
La magnitud de las protestas no había sido prevista por el gobierno francés, y puso contra las cuerdas al gobierno de Charles de Gaulle, que llegó a temer una insurrección de carácter revolucionario tras la extensión de la huelga general. Sin embargo, la mayor parte de los sectores participantes en la protesta no llegaron a plantearse la toma del poder ni la insurrección abierta contra el Estado, y ni tan siquiera el Partido Comunista Francés llegó a considerar seriamente esa salida.2 El grueso de las protestas finalizó cuando De Gaulle anunció las elecciones anticipadas que tuvieron lugar el 23 y 30 de junio.
Los sucesos de mayo y junio en Francia se encuadran dentro de una ola de protestas protagonizadas, principalmente, por sectores politizados de la juventud que recorrió el mundo durante 1968. Estos sucesos se extendieron por la República Federal Alemana, Suiza, España, México, Argentina, Uruguay, Estados Unidos, Checoslovaquia e Italia, lo cual ampliaba la escala del antiguo refrán del siglo XIX afirmando que «cuando París estornuda, toda Europa se resfría».
Diferentes contextos.
Contexto económico.
La crisis de mayo de 68 en Francia surge al término de una década de prosperidad económica sin precedentes. Sin embargo, desde hacía un año se manifestaban los primeros síntomas serios de un grave deterioro de la situación económica. El número de desempleados aumentaba de forma notoria, y al empezar 1968 ya eran 500.000. La juventud se veía particularmente afectada, y las circunstancias habían llevado al gobierno a crear en 1967 la ANPE (Agence nationale pour l’emploi). La crisis industrial amenazaba ya a muchos sectores, y la larga huelga de los mineros de 1963 había sido muestra del profundo malestar de la minería francesa ante un declive imparable. En 1968, dos millones de trabajadores cobraban el SMIG (Salaire minimum interprofessionnel garanti, salario mínimo interprofesional) y se sentían excluidos de la prosperidad. Los sueldos reales empezaban a bajar y crecía la preocupación por las condiciones de trabajo.
En las afueras de las grandes urbes, unas extensas barriadas de chabolas, los bidonvilles, se habían extendido desde mediados de la década de 1950. El más poblado, el de Nanterre, alcanzaba los 14.000 habitantes en 1965 y se encontraba justo enfrente de la universidad donde iban a surgir los primeros movimientos contestatarios estudiantiles.3
Contexto político.
Internacionalmente, la década de 1960 vivió una serie de cambios a nivel mundial que llevaron al cuestionamiento del sistema de dominación europeo y, sobre todo, estadounidense sobre los territorios coloniales o recientemente independizados de África, Asia y América Latina. El triunfo de la Revolución cubana y el auge de movimientos izquierdistas en Latinoamérica, y especialmente la guerra de Vietnam generaron un amplio movimiento de solidaridad en gran parte de Europa y de los propios Estados Unidos que canalizaron la oposición al imperialismo.
En Francia estos movimientos tienen su génesis durante la guerra de Indochina y de Argelia, que provocaron una fuerte polarización en la sociedad francesa desde principios de la década de 1960. En octubre de 1961 una manifestación pacífica de argelinos en París acabó con una fuerte represión policial que provocó más de 200 muertos,4 cuyos cuerpos fueron arrojados al Sena en una acción que fue silenciada en el primero de los grandes apagones informativos de esta época. También a raíz de este suceso aparece públicamente por primera vez una corriente estudiantil radical que se manifestará contra la actuación policial a través de dos organizaciones recientemente creadas: el Comité Anticolonialista y el Frente Universitario Antifascista (FUA). Al año siguiente, en febrero de 1962, una manifestación convocada por el Partido Comunista Francés y la Confederación General del Trabajo acabó con nueve muertos aplastados en la estación de metro de Charonne.4 Estos dos sucesos provocaron un sentimiento de rechazo hacia los CRS (policía antidisturbios). Durante este periodo, grupos estudiantiles como el sindicato universitario Unión Nacional de Estudiantes de Francia se desplazaron hacia la izquierda en el contexto de oposición a la guerra de Argelia, al tiempo que iban surgiendo nuevos movimientos como el Comité Vietnam de Base y el Comité Vietnam Nacional (aparecidos en 1967 y 1966 respectivamente) que organizaron importantes movilizaciones antimperialistas y protagonizaron gran parte de la agitación universitaria anterior a 1968. El desarrollo de la Revolución Cultural en China también generó un nuevo referente para una parte de los sectores izquierdistas franceses, que vieron en el maoísmo una nueva base ideológica, alejada del PCF y de la Unión Soviética, y menos dogmática y mucho más innovadora con respecto al marxismo clásico soviético.
