras, deben organizarse, con la ayuda de los militantes anarquistas, en un gran frente libertario que logre derrumbar, definitivamente, los últimos vestigios del edificio de la sociedad capitalista en pro de la construcción de un mundo nuevo sin opresión, dominación ni explotación. El germen rebelde e insurrecto no solo se encuentra en la clase obrera[13], que deberá paralizar la producción del capital, sino también en las demás clases subalternas que también ha sufrido la dominación ideológica, política, social y represiva del poder político representado en el Estado burgués. Es hora de dejar a un lado la santificación e idolatría de la clase obrera, para lograr que todos los sectores marginales y oprimidos logren una conciencia real y verdadera de su condición como agentes revolucionarios capaces de luchar, combatir, soñar y crear.
Reflexión Final
Así como en 1886 se apresó y asesinó injustamente a los mártires de Chicago, hoy en Colombia se persigue y estigmatiza el pensamiento critico mediante toda clase de injurias que van desde montajes judiciales hasta asesinatos selectivos. El Estado represor y criminal criollo ha intentado acallar las voces disidentes para mantener un orden vigente desigual basado en la expropiación de nuestros recursos naturales por las multinacionales extranjeras, el consumo desenfrenado de mercancías, la lucha de clases entre dos polos opuestos de la sociedad, el adoctrinamiento ideológico, el acaparamiento de tierras y la mercantilización de todos los aspectos de la vida[14].
Frente a este modelo injusto donde las leyes burguesas favorecen a las de corbata y donde el Estado se ayuda de motosierras, machetes, escudos y botas pantaneras para intimidar, perseguir y asesinar, solo nos queda, como militantes anarquistas, tomarnos las calles, junto a nuestras abuelas campesinas y amigas trabajadoras; organizarnos y realizar una inserción verdadera en barrios, colegios , veredas y universidades; combatir por medio de todas las formas de lucha a quienes nos oprimen; derribar el edificio de la infamia construido en América y el mundo tras cinco siglos de pillaje, muerte y brutalidad; y construir, de una vez por todas, senderos de libertad, igualdad, solidaridad, autogestión, apoyo mutuo y horizontalidad.
Una enseñanza rebelde que no debemos pasar por alto frente a los hechos ocurridos en 1886, y que nos ayudará a materializar nuestros sueños, es que la lucha organizada, como arma contra las opresoras, si puede lograr grandes victorias.
Es por lo anterior, que debemos agudizar las contradicciones sociales y encender en la mente de las de abajo la mecha libertaria que incendiará la pradera reaccionaria erigiendo, sobre ella, un mundo nuevo libertario sin Estado, capital ni autoridad.
Solo nos queda, para finalizar, parafrasear a Manuel Gonzáles Prada, quien llamaba a considerar el primero de mayo no solo como una fecha para conmemorar sino como un primer paso para emprender, de una vez por todas, la gran marcha hacía la revolución social[15].
Miliciano Libertario
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[1] Lévano, Delfín. Sobre el Primero de Mayo. Marxists Internet Archive. Enero de 2010. (http://marxists.org/espanol/levano/1913/001.htm)
[2] Hacemos referencia solo a los compañeros muertos en la horca y no a los libertarios detenidos (Samuel Fielden, Oscar Neebe, Michael Swabb).
[3] Una muestra de ello es la política de amnesia histórica implementada por los partidos comunistas pro estalinistas en América Latina que han venido reivindicando una memoria sesgada basada en el olvido de las luchas anarco-sindicalistas de principios del siglo XX.
[4] Las ideas anarquistas fueron difundidas ampliamente en Chicago por medio de los periódicos Arbeitir Zeiyung de August Spies y The Alarm de Albert Parsons. Estos dos periódicos, además de divulgar la idea entre las masas oprimidas, agitaron fuertemente la huelga general por las ocho horas.
Al respecto ver: Mella, Ricardo. La tragedia de Chicago en Milstein, Dommanget, Mella, López Trujillo, Ingenieros (Antología). Historia del Primero de Mayo. Terramar Ediciones. Buenos Aires. Argentina. 2011.
[5] La principal autodefensa obrera que actuó durante estos años en Estados Unidos estaba compuesta por inmigrantes irlandeses y trabajadoras de minerías de carbón. Su nombre era Molly Maguires.
[6] En este congreso se fundaría la International Working People Asociation (IWPA).
[7] Ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso y ocho horas de educación, sería la proclama de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT) y de las participantes de la huelga general del 1 de Mayo de 1886.
[8] Entre las corporaciones extranjeras con mayor número de asesinatos contra sindicalistas colombianas se encuentran: Coca-Cola, Nestlé, Drummond y Ecopetrol.
[9] El profesor Renán Vega Cantor identifica dos tipos de masacres que padecen actualmente la clase trabajadora colombiana. La primera, son las masacres clásicas que son las orquestadas por el Estado para disolver una huelga o protesta obrera como sucedió en las Bananeras, en Santa Bárbara y en Bogotá durante el paro cívico de 1977; y la segunda, son las nuevas masacres caracterizadas por la falta de inversión en seguridad laboral por parte de las empresarias en las fábricas y por la privatización de las empresas públicas. Estas nuevas masacres producen, por un lado, un gran numero de accidentes laborales, y por otro, una tasa alta de desempleo. Al respecto ver: Vega Cantor, Renán. Página 43. ¡Sindicalicidio! Un cuento (poco imaginativo) de Terrorismo Laboral. Bogotá. Febrero 25 de 2012.
[10] Para un estudio teórico e histórico de la fase neoliberal del capitalismo, ver: Harvey, David. Breve Historia del Neoliberalismo. Akal Ediciones. 2007; Sader, Emir (compilador). La trama del Neoliberalismo: mercado, crisis y exclusión social. CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales). 2003; Vega Cantor Renán. Capitalismo y Despojo. Ediciones Pensamiento Crítico. 2013
[11] El 1 de Mayo de 1914, las artesanas de Bogotá, convocados por la Unión Obrera de Colombia, marcharon por las calles del centro de la ciudad celebrando el día internacional del trabajo. A su llegada al barrio de la Perseverancia, los marchantes pronunciaron diversos discursos donde exigieron condiciones dignas para trabajar y criticaron los partidos políticos y las clases dominantes. Véase al respecto: Vega Cantor, Renán. El Primero de Mayo de 1914 en Colombia. Mayo 1 de 2014 (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=184099); CILEP. Los orígenes del Primero de Mayo en Colombia y la influencia del anarcosindicalismo en Gutiérrez, José Antonio (compilador). Los orígenes libertarios del Primero de Mayo: de Chicago a América Latina (1886-1930). Editorial Quimantú. Santiago de Chile. 2010.
[12] Este modelo económico que se ha venido estableciendo en los países de América Latina, desde finales del siglo XIX hasta nuestros días, se basa en la extracción y exportación de productos provenientes de la agricultura y la minería. Hoy en día, las socialdemocracias modernas y el revisionismo disfrazado de izquierda, han impulsado el modelo agro-minero exportador en tierras amerindias provocando un gran índice de desempleo, pobreza y miseria. Contrario al sentido común, el progresismo no es una ideología izquierdista que busca cambios profundos dentro del sistema, sino un modelo socio-político y económico que busca el dialogo entre el poder político y el capital extranjero. Al respecto ver: Katz, Claudio. La economía desde la izquierda II: Modelo y propuestas. 27 de Marzo de 2014. (http://katz.lahaine.org/?p=226); Petras, James. El capitalismo extractivo y las diferencias en el bando latinoamericano progresista. Mayo 8 de 2012. (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=149207); Zibechi, Raúl. Progresismo y Neoliberalismo. La Jornada. Julio 17 de 2009. (http://www.jornada.unam.mx/2009/07/17/politica/015a1pol)
[13] Visión vanguardista del estalinismo de viejo antaño. Según estas autoritarias, la clase obrera deberá erigirse en clase dominante para poder derribar la sociedad capitalista.
[14] Fiel reflejo de este proceso de mercantilización es la privatización de la educación y la salud que ha provocado que tanto estudiantes como médicas se movilicen y creen espacios de organización y movilización en contra de las políticas neoliberales del gobierno.
[15] “Si consideramos el 1 de mayo como una fiesta mundial, anhelemos que ese día, en vez de sólo pregonar la lucha de clases, se predique la revolución humana o para todos. En el largo martirologio de la historia, así como en los actuales dramas de la miseria, los obreros no gozan el triste privilegio de ofrecer las víctimas. La sociedad es una inmensa escala de iniquidades, todos combaten por adquirir el amplio desarrollo de su individualidad. Todos los cerebros piden luz, todos los corazones quieren amor, todos los estómagos exigen pan. Hasta los opresores y explotadores necesitan verse emancipados de sí mismos porque son miserables esclavos sujetos a las preocupaciones de casta y secta” Gonzáles Prada, Manuel. Primero de Mayo. Marxists Internet Archive. 2012. (http://marxists.org/espanol/gonzalez_prada/1906/primerodemayo.h
Día Internacional de los Trabajadores

Imágenes de celebraciones del Día Internacional de los Trabajadores en varios países del mundo y en distintas épocas entre los siglos XX y XXI.
El Día Internacional de los Trabajadores o Primero de Mayo es la fiesta por antonomasia del movimiento obrero mundial. Es una jornada que se ha utilizado habitualmente para realizar diferentes reivindicaciones sociales y laborales a favor de las clases trabajadoras por parte, fundamentalmente, de los movimientos socialistas, anarquistas y comunistas, entre otros.
Desde su establecimiento en la mayoría de países (aunque la consideración de día festivo fue en muchos casos tardía) por acuerdo del Congreso Obrero Socialista de la Segunda Internacional, celebrado en París en 1889, es una jornada de lucha reivindicativa y de homenaje a los Mártires de Chicago. Estos sindicalistas anarquistas fueron ejecutados en Estados Unidos por participar en las jornadas de lucha por la consecución de la jornada laboral de ocho horas, que tuvieron su origen en la huelga iniciada el 1 de mayo de 1886 y su punto álgido tres días más tarde, el 4 de mayo, en la Revuelta de Haymarket. A partir de entonces se convirtió en una jornada reivindicativa de los derechos de los trabajadores en sentido general que es celebrada en mayor o menor medida en todo el mundo.
En Estados Unidos, Canadá y otros países no se celebra esta conmemoración. En su lugar se celebra el Labor Day el primer lunes de septiembre en un desfile realizado en Nueva York y organizado por la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo (Knights of Labor, en inglés). El presidente estadounidense Grover Cleveland auspició la celebración en septiembre por temor a que la fecha de mayo reforzase el movimiento socialista en los Estados Unidos desde 1882. Canadá se unió a conmemorar el primer lunes de septiembre en vez del primero de mayo a partir de 1894.
Historia.
Origen de la conmemoración.
Los hechos que dieron lugar a esta celebración están contextualizados en los albores de la Revolución Industrial en los Estados Unidos. A finales del siglo XIX Chicagoera la segunda ciudad en número de habitantes de EE. UU. del oeste y del sudeste llegaban cada año por ferrocarril miles de ganaderos desocupados, creando las primeras villas humildes que albergaban a cientos de miles de trabajadores. Además, estos centros urbanos acogieron a emigrantes llegados de todo el mundo a lo largo del siglo XIX.
La reivindicación de la jornada laboral de 8 horas de trabajo.

La mayoría de los obreros estaban afiliados a la Noble Orden de los Caballeros del Trabajo, pero tenía más preponderancia la American Federation of Labor (Federación Estadounidense del Trabajo), inicialmente socialista (aunque algunas fuentes señalan su origen anarquista). En su cuarto congreso, realizado el 17 de octubre de 1884, ésta había resuelto que desde el 1 de mayo de 1886 la duración legal de la jornada de trabajo debería ser de ocho horas, yéndose a la huelga si no se obtenía esta reivindicación y recomendándose a todas las uniones sindicales que tratasen de hacer leyes en ese sentido en sus jurisdicciones. Esta resolución despertó el interés de las organizaciones, que veían la posibilidad de obtener mayor cantidad de puestos de trabajo con la jornada de ocho horas, reduciendo el paro.
En 1868, el presidente Andrew Johnson promulgó la llamada ley Ingersoll,2 estableciendo la jornada de ocho horas. Al poco tiempo, diecinueve estados sancionaron leyes con jornadas máximas de ocho y diez horas, aunque siempre con cláusulas que permitían aumentarlas a entre 14 y 18 horas. Aun así, debido a la falta de cumplimiento de la ley Ingersoll, las organizaciones laborales y sindicales de EE. UU. se movilizaron. La prensa generalista de Estados Unidos, reaccionaria y alineándose con las tesis empresariales, calificaba el movimiento como «indignante e irrespetuoso», «delirio de lunáticos poco patriotas», y manifestó que era «lo mismo que pedir que se pague un salario sin cumplir ninguna hora de trabajo».3
El día 1 de mayo, la huelga.
El 1 de mayo de 1886, 200 000 trabajadores iniciaron la huelga mientras que otros 200 000 obtenían esa conquista con la simple amenaza de paro.
En Chicago, donde las condiciones de los trabajadores eran mucho peor que en otras ciudades del país, las movilizaciones siguieron los días 2 y 3 de mayo. La única fábrica que trabajaba era la fábrica de maquinaria agrícola McCormick que estaba en huelga desde el 16 de febrero porque querían descontar a los obreros una cantidad de sus salarios para la construcción de una iglesia. La producción se mantenía a base de esquiroles. El día 2, la policía había disuelto violentamente una manifestación de más de 50 000 personas y el día 3 se celebraba una concentración en frente de sus puertas; cuando estaba en la tribuna el anarquista August Spies, sonó la sirena de salida de un turno de rompehuelgas. Los concentrados se lanzaron sobre los scabs (amarillos) comenzando una pelea campal. Una compañía de policías, sin aviso alguno, procedió a disparar a quemarropa sobre la gente produciendo 6 muertos y varias decenas de heridos.
El periodista Adolf Fischer, redactor del «Arbeiter Zeitung», corrió a su periódico donde redactó una proclama (que luego se utilizaría como principal prueba acusatoria en el juicio que le llevó a la horca) imprimiendo 25 000 octavillas. La proclama decía:
Trabajadores: la guerra de clases ha comenzado. Ayer, frente a la fábrica McCormik, se fusiló a los obreros. ¡Su sangre pide venganza!
¿Quién podrá dudar ya que los chacales que nos gobiernan están ávidos de sangre trabajadora? Pero los trabajadores no son un rebaño de carneros. ¡Al terror blanco respondamos con el terror rojo! Es preferible la muerte que la miseria.
Si se fusila a los trabajadores, respondamos de tal manera que los amos lo recuerden por mucho tiempo.
Es la necesidad lo que nos hace gritar: ¡A las armas!.
Ayer, las mujeres y los hijos de los pobres lloraban a sus maridos y a sus padres fusilados, en tanto que en los palacios de los ricos se llenaban vasos de vino costosos y se bebía a la salud de los bandidos del orden…
¡Secad vuestras lágrimas, los que sufrís!
¡Tened coraje, esclavos! ¡Levantaos!
La proclama terminaba convocando un acto de protesta para el día siguiente, el cuatro, a las cuatro de la tarde, en la plaza Haymarket. Se consiguió un permiso del alcalde Harrison para hacer un acto a las 19.30 en el parque Haymarket. Los hechos que allí sucedieron son conocidos como la revuelta de Haymarket.4
La revuelta de Haymarket.
Se concentraron en la plaza de Haymarket más de 20 000 personas que fueron reprimidas por 180 policías uniformados. Un artefacto explosivo estalló entre los policías produciendo un muerto y varios heridos. La policía abrió fuego contra la multitud matando e hiriendo a un número desconocido de obreros.
Se declaró el estado de sitio y el toque de queda deteniendo a centenares de trabajadores que fueron golpeados y torturados, acusados del asesinato del policía.
Estos hechos represivos fueron apoyados por una campaña de prensa con citas como:
Qué mejores sospechosos que la plana mayor de los anarquistas. ¡A la horca los brutos asesinos, rufianes rojos comunistas, monstruos sanguinarios, fabricantes de bombas, gentuza que no son otra cosa que el rezago de Europa que buscó nuestras costas para abusar de nuestra hospitalidad y desafiar a la autoridad de nuestra nación, y que en todos estos años no han hecho otra cosa que proclamar doctrinas sediciosas y peligrosas!
La Prensa reclamaba un juicio sumario por parte de la Corte Suprema, responsabilizando a ocho anarquistas y a todas las figuras prominentes del movimiento obrero.
El 21 de junio de 1886, se inició la causa contra 31 responsables, que luego quedaron en ocho. Las irregularidades en el juicio fueron muchas, violándose todas las normas procesales en su forma y fondo, tanto que ha llegado a ser calificado de juicio farsa. Los juzgados fueron declarados culpables. Tres de ellos fueron condenados a prisión y cinco a muerte, los cuales serían ejecutados en la horca. El detalle de las condenas es el siguiente:
- Prisión
- Samuel Fielden, inglés, 39 años, pastor metodista y obrero textil, condenado a cadena perpetua.
- Oscar Neebe, estadounidense, 36 años, vendedor, condenado a 15 años de trabajos forzados.
- Michael Schwab, alemán, 33 años, tipógrafo, condenado a cadena perpetua.
- A muerte
- George Engel, alemán, 50 años, tipógrafo.
- Adolf Fischer, alemán, 30 años, periodista.
- Albert Parsons, estadounidense, 39 años, periodista, esposo de la mexicana Lucy González Parsons aunque se probó que no estuvo presente en el lugar, se entregó para estar con sus compañeros y fue juzgada igualmente.
- August Vincent Theodore Spies, alemán, 31 años, periodista.
- Louis Lingg, alemán, 22 años, carpintero para no ser ejecutado se suicidó en su propia celda.
Las condenas fueron ejecutadas el 11 de noviembre de 1887.3 José Martí, que en ese tiempo estaba trabajando como corresponsal en Chicago para el periódico argentino «La Nación» lo narro así;
… salen de sus celdas. Se dan la mano, sonríen. Les leen la sentencia, les sujetan las manos por la espalda con esposas, les ciñen los brazos al cuerpo con una faja de cuero y les ponen una mortaja blanca como la túnica de los catecúmenos cristianos. Abajo está la concurrencia, sentada en hilera de sillas delante del cadalso como en un teatro… Firmeza en el rostro de Fischer, plegaria en el de Spies, orgullo en el del Parsons, Engel hace un chiste a propósito de su capucha, Spies grita: «la voz que vais a sofocar será más poderosa en el futuro que cuantas palabras pudiera yo decir ahora». Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable…3
Los sucesos de Chicago además costaron la vida de muchos trabajadores y dirigentes sindicales; no existe un número exacto, pero fueron miles los despedidos, detenidos, procesados, heridos de bala o torturados. La mayoría eran inmigrantes europeos: italianos, españoles, alemanes, irlandeses, rusos, polacos y de otros países eslavos.
Consecución de la jornada laboral de ocho horas.
A finales de mayo de 1886 varios sectores patronales accedieron a otorgar la jornada de 8 horas a varios centenares de miles de obreros. El éxito fue tal, que la Federación de Gremios y Uniones Organizadas expresó su júbilo con estas palabras: «Jamás en la historia de este país ha habido un levantamiento tan general entre las masas industriales. El deseo de una disminución de la jornada de trabajo ha impulsado a millones de trabajadores a afiliarse a las organizaciones existentes, cuando hasta ahora habían permanecido indiferentes a la agitación sindical».
La consecución de la jornada de 8 horas marcó un punto de inflexión en el movimiento obrero mundial. El propio Federico Engels en el prefacio de la edición alemana de 1890 de «El manifiesto comunista» dice:
Pues hoy en el momento en que escribo estas líneas, el proletariado de Europa y América pasa revista a sus fuerzas, movilizadas por vez primera en un solo ejército, bajo una sola bandera y para un solo objetivo inmediato: la fijación legal de la jornada normal de ocho horas, proclamada ya en 1866 por el Congreso de la Internacional celebrado en Ginebra y de nuevo en 1889 por el Congreso obrero de París. El espectáculo de hoy demostrará a los capitalistas y a los terratenientes de todos los países que, en efecto, los proletarios de todos los países están unidos. ¡Oh, si Marx estuviese a mi lado para verlo con sus propios ojos!56
Consolidación y extensión durante el siglo XX.

Por ejemplo, en Turquía se produjo el 1 de mayo de 1977 la masacre de la Plaza Taksim en Estambul, con un saldo de decenas de muertos;7 la masacre se produjo en medio de un clima de enfrentamiento entre izquierda y derecha a lo largo de toda la década de 1970 que finalizó con el golpe de Estado del 12 de septiembre de 1980.
Tras los sucesos en Estados Unidos, la Segunda Internacional dio un gran impulso a los intentos por convertir el 1º de mayo en un día festivo, siempre reivindicando simultáneamente la reducción a ocho horas de la jornada laboral. En 1904, la II Internacional reunida en Ámsterdam pidió a «todos los partidos, sindicatos y organizaciones socialdemócratas luchar energéticamente en el Primero de Mayo para lograr el establecimiento legal de la jornada de 8 horas y que se cumplieran las demandas del proletariado para conseguir la paz universal». Al mismo tiempo el congreso hizo «obligatoria a las organizaciones proletarias de todos los países dejar de trabajar el 1 de mayo, siempre que fuera posible y sin perjuicios para los trabajadores».8 De esta forma, en todo el mundo las organizaciones trataron de hacer del Primero de Mayo un día festivo oficial en honor a la clase obrera, lo cual se logró paulatinamente en la mayoría de países.
La Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT),La tendencia en que se encuadran las organizaciones integrantes pertenece al anarcosindicalismo o al sindicalismo revolucionario y los grupos anarquistas a nivel mundial nunca han considerado la fecha del 1 de mayo como una fiesta festiva, sino revindicativa y combativa.
En Europa durante la segunda década del siglo se fueron sucediendo algunos hitos. El 23 de abril de 1919, el senado de Francia ratificó la jornada laboral de ocho horas e hizo que por primera vez el 1 de mayo de 1919 fuera un día no laborable. Dos meses antes en España, la célebre huelga de La Canadiense, dirigida por los movimientos anarquistas en Barcelona, había conseguido que se aprobara en todo el país el Decreto de la jornada de ocho horas de trabajo,9 haciendo de España el primer país de Europa en promulgar esta reivindicación,1011 si bien años después, entre 1923 y 1930, el día del trabajo se celebró sin manifestaciones, debido a la privación de este derecho durante la dictadura militar del general Primo de Rivera, aunque de 1931 a 1936, durante la República, se conmemoró en las principales ciudades españolas.1210
Tras la Segunda Guerra Mundial y la adopción del socialismo como sistema económico en numerosos países de Europa y Asia, y más tarde en África y América, se dio un nuevo impulso al Día de los Trabajadores, al tiempo que en los países capitalistas de Europa, la influencia de los partidos de izquierdas crecía, y con ellos las celebraciones en este día. Por tanto, el Primero de Mayo se convirtió durante la segunda mitad del siglo XX en un día de grandes celebraciones oficiales, manifestaciones populares y desfiles militares en países como la Unión Soviética donde se hicieron célebres los grandes desfiles frente al Kremlin de Moscú y el mausoleo de Lenin,13 la República Democrática Alemana o China.
En 1954, el papa Pío XII declaró el 1 de mayo festividad de San José Obrero, en la Plaza de San Pedro de Roma, añadiendo un mensaje católico a este día, y abriendo un nuevo concepto de «obreros católicos», con reivindicaciones sociales y fe, siempre en oposición a los métodos e ideas de organizaciones comunistas, y socialistas, o anarquistas, principales organizadores de la celebración y hostiles en general a la religión. Por contra, sobre todo en Estados Unidos se desalentaron tanto desde las empresas como desde el gobierno las celebraciones del 1º de mayo, para evitar una mayor influencia de los partidos y sindicatos de izquierda en el país en plena Guerra Fría con el bloque socialista. En Portugal por ejemplo, el Día Internacional de los Trabajadores se comenzó a celebrar libremente tras el triunfo de la Revolución de los claveles el 25 de abril de 1974 y en España no se celebró entre 1939 y 1977, durante la dictadura de Francisco Franco.
Debido al clima de reivindicación por un lado y la división del mundo por otro durante la segunda mitad del siglo XX, las celebraciones del Día Internacional de los Trabajadores derivaron en algunas ocasiones en numerosos enfrentamientos, disturbios y masacres, que provocaron o fueron motivo de cambios políticos con relevancia nacional e internacional en algunos casos.
Siglo XXI y actualidad.
En la actualidad, muchos países rememoran el Primero de Mayo como el origen del movimiento obrero moderno. Hay algunos que no lo hacen, siendo en general países de colonización británica, como los Estados Unidos de América y Canadá, que celebran el Labor Day (Día del Trabajo) el primer lunes de septiembre; Nueva Zelanda, el cuarto lunes de octubre. En Australia, cada estado federal decide la fecha de celebración: el primer lunes de octubre en el Territorio de la Capital Australiana, Nueva Gales del Sur y Australia Meridional; el segundo lunes de marzo, en Victoria y Tasmania; el primer lunes de marzo, en Australia Occidental; y el primero de mayo en Queensland y el Territorio del Norte. Debido a que la festividad tiene un carácter oficial en muchos países, actualmente parte de la población continúa participando en las celebraciones y sus reivindicaciones, mientras que otra parte toma el día de descanso para actividades de ocio, etc.
Véase también.
Referencias.
- Se atribuye a Thomas Embling, médico, activista social y parlamentario del Estado australiano de Victoria, la acuñación de este eslogan en 1856: Kennedy, Richard (1972). «Embling, Thomas (1814–1893)». Australian Dictionary of Biography. Consultado el 4 de mayo de 2016.
- Gómez, Arturo (19 de abril de 2009). «Ley Ingersoll». Resumen de Historia. Archivado desde el original el 4 de mayo de 2012. Consultado el 24 de abril de 2015.
- :a b c La Historia del 1º de Mayo
- La Historia del 1º de Mayo Fundación Francisco Largo Caballero. Unión General de Trabajadores de España UGT
- *Marx y Engels. Manisfesto del partido Comunista. Obras Escogidas. ISBN.
- *Marx y Engels (1971). El manifiesto comunista. La Habana: Editorial de Ciencias Sociales, instituto Cubano del Libro. ISBN.
- Özcan, Emine. «1977 1 Mayıs Katliamı Aydınlatılsın». Internet Archive. Bianet. Archivado desde el original el 7 de agosto de 2011. Consultado el 24 de abril de 2015.
- Diario de Anatoly Vasilyevich Lunacharsky; 1 de mayo de 1918; Petrogrado.
- Cataluña contemporánea, II, 1900-1939 (Estudios de Historia Contemporánea, Albert Balcells, Siglo XXI editores, 1974, ISBN 84-323-0160-4, pág. 89
- a b de la Calle Velasco, Mª Dolores (2003). «El Primero de Mayo y su transformación en San José Artesano.». Ayer (Asociación de Historia Contemporánea) Nº 51 2003. ISSN 1134-2277, ISSN-e 2255-5838, Nº 51, 2003 (Ejemplar dedicado a: Los días de España), págs. 87-113. Consultado el 15 de mayo de 2014.
- Nueva Tribuna (28 de abril de 2011). «121 Primeros de Mayo». http://www.nuevatribuna.es. Consultado el 10 de mayo de 2014.
- Remo (1 de mayo de 2012). «Un repaso a la historia: cuando el día del Trabajo en España se celebraba el 18 de julio». http://www.elblogsalmon.com/. Consultado el 15 de mayo de 2014.
- «20 Years Since The Fall of the Soviet Union» (en inglés). The Atlantic. 23 de diciembre de 2011. Consultado el 24 de abril de 2015.
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