HISTORIA DEL ANARQUISMO EN ESPAÑA

Historia de la Columna Durruti. 

Durruti y milicianos
Durruti y milicianos

La Columna Durruti, con cerca de 6,000 personas, fue la mayor columna anarquista (o unidad militar) formada durante la Guerra Civil Española. [1] 

Durante los primeros meses de la guerra, se convirtió en la organización militar más reconocida y popular que lucha contra Franco, y es un símbolo del movimiento anarquista español y su lucha por crear una sociedad igualitaria con elementos de individualismo y colectivismo. La columna incluía personas de todo el mundo. La filósofa Simone Weil luchó junto a Buenaventura Durruti en la columna Durruti, y sus recuerdos y experiencias de la guerra se pueden encontrar en su libro, «Écrits historiques et politiques». La columna de Durruti se militarizó en 1937, pasando a formar parte de la 26 División el 28 de abril.

Columna Durruti
Activo 1936-1939
País  España
Lealtad  CNTFAI
Rama Ejército republicano español
Tipo Columna
Papel Defensa casera
Guarnición / HQ Bujaraloz, provincia de Zaragoza, Aragón, (España)
Lema (s) Llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones 
Compromisos guerra civil Española
Comandantes
comandantes Buenaventura Durruti
Ricardo Sanz García

La columna se formó en Barcelona, Cataluña, (España), donde, el 18 de julio de 1936, los anarquistas comenzaron a luchar contra el general Goded y sus ejércitos. El gobierno republicano no había hecho nada para proteger a la ciudad del ejército rebelde bajo el mando del general Franco; Barcelona, Cataluña, (España) quedó indefensa. Ataque temeroso, las organizaciones anarquistas y comunistas como CNTFAI junto con la Unión General de Trabajadores (UGT), el Partido de los Trabajadores de la Unificación Marxista («Partit Obrer d’Unificació Marxista», POUM) y el Partido Socialista Unificado de Cataluña (El «Partit Socialista Unificat de Catalunya» (PSUC) se organizó en unidades de la milicia y tomó armas de los arsenales con el apoyo de las personas responsables de los arsenales, en su mayoría suboficiales. Los anarquistas, bajo el mando de Buenaventura Durruti, uno de los líderes más populares de la Federación Anarquista Ibérica atacaron los cuarteles Atarazanas / Drassanes. [2] Más tarde, la sede de la Columna Durruti fue atacada en Bujaraloz, Zaragoza, Aragón, (España), a medio camino entre Barcelona, Cataluña, (España) y Madrid, Comunidad de Madrid, (España).

Avanzada.

Con la intención de recuperar a Cataluña, (España) de los franquistas, Durruti y su columna se dirigieron hacia Zaragoza, Aragón, (España), que estaba controlada por el general Emilio Mola.[3] Pelearon su primera batalla en Caspe, Zaragoza, Aragón, (España), una ciudad ubicada a unos 100 kilómetros al sureste de Zaragoza, Aragón, (España). Allí se les unió un pequeño grupo de milicianos comandados por el Capitán Negrete de la Guardia Civil. [4] Cuando Durruti salió de Barcelona, Cataluña, (España), ​​había unas 2.500 personas en la columna, y antes de llegar a Zaragoza, Aragón, (España) su número había aumentado a 6.000. El avance se detuvo cerca de las orillas de la ciudad porque el coronel Villalba, el líder de todas las fuerzas republicanas, convenció a Durruti de que si reclamaba Zaragoza, Aragón, (España), podría aislarse del resto de los combatientes. Hoy en día se duda si esa fue una buena decisión ya que las fuerzas republicanas eran más numerosas; Sin embargo, algunos afirman que en el caso de una batalla abierta, la falta de armas y suministros podría haber provocado un desastre total. [5] Durruti hizo su cuartel general temporal en Bujaraloz, Zaragoza, Aragón, (España). Esperar el momento más conveniente para atacar a Zaragoza, Aragón, (España) resultó ser un grave error porque, con el tiempo, las fuerzas de Franco se hicieron más poderosas allí e hicieron imposible recuperar la ciudad. [6] La ofensiva se detuvo en este punto y no hubo una batalla importante. La mayoría de los avances fueron pequeños y se iniciaron principalmente debido a las acciones de la guerrilla. Durruti se estaba concentrando en ayudar al colectivo.

Muerte de Durruti.