También a raíz de la guerra de Argelia surgen importantes movimientos ultraderechistas que abogaban por la defensa de la Argelia francesa, como la OAS (Organización del Ejército Secreto, por sus siglas en francés) y los grupos Occident, Ordre Nouveau o Jeune Nation. Estos movimientos se enfrentaron durante la década de los 60 con los movimientos estudiantiles y obreros izquierdistas tanto en las universidades como en las calles de las principales ciudades, generando una polarización cada vez mayor en los distintos sectores de la sociedad francesa.
En cuanto al gobierno francés, la figura del general De Gaulle, en el poder desde 1958, sufre un desgaste palpable en los resultados electorales. En las elecciones a la presidencia de la República de 1965, las primeras con sufragio universal desde 1948, De Gaulle no había logrado la mayoría absoluta requerida en la primera ronda de votaciones, seguido de cerca por François Mitterand ante la sorpresa general. En las elecciones de 1967 a la Cámara de los diputados, su mayoría había dependido de un sólo escaño. La oposición seguía reprochándole la manera en la que había accedido al poder en 1958, y la legitimidad del régimen gaullista se veía cada vez más ensombrecida por acusaciones de «golpe de Estado». A pesar de la bonanza económica de los últimos años, de los éxitos políticos (fin de la Guerra de Independencia de Argelia y procesos de descolonización) y de cierta aclimatación al régimen presidencialista de la V República Francesa, las prácticas autoritarias del general De Gaulle levantaban cada vez más críticas.
Por su parte, el movimiento obrero francés va a experimentar en esta década una fuerte radicalización y cierto alejamiento de las cúpulas sindicales mayoritarias como la CGT. Desde 1961 se van a suceder huelgas violentas y ocupaciones de fábricas, en muchas ocasiones de forma más o menos espontánea y contra los acuerdos de la dirigencia sindical. En 1963 se realizó una huelga violenta de mineros en la que se rechazaron los acuerdos de los sindicatos;
En 1964 hubo huelgas de los obreros de Renault (bajo la consigna «queremos tiempo para vivir») y en los astilleros de Nantes; los obreros del grupo químico Rhodiaceta de Lyon y Besançon mantuvieron una huelga durante todo el mes de diciembre de 1967 y, en enero de 1968, se produjeron disturbios en Caen en los que participaron obreros, agricultores y estudiantes y que se saldó con más de 200 heridos. Estas fueron las primeras huelgas desde 1936 en las que los obreros ocuparon las fábricas, y durante toda la década gran parte de Francia se vio afectada por este movimiento obrero.4 Grupos estudiantiles e intelectuales comenzaron una estrategia de acercamiento a los conflictos obreros en este periodo, comenzando a trabajar en las fábricas como parte de la actividad militante y realizando encuentros en las casas de los obreros.5 En este plano de acercamiento entre movimiento estudiantil y un movimiento obrero radicalizado al margen de las cúpulas sindicales se sentaban las bases para la agitación de mayo y junio.
Contexto cultura.

Es además en los años 60 cuando los jóvenes se convierten en una categoría socio-cultural logrando su reconocimiento como un actor social que establece procesos de adscripción y diferenciación entre sus opciones y las de los adultos. Estos procesos se desarrollan a través de las subculturas juveniles nacidas a partir de finales de los años 1950, dentro de movimientos contraculturales como la cultura underground y los movimientos beatnik y hippie. Esta juventud tenía sus propios ídolos musicales como los Beatles, Rolling Stones, cantautores como Bob Dylan y Léo Ferré, etc. Muchos de estos movimientos cuestionaron y criticaron el estilo de vida plástico ofrecido por el mercado de consumo y la organización capitalista de la posguerra.6
En el plano filosófico varias obras y autores tuvieron gran influencia en una parte del movimiento: Wilhelm Reich, freudomarxista, cuyo manifiesto, «La revolución sexual», daba nombre a una de las consignas más repetidas; Herbert Marcuse con «El hombre unidimensional», publicado en Francia en 1964 y que tuvo que ser reeditado en el 68; Raoul Vaneigem, con el «Traité de savoir-vivre à l’usage des jeunes générations de 1967; Guy Debord con «La sociedad del espectáculo», también del 1967. Pierre Bourdieu y Jean-Claude Passeron publicaban en 1965 «Les étudiants et leurs études» donde hacían una ácida crítica al sistema educativo francés y sus mecanismos de reproducción social, que permitían a las elites conservar su poder de generación en generación. Mientras tanto en École Normale Supérieure, el filósofo marxista Louis Althusser formaba una generación de pensadores marxista-leninistas que formaron el embrión de las primeras organizaciones maoístas.
Evolución de los acontecimientos.
Eventos previos.
El 8 de enero de 1968, el ministro de Juventud y Deporte, François Missoffe, acude a la inauguración de una piscina en la Universidad de Nanterre. Los estudiantes recibieron al ministro con un sonoro abucheo a causa de su «Libro Blanco» acerca del estado de la juventud estudiantil. Durante el suceso un joven estudiante de sociología, Daniel Cohn-Bendit, provocó al ministro, reprochándole que su libro no tratara el problema sexual entre los jóvenes. Pese a que este incidente se quedó en una mera anécdota, permitió la visualización de Cohn-Bendit como una de las figuras mediáticas de los sucesos de mayo.1 Unos meses después, el 22 de marzo de 1968 un grupo de estudiantes se encierra en la Universidad de Nanterre en protesta por las normativas internas del centro, desocupando las instalaciones tras algunas negociaciones y la aparición de la policía. Esta acción daría origen al Movimiento 22 de marzo, el cual sería uno de los referentes de las movilizaciones de mayo y junio de ese año.
Inicio del movimiento.

El 3 de mayo ocho estudiantes implicados en las protestas, entre los que se encontraba Daniel Cohn-Bendit, acudieron a declarar a París mientras en la plaza de la Sorbona comenzaba a congregarse una gran cantidad de estudiantes vigilados por la policía, que finalmente cargaría contra la concentración. Ante esta situación, la Unión Nacional de Estudiantes y el Sindicato de Profesores llamaron a la huelga exigiendo la retirada de la policía y la reapertura de La Sorbona, así como la liberación de los estudiantes detenidos hasta el momento.
El lunes 6 de mayo los «ocho de Nanterre» acudieron a declarar ante el Comité de Disciplina de la Universidad. A su salida se realizó una nueva manifestación que concluyó con grandes enfrentamientos entre las barricadas levantadas en el Barrio Latino. La violencia de la policía provocó un sentimiento de solidaridad entre la mayor parte de la sociedad francesa (un 61% de los franceses simpatizaban en estos momentos con los estudiantes).2 Las manifestaciones se repiten al día siguiente, llegando hasta las inmediaciones del Eliseo
El punto de inflexión del movimiento se da en la noche del 10 de mayo, conocida como «la noche de las barricadas». Decenas de miles de estudiantes acuden a las barricadas del Barrio Latino. Las negociaciones iniciadas con el rectorado de la Sorbona fracasan, al tiempo que las autoridades siguen sin aceptar la liberación de los detenidos. La policía disuelve las barricadas por la fuerza, produciéndose los más duros enfrentamientos de todo el mes de mayo con cientos de heridos.1 Al día siguiente, carros blindados se desplegaron por la capital francesa.
La huelga obrera.

Con la transformación de un movimiento estudiantil surgido en una universidad del extrarradio en una huelga espontánea, los estudiantes tratarán de crear una unión con los trabajadores. Varios miles de estudiantes marcharon el 16 de mayo a Boulogne-Billancourt a encontrarse con los obreros encerrados en las fábricas pero, aunque se realizarán muestras recíprocas de solidaridad (ambos colectivos cantarán La Internacional en las puertas de las fábricas ocupadas), las verjas de los puestos de trabajo que los separaban no llegarán a abrirse. El 17 de mayo es creado el Consejo por el Mantenimiento de las Ocupaciones que apoya las huelgas salvajes y se opone a la moderación de los sindicatos.
En los días siguientes se sumarán a la huelga los controladores aéreos así como los trabajadores del carbón, del transporte, del gas, la electricidad y los periodistas de la radio y la televisión. En Nantes, los obreros y los agricultores cortaron los accesos a la ciudad y controlaron el precio de los productos ofrecidos en las tiendas, las cuales solo podían abrir con autorización del Comité de Huelga. En estos momentos, en muchos de los centros de trabajo en huelga, comienza a plantearse la cuestión del poder obrero en las empresas, poniendo verdaderamente en cuestión la autoridad del Estado y generando un auténtico vacío de poder.78
Ante esta situación, el gabinete de Pompidou acepta, el 25 de mayo, el abrir negociaciones con los representantes de los obreros en huelga. Estas negociaciones se plantean a tres bandas: patronos, sindicatos y gobierno. Las negociaciones concluyen el 27 de mayo con los Acuerdos de Grenelle, en los que se recoge un incremento del 35% en el salario mínimo industrial y del 12% de media para todos los trabajadores. Sin embargo, la mayor parte de los trabajadores en huelga rechazan el acuerdo. Al día siguiente François Mitterrand, en rueda de prensa, pide al gobierno de De Gaulle su dimisión, afirmando que desde el 3 de mayo no había Estado, y se postula como candidato a la presidencia.
La reacción de De Gaulle.
El 29 de mayo De Gaulle desaparece sin llegar a asistir al Consejo de Ministros convocado para esa mañana. En las calles de París, los manifestantes que se dirigían hacia la Estación ferroviaria de San Lázaro (la Gare Saint-Lazare), donde se concentraban los ferroviarios en huelga bajo el lema «Por un cambio político de progreso social y de democracia», y gritan consignas como «¡Adiós De Gaulle!» Los gaullistas, por su parte, convocan para el 30 de mayo una manifestación «En defensa de la República» en los Campos Elíseos, a la que acuden más de 300.000 personas mostrando su apoyo al Presidente.
De Gaulle, por su parte, había acudido a Baden-Baden, en la República Federal Alemana, para entrevistarse con el general Charles Massu, comandante en jefe de las fuerzas francesas estacionadas en Alemania, provocando una gran inquietud ante la posibilidad de que el presidente decidiera recurrir al ejército. El mismo día 30, De Gaulle regresa a París y se dirige al país por la radio anunciando que no dimitirá, al tiempo que disuelve la Asamblea y convoca elecciones en un plazo de 40 días.
Con estas declaraciones, queda claro que la única forma de derribar al gobierno es mediante un alzamiento que ninguno de los sectores en lucha está dispuesto a llevar a cabo.27 Sin embargo los disturbios aún continúan, pese a que distintas empresas comienzan a retornar al trabajo tras diversas conversaciones locales que tomaban como base los Acuerdos de Grenelle, aceptándose el pago de los días de huelga. Los incidentes se trasladaron de París a los núcleos industriales donde continuaban las huelgas. El 7 de junio en Flins se produjeron violentos enfrentamientos entre los CRS, que acudieron a desalojar a los trabajadores encerrados en las fábricas, y los estudiantes y obreros en huelga. El día 10 un joven estudiante de secundaria muere en los enfrentamientos, lo que provoca nuevos disturbios en París. El 12 de junio, De Gaulle decreta la disolución e ilegalización de los grupos de extrema izquierda y prohíbe las manifestaciones callejeras durante dieciocho meses. En total una decena de colectivos izquierdistas son ilegalizados, sus publicaciones prohibidas y varios de sus líderes arrestados.49 El día 15 Raymond Marcellin, Ministro de Interior desde el 31 de mayo, amnistió a 50 militantes presos de la OAS condenados por asesinato, entre los que se encontraban generales de la extrema derecha como Raoul Salan (que habían conspirado para derrocar a De Gaulle) con el objetivo de crear grupos de acción ciudadana contra los «elementos incontrolables».410 Durante un violento mes de junio, la totalidad de los centros de trabajo vuelven a la normalidad, bien por acuerdos de los trabajadores, bien por la intervención policial.
Elecciones.
Los días 23 y 30 de junio se celebrarían las elecciones legislativas, de las que la gaullista Unión de Demócratas por la República saldría fortalecida con un 38% de los votos y 293 diputados, contando con sus aliados. El Partido Comunista, por su parte, sufrió un fuerte descenso en su representación en la cámara (no así en porcentaje de votos), pasando del 15 % de los sufragios y setenta y tres representantes al 20 % y treinta y cuatro diputados. Idéntica suerte sufrío la Federación de la Izquierda Democrática y Socialista (FGDS, por sus siglas en francés) de François Mitterrand, que perdió la mitad de sus diputados (61 frente a los 121 conseguidos el año anterior). La radicalización de los estudiantes franceses mostraba en la práctica una fuerte simpatía por el anarquismo y un rechazo por las estructuras políticas vigentes, incluyendo los sindicatos y partidos ya existentes y cuya disciplina no era del agrado de los manifestantes. Este estado de ánimo hizo que muchos obreros y estudiantes, si bien unidos en el rechazo al autoritarismo degaullista, rechazaran el liderazgo de los partidos comunistas y socialistas, negando la validez de su autoridad.
Consecuencias de mayo del 68.
Tras las elecciones de junio, el gobierno francés reconoció la necesidad de emprender una política de reformas profundas para hacer frente al malestar social existente en el país. En abril de 1969 se celebró un referéndum sobre el proyecto de regionalización (una de las principales reivindicaciones políticas de aquellos momentos era una mayor descentralización del Estado) y la reforma del Senado, que De Gaulle planteó como un plebiscito sobre su gestión al anunciar que abandonaría la presidencia si no triunfaba el SÍ. Sin embargo, los franceses votaron mayoritariamente por el no, provocando la retirada de De Gaulle de la escena política. Estos resultados mostraron que De Gaulle y su generación no eran, para la población francesa, los que podían llevar a cabo la reforma social y política que necesitaba el país. La derrota gaullista marca el inicio del fin de la generación de líderes políticos que habían dirigido Europa Occidental desde el fin de la II Guerra Mundial, al tiempo que enterraba el modelo de liderazgo personalista que hasta el momento había marcado la Quinta República francesa.11
Por su parte, el sindicalismo comenzó en 1969 las conversaciones previstas en los Acuerdos de Grenelle. Durante los primeros años de la década de los 70 se registraron nuevos conflictos laborales, en ocasiones con carácter violento como las huelgas de Renault durante marzo y abril de 1973. También se produjeron experiencias excepcionales como la de la empresa Lip, en la que mil trabajadores ocuparon la fábrica de relojes amenazada de cierre y durante 3000 días continuaron la producción bajo control obrero, hasta conseguir un acuerdo final que salvaba los puestos de trabajo.12 Se va a experimentar, por tanto, un mantenimiento de la conflictividad laboral en Francia durante los años posteriores a 1968 si bien la postura de las principales centrales sindicales no va a variar sustancialmente durante los congresos confederales que se celebrarán entre 1969 y 1970.12
Véase también.
- Consejo por el Mantenimiento de las Ocupaciones
- Movimientos sociales de 1968
- Primavera de Praga
- Movimiento estudiantil en México de 1968
- Incidentes de 1968 en España
Referencias.
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- Los grupos izquierdistas ilegalizados fueron: la Juventud Comunista Revolucionaria, Voz Obrera, «Révoltes», Comité de Enlace de Estudianes Revolucionarios, Unión de Juventudes Comunistas (marxistas-leninistas), Partido Comunista Marxista-Leninista de Francia, Federación de la Juventud Revolucionaria, Partido Comunista Internacional, Organización Comunista Internacional y el Movimiento 22 de marzo. Citado por Kristin Ross.
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- Varios autores, Los sucesos de mayo en Francia a través de 100 empresas, Ibérico Europea de Ediciones, Madrid, 1970.
Enlaces externos.
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Mayo del 68: la revolución que jamás tuvo lugar
Una revuelta callejera que conmocionó al mundo.
POR
“Cuanto más lejana está la revolución más seductora es”
Anónimo.
Un viejo dicho popular francés afirma que cuando París tiene fiebre, tiembla Francia entera. La ciudad se ubica en el centro simbólico y político de la nación. Durante el mes de mayo, y la primera quincena de junio del año 1968, Francia entera tembló, conmocionada por los vertiginosos acontecimientos que, desatados por una rebelión estudiantil, se extendieron como reguero de pólvora.
Una revuelta -más cultural que política-, que comenzó en el suburbio parisino de Nanterre, terminaría paralizando todo el país. Un gobierno orgulloso y seguro de sí mismo se vio empujado hasta el borde del abismo. Comenzó los primeros días de mayo; a mediados del mes ya se habían unido los obreros. Hacia finales de mayo los franceses creían que vivían una nueva revolución; sin embargo, al concluir el mes de junio se habían disuelto los últimos conatos revolucionarios tan rápido como habían surgido. ¿Qué sucedió? ¿Por qué una revuelta estudiantil se transformó en una revolución fallida? ¿Por qué fracasó? ¿Realmente fracasó?
Este centralismo del poder, montado en el fuerte presidencialismo explica por qué la huelga de mayo de 1968 se extendió tan rápidamente, al punto de paralizar al país y crear tal vacío de poder que durante varios días los franceses vivieron una verdadera situación revolucionaria. Había una sensación generalizada de ausencia de autoridad, de que, para bien o mal, las cosas iban a cambiar para siempre.
De Gaulle había logrado poner fin a la sangrienta guerra de Argelia que había dejado en entredicho el liderazgo moral de Francia en todo el mundo. Lo que fue la Guerra de Vietnam para el movimiento estudiantil norteamericano fue la Guerra de Argelia para el movimiento estudiantil francés. Al igual que Vietnam sirvió para que la juventud norteamericana observara el verdadero rostro del poder de su país, la guerra de Argelia había despertado las conciencias de los jóvenes franceses, menos embriagados que sus padres por el triunfalismo de posguerra y el nivel de vida de la población. Ellos eran conscientes de lo mucho que el colonialismo francés en Argelia se parecía al fascismo. La guerra de Argelia forjó en gran medida las luchas antiimperialistas, descolonizadoras y los movimientos de liberación nacional que proliferaron a lo largo de las décadas del cincuenta y sesenta por toda Francia y el Mundo.
Lo que se etiqueta como ‘mayo del 68’ en París, ni se limita a mayo, ni al año 68, ni a París, sino que forma parte de complejos procesos sociales y geopolíticos que hicieron de los últimos años de la década del sesenta, un periodo decisivo para el orden global. Fue en 1968, cuando los estudiantes se rebelaron desde los Estados Unidos y México en Occidente, hasta Polonia, Checoslovaquia y Yugoslavia en el bloque socialista, estimulados en gran medida por la extraordinaria erupción de mayo en París. Lo que cruzaba esta manifestación global de descontento fue una enorme insatisfacción por el poder en todas sus formas.
La revuelta parisina se explica si se tiene en cuenta el aumento considerable en el acceso a la educación superior en Francia. En 1968 la universidad francesa ofrecía oportunidades de acceso sin par en el continente, aunque los criterios para mantenerse allí eran muy exigentes. De 175.000 estudiantes matriculados en 1958, se pasó a 500.000 en 1968. La universidad francesa se caracteriza por su universalidad, su altísima calidad técnica y humanística, pero además por su carácter centralista y monolítico, por su autoritarismo y verticalismo. Esta situación era aún más acentuada en 1968 donde los estudiantes casi no tenían voz en los espacios de poder, negociación y decisión estudiantiles.
Cohn-Bendit, era el líder del movimiento más notorio y mediático de todos cuantos participaron en las revueltas, el Movimiento 22 de marzo. Esta era tan solo una de múltiples organizaciones estudiantiles de distinto cuño político que tenían en común un rechazo a la autoridad en abstracto. Siguiendo un código antiautoritario que rechazaba el liderazgo y bajo la sombra ejemplarizante de los movimientos estudiantiles radicales de Berlín, Roma y Berkeley, los estudiantes de Nanterre protestaron tanto contra el imperialismo norteamericano como contra la brutalidad del estalinismo. Trataban de crear un espacio intermedio entre los bloques macizos de la guerra fría.
Por aquellos días, los ojos del mundo estaban puestos en París, y no sólo por las revueltas. Gracias la conferencia de paz para Vietnam, París se había convertido en la capital mundial de los mass media. Para evitar disturbios, Nanterre fue cerrada el 2 de mayo, y la protesta se trasladó de la periferia de la Ville-lumière a la Sorbona que cuatro días después sería cerrada por vez primera en sus setecientos años de historia. Los líderes de la protesta, Cohn-Bendit y Sauvageot, junto a seiscientos de sus compañeros fueron detenidos. El 10 de mayo se presentó el combate definitivo, la ‘noche de las barricadas,’ que radicalizó las posiciones de las partes.
Con el levantamiento de barricadas, París volvió a los viejos tiempos de las revueltas. Había dos territorios, dos ciudades: la de los manifestantes y la del poder. Un gran área del barrio Latino estaba liberada, la calle Gay-Lussac era el limite imaginario; el barrio Latino se convirtió simbólicamente en lugar de un orden nuevo durante tres semanas, fue una zona liberada, un lugar donde poder refugiarse, donde estar seguro. Había una atmósfera de fiesta detrás de las barricadas. Todo se veía simple, fácil, la toma de poder era inminente. Las barricadas no eran sólo medios de autodefensa; se convertían en símbolos de libertad.
El mundo observó por televisión las batallas campales en el barrio latino: los chicos con pañuelos en torno al cuello y el rostro (elemental protección contra el gas), el adoquín arrancado a las calles como arma contra el poder, las nubes de gas lacrimógeno, los policías con gafas oscuras y máscaras antigás, y los cuerpos retorcidos sobre al adoquín de obreros, estudiantes y policías, salieron en los noticieros de todo el orbe. En un mundo donde la televisión ya reinaba como el medio de difusión privilegiado, las imágenes de esa primavera en París se propagaron con rapidez y despertaron la solidaridad de los estudiantes de los cinco continentes.
A finales de mayo Francia estaba paralizada, no habían servicios públicos, ni una sola institución funcionaba, las basuras se acumulaban, la gasolina escaseaba, al igual que productos de primera necesidad; el poder se desmoronaba. Poco a poco el ánimo de la ciudadanía hacia los estudiantes cambió de carácter; surgieron las primeras protestas contra la protesta. Paradójicamente, los sindicatos no querían la revolución, sino pequeñas reformas negociadas con el Estado. La alianza entre estudiantes y obreros era frágil. Sus intereses eran diferentes. No podían amalgamarse en un grupo coherente cuando entre los mismos estudiantes, una multitud de singularidades, eliminaba cualquier posibilidad de formular denominadores comunes mínimos. Los estudiantes querían la revolución, apelaban a las utopías universalistas e igualitaristas en abstracto; los obreros querían reformas laborales inmediatas, concretas: mejoras en las condiciones salariales, vacaciones pagadas y reducción de la jornada laboral.

En medio de la crisis, De Gaulle opta por una inesperada salida: emprende un viaje a Rumania dejando como reemplazo al primer ministro Georges Pompidou, quien adoptando una posición más negociadora liberó a los detenidos y reabrió la Sorbona. Ello solo sirvió para que los estudiantes reocuparan las posiciones estratégicas detrás de las barricadas. El viaje de De Gaulle sirvió para fomentar en la población una sensación de vacío de poder. Al regresar a Francia el presidente optó por guardar silencio desapareciendo de las cámaras y reflectores. Rompió su mutismo el 24 de mayo, cuando apareció ante las cámaras convocando a un referendo sobre la continuidad de su mandato. Ello solo sirvió para radicalizar las posiciones de los estudiantes, que desconfiaban de este intento de legitimar el autoritarismo por vía plebiscitaria.
El gobierno entendió que había que negociar por separado con los obreros dado que los estudiantes se radicalizaban cada día más. Se optó por la política de zanahoria con los trabajadores y garrote con los estudiantes. Por su origen judío alemán, Cohn-Bendit fue deportado el 20 de mayo, despertando el vergonzoso recuerdo de antisemitismo en la memoria nacional francesa. Regresaría diez años después. A los sindicatos obreros se les hizo una oferta que satisfacía todas sus demandas, incluida un aumento salarial de un 35 por ciento, que los obreros aceptaron encantados. Su lucha había terminado.
La opinión pública, que con el transcurso de las semanas había dado la espada al movimiento estudiantil giró definitivamente a la derecha en las elecciones del 23 de junio de 1968, cuando los gaullistas obtuvieron el 43 por ciento de los votos, haciéndose con el control de la Asamblea Nacional. La izquierda perdió la mitad de sus escaños y los estudiantes se quedaron sin representación. El 17 de junio, los últimos estudiantes, quienes llevaban más de un mes ocupando la Sorbona, abandonaron los edificios. En agosto, de Gaulle ordenó que asfaltaran las calles adoquinadas del Barrio Latino. Era el tiempo de la restauración gaullista y la represión de los radicales. Paradójicamente, menos de un año después, el 28 de abril de 1969, de Gaulle renunciaba tras la derrota de su referendo para transformar la cámara alta del parlamento francés.
A pesar de que terminó convertida en una imagen más que un programa, la revuelta del sesenta y ocho tuvo éxito en apelar a nuevos derechos dentro de la democracia, incluido el derecho a cuestionar abiertamente la autoridad, provenga de donde provenga. Hoy nadie se atrevería a representar el movimiento de 1968 en una forma puramente crítica: todos los partidos políticos han tenido que adoptar, con diversos grados en sus programas, algunos aspectos de la agenda del 68. La fuerte idea de llevar la imaginación al poder, de develar la falta de imaginación de toda forma de poder; de expandir del campo de lo posible en la política como parte de una posición realista, es un legado que va más allá de los clichés, tan de moda a la hora de analizar lo que sucedió en esos días de la primavera de 1968.
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