A principios de noviembre de 1936, Buenaventura Durruti con más de 3.000 personas de la columna se dirigió a Madrid, Comunidad de Madrid, (España). En ese momento, la capital de España estaba en grave peligro de ser alcanzada por los fascistas y Federica Montseny convenció a Durruti de abandonar Cataluña, (España). Su llegada a Madrid, Comunidad de Madrid, (España) fortaleció la moral de los habitantes. Se le ordenó defender y luego comenzó la ofensiva en Casa del Campo, Madrid, Comunidad de Madrid, (España). Eficientes en las batallas callejeras, los militantes no tenían el poder ni la experiencia suficientes para tener una oportunidad contra el ejército disciplinado y bien armado de Marruecos. Habiendo sufrido grandes bajas, la columna Durruti escapó del campo de batalla. El 19 de noviembre, Durruti recibió un disparo y murió en un hospital algún tiempo después. Los orígenes de la bala son desconocidos. Algunos dicen que fue una acción tomada por la responsabilidad de las fuerzas especiales soviéticas, otros que fue el fracaso del arma de Durruti.[7] La columna fue comandada por Ricardo Sanz García en Madrid, Comunidad de Madrid, (España) y por Lucio Ruano en el Frente de Aragón, (España). El coronel Romero tuvo desacuerdos con los anarquistas, solicitó el despido de Ricardo Sanz,[8] propuso la disolución de la columna Durruti y la distribución de sus hombres entre otras unidades. [9] En enero de 1937, el nuevo delegado general de la columna José Manzana permitió la militarización de la columna que luego se convirtió en parte de la 26 División.

Después de la columna de Durruti.

Debido a que las fuerzas soviéticas crecieron en el poder, las otras milicias se organizaron en un ejército regular y la Columna Durruti se transformó en la 26a división de infantería. Después de la guerra, muchos de los combatientes fueron encarcelados o ejecutados. Los que sobrevivieron y escaparon a Francia, que justo antes de la Segunda Guerra Mundial experimentaron un aumento de los sentimientos nacionalistas, fueron puestos en campos de concentración. Después de la invasión alemana de Francia, muchos de los ex combatientes anarquistas jugaron un papel importante en la resistencia francesa. Algunos lograron escapar a diferentes países de América Latina y se quedaron allí por el resto de sus vidas, a veces incluso organizando con los pueblos indígenas a los mini estados anarquistas en la selva, como hizo Antonio García Barón.[10]

Después del final de la Segunda Guerra Mundial, los ex combatientes republicanos experimentaron una gran decepción. Esperaban que los países democráticos liberaran a España de la dictadura franquista. Pero incluso México, que fue uno de los ayudantes más activos de los republicanos y Francia después de tanta ayuda, se negó a comenzar a luchar contra el dictador. Algunos de los anarquistas, muchos de ellos ex miembros de la columna Durruti, decidieron organizar su propia resistencia. Tenían su cuartel general en Francia, muchas veces colaboraron con ETA formada más tarde y no dejaron de luchar hasta el final del régimen. [11]

Colectivización.

La colectivización[12] del campo comenzó justo después de abandonar Barcelona, Cataluña, (España). Aunque la columna no se detuvo para liberar tantas áreas como otras columnas, debido a su tamaño, creó la mayoría de las comunas libertarias. Al principio hubo algunos actos de violencia y algunas personas se vieron obligadas a unirse a los colectivos. Pero se dice que Durruti mismo defendió a los individualistas que no querían trabajar compartiendo su tierra. [13] Estas personas se quedaron con la mayor cantidad de tierra que podían cultivar con sus familias sin mano de obra contratada y siempre podían unirse al colectivo. Dependiendo del lugar, los individualistas podrían haber sido sometidos a una presión económica más o menos fuerte para que se unieran a la comuna.

Organización.

El 20 de julio de 1936, Durruti y otros anarquistas como Juan García Oliver y Diego Abad de Santillán, participaron en una reunión con Companys, el Presidente de Cataluña, (España). Al día siguiente, como resultado de esa reunión, se formaron con otras organizaciones de izquierda El Comité Central de las Milicias Antifascistas. A pesar de ser mayoría, tomaron solo un tercio de los escaños del comité. [14] El Comité se encargó de suministrar y coordinar las acciones de las diferentes milicias. Después de algún tiempo, fue dominado por los comunistas. Se dice que la Columna Durruti es la primera formación militar anarquista con una disciplina basada en la solidaridad y la jerarquía pero no en los privilegios, solo las órdenes de atacar ciertos lugares. Durruti, como sucedió en otras columnas, acordó tener su propio asesor militar, en este caso fue el capitán Enrique Pérez Farras. [15] Debido a la falta de armamentos [16], la columna no participó en batallas abiertas y avanzó principalmente gracias a pequeñas acciones guerrilleras. También en Bujaraloz, Zaragoza, Aragón, (España), el lugar del Comité de Guerra, los combatientes recibieron servicios tales como: atención médica, alimentos y apoyo mecánico.

Grupo Internacional.

La columna también tenía un grupo internacional, que contenía combatientes de varios países, incluidos Alemania, Francia, Gran Bretaña y Estados Unidos. Varios siglos contenían extranjeros:

El grupo creció a aproximadamente 400 combatientes y funcionó como un grupo autónomo dentro de la estructura de comando de la columna. Aunque se utiliza principalmente como un batallón de choque, el grupo ocasionalmente realizó operaciones de guerrilla. La columna casi desapareció en octubre de 1936 después de una ofensiva en torno a la ciudad de Alcubierre, Huesca, Aragón, (España) a 50 kilómetros al noreste de Zaragoza, Aragón, (España). Todos menos dos del grupo (en ese momento, alrededor de 40) fueron asesinados, incluido el líder del grupo, el francés Louis Berthomieu. Sin embargo, nuevos miembros continuaron uniéndose, y el grupo luchó en Madrid en noviembre de 1936, y muchos miembros continuaron sirviendo en la 26 División después de la militarización de la columna. [18]

Miembros notables.

Ver también

Referencias

  1. ^ Antony Beevor Walka o Hiszpanię 1936-1939. Pierwsze starcie totalitaryzmów , título original La batalla por España. La Guerra Civil Española de 1936-1939 , Cracovia 2009, página 186
  2. ^ Antony Beevor Walka o Hiszpanię 1936-1939. Pierwsze starcie totalitaryzmów , título original La batalla por España. La Guerra Civil Española de 1936-1939 , Cracovia 2009, páginas 113-115.
  3. ^ » Los primeros días de la revolución española, Durruti y la columna Durruti … (a menudo mal escrito como Durutti) « .Recollectionbooks.com. 11 de diciembre de 2010. Archivado desde el original el 11 de noviembre de 2013 . Consultado el 6 de septiembre de 2013 .
  4. ^ Abel Paz Durruti en la revolución española AK Press 2007, página 482
  5. ^ José Andrés-Gallego, Luis de Llera, Juan Velarde, Nazario González España acutal – La Guerra Civil (1936-1939) , Madrid 1989, páginas 175-176
  6. ^ Abel Paz Durruti en la revolución española AK Press 2007, página 485
  7. ^ Abel de Paz. » La muerte de Durruti « . Blog.pedropaz.com .Consultado el 6 de septiembre de 2013 .
  8. ^ El coronel Romero acusó a Ricardo Sanz de maltratar a los soldados y de llevar prostitutas a las trincheras
  9. ^ Salas Larrazábal, Ramón . Historia del Ejército Popular de la República. Editora Nacional, Madrid (España) ISBN 84-276-1107-2 , p. 784, nota 5.
  10. ^ BBC , 8 de julio de 2008, encuentro último anarquista de España
  11. ^ para la historia del movimiento de resistencia anarquista ver: Tomasz Sajewicz Zapomniana wojna. Anarchiści w ruchu oporu przeciw rządom Franco 1939-1975 , Mielec-Poznań 2005
  12. ^ Para la organización de diferentes colectivos ver: Gaston Leval Wolna Hiszpania. Kolektywy podczas hiszpańskiej rewolucji 1936-1939 Poznań 2009
  13. ^ Gabriel Jackson «Breve historia de la guerra civil de España», título original Una historia concisa de la Guerra Civil española , 1974 Ruedo ibérico)
  14. ^ Antony Beevor Walka o Hiszpanię 1936-1939. Pierwsze starcie totalitaryzmów , título original La batalla por España. La Guerra Civil española 1936-1939 , Cracovia 2009, página 163
  15. ^ Barbara Gola, Franciszek Ryszka Hiszpania Warszawa 1999, página 203
  16. ^ para los números exactos ver: Abel Paz Durruti en la revolución española AK Press 2007, página 487
  17. ^ Antony Beevor (entre otros) describe el Sacco y Vanzetti centuria como compuesto por estadounidenses, pero Kenyon Zimmer ha encontrado que esta afirmación particular es falsa: Kenyon Zimmer, ‘Los otros voluntarios: anarquistas estadounidenses y la Guerra Civil española, 1936-1939’ , Revista para el Estudio del Radicalismo , x, no. 2 (otoño de 2016), 30, 47.
  18. ^ Paz, Durruti en la revolución española , 486-8, 550-1; Matt White, ‘En noviembre recordamos: miembros de IWW que lucharon en la Guerra Civil española’ en Industrial Worker , cx, no. 9 (noviembre de 2013), 9; Dieter Nelles, ‘La Legión Extranjera de la revolución: anarcosindicalistas y voluntarios alemanes en las milicias anarquistas durante la guerra civil española’ https://libcom.org/library/the-foreign-legion-revolution Libcom.org consultado el 30 de octubre de 2014 .
  19. ^ https://libcom.org/history/articles/1896-1937-louis-emile-cottin Libcom.org accedido el 31 de julio de 2018.
  20. ^ https://libcom.org/history/einstein-carl-1885-1940Libcom.org accedido el 31 de julio de 2018.
  21. ^ Alfonso Daniels, ‘Conociendo al último anarquista de España’, BBC World Online, 8 de julio de 2008.
  22. ^ https://libcom.org/history/articles/1913-2003-helmut-kirschey Libcom.org accedido el 31 de julio de 2018. Consulte la página en Wikipedia en alemán https://de.wikipedia.org/wiki/Helmut_Kirschey
  23. ^ Carl Marzani, La educación de un radical renuente, vol. 3: España, Munich y Dyring Empires , Topical Books, 1994.
  24. ^ https://libcom.org/history/thalmann-clara-1910-1987Libcom.org accedido el 31 de julio de 2018.

Bibliografía.

  • Abel Paz, Buenaventura Durruti 1896-1936: un soldado libertario en la Revolución española , Ediciones de París, 2000, 488 p. ISBN2-905291-98-2
  • (en español) Abel Paz y José Luis Gutiérrez Molina, Durruti en la Revolución Española , Fundación Anselmo Lorenzo de estudios libertarios, 1996, 773 p. ISBN84-86864-21-6
  • Robert Alexander, Los anarquistas en la guerra civil española , Lim Janus Publishing Company, 1999, 509 p. ISBN1-85756-400-6
  • Posty Pierre Marqués, España 1936. Corresponsales de guerra. El despacho final , L’Harmattan, 2008, 270 p. ISBN2-296-05562-1
  • (en español) Andreu Castells Peig, Las Brigadas internacionales de la guerra de España , Ariel, 1974, 685 p. ISBN84-344-2470-3
  • Julián Casanova (editado por Paul Preston y traducido por Andrew Dowling y Graham Pollok), Anarquismo, La República y guerra civil en España , 1931–1939, Routledge, 2005, 229 p. ISBN0-415-32095-X
  • José Valls Peirats (editado por Chris Ealham y traducido por Paul Sharkey), The CNT In The Spanish Revolution , ChristieBooks.com, 2005, 269 p. ISBN1-873976-24-0 .

 

 

La Columna Durruti

«Salid de vuestras casas. Arrojaos sobre el enemigo. No aguardéis un minuto más. En este preciso instante habéis de poner manos a la obra. En esta tarea han de destacarse los militantes de la CNT y de la FAI. Nuestros camaradas han de ocupar la vanguardia de los combatientes. Y si es preciso morir, hay que morir (…). Os decimos que Durruti y el que os habla García Oliver– partirán al frente de las columnas expedicionarias. Mandamos una escuadrilla de aviación para bombardear los cuarteles. Los militantes de la CNT y de la FAI han de cumplir con el deber que exige la hora presente. Emplead toda clase de recursos. No aguardéis a que yo finalice mi discurso. Abandonad vuestras casas, quemad, destruid. Batid al fascismo».

El anuncio de que se estaban organizando columnas obreras para marchar sobre Aragón suscitó enorme entusiasmo en Barcelona, Cataluña, (España). Los obreros acudieron a sus respectivos sindicatos para inscribirse como voluntarios y los Comités de Barrio comenzaron a tomar la iniciativa de instruir a los voluntarios en los campos de fútbol, u otros terrenos, en las normas más elementales de la lucha, así como en el lanzamiento de bombas de mano y el funcionamiento del fusil.

Entre los inscritos los había de todas las edades, yendo desde los catorce hasta los sesenta años. Y prevalecían activos y competentes militantes obreros y jóvenes libertarios. Inmediatamente se tomó conciencia de que si lo más capaz y mejor preparado de la CNT y de las Juventudes Libertarias salían para el frente, la retaguardia quedaría en manos de los últimos llegados, lo que podría poner en peligro el proceso de autogestión que se estaba llevando a cabo por los obreros, y que se extendía como mancha de aceite. El entusiasmo hubo de frenarse, reflexionando que si bien era importante pegar tiros, aún era más vital triunfar en la expropiación colectiva que se estaba llevando a término, y salir airosos en la nueva etapa económica y social, puesto que de ella dependería, en última instancia, el triunfo de la revolución con la afirmación de la capacidad política y económica de la clase obrera.

Esta movilización obrera era única en su género. No había sido decretada por nadie y brotaba directamente de la base. Los voluntarios discutían entre sí sobre la mejor manera de organizarse, porque no se quería resucitar ni el espíritu militarista ni la jerarquía de mando. Y fue de esas conversaciones entre los futuros combatientes que apareció la estructura y organización de las milicias, que se conservaría hasta la militarización general en marzo de 1937. La organización ideada era simple: diez hombres constituirían un grupo que nombraría un delegado; diez grupos formarían una centuria que elegiría a su vez su delegado de centuria; y cinco centurias formarían una Agrupación a cuya cabeza se situaría a un responsable que, junto con los delegados de centurias, formaría el Comité de Agrupación.

Pérez Farràs, en tanto que militar y asesor técnico que sería de la Columna Durruti que se estaba formando, inmediatamente mostró su desacuerdo sobre esa forma de organización, manifestándose pesimista sobre su valor combativo. Durruti se apercibió pronto que Pérez Farràs no sería mucho tiempo su asesor técnico-militar, y eligió al sargento de artillería Manzana, que comprendía mejor la psicología de los anarquistas hostiles a todo cuanto significara la práctica piramidal militar de manda y obedece. Como asesores, a Manzana y a Carreño, un maestro de escuela, Durruti les confió la tarea de dotar a la Columna con piezas de artillería, municiones y un cuerpo sanitario con médicos y enfermeras, dotados de un quirófano de urgencia.

Manzana, sin muchas explicaciones, comprendió pronto lo que Durruti deseaba de él, y se las compuso a las mil maravillas para cumplir su misión. Conocía a varios soldados de los que se incorporaron a la formación de la Columna, y también a algunos oficiales, y, contando con el apoyo de Durruti y con la idea de que pudieran servir de auxilio instructor a los demás, toda esa gente fue introduciéndose por entre los grupos formados, pero sin violencias, fraternalmente.

Sin embargo, por su lado, Pérez Farràs continuaba pensando de la misma manera, y terminó por plantear la cuestión directamente a Durruti:

«-Con ese método no se puede combatir».

Y Durruti le repuso:

«-Ya lo dije, y vuelvo ahora a repetirlo: durante toda mi vida me he comportado como anarquista, y el hecho de haber sido nombrado delegado responsable de una colectividad humana no puede hacer cambiar mis convicciones. Fue bajo esa condición que acepté cumplir la tarea que me ha encomendado el Comité Central de Milicias. Pienso -y todo cuanto está sucediendo a nuestro alrededor confirma mi pensamiento- que una milicia obrera no puede ser dirigida según las reglas clásicas del Ejército. Considero pues, que la disciplina, la coordinación y la realización de un plan, son cosas indispensables. Pero todo eso no se puede interpretar según los criterios que estaban en uso en el mundo que estamos destruyendo. Tenemos que construir sobre bases nuevas. Según yo, y según mis compañeros, la solidaridad entre los hombres es el mejor incentivo para despertar la responsabilidad individual que sabe aceptar la disciplina como un acto de autodisciplina.

Se nos impone la guerra, y la lucha que debe regirla difiere de la táctica con que hemos conducido la que acabamos de ganar, pero la finalidad de nuestro combate es el triunfo de la revolución. Esto significa no solamente la victoria sobre el enemigo, sino que ella debe obtenerse por un cambio radical del hombre. Para que ese cambio se opere es preciso que el hombre aprenda a vivir y conducirse como un hombre libre, aprendizaje en el que se desarrollan sus facultades de responsabilidad y de personalidad como dueño de sus propios actos. El obrero en el trabajo no solamente cambia las formas de la materia, sino que también, a través de esa tarea, se modifica a sí mismo. El combatiente no es otra cosa que un obrero utilizando el fusil como instrumento, y sus actos deben tender al mismo fin que el obrero. En la lucha no se puede comportar como un soldado que le mandan, sino como un hombre consciente que conoce la trascendencia de su acto. Ya sé que obtener esto no es fácil, pero también sé que lo que no se obtiene por el razonamiento no se obtiene tampoco por la fuerza. Si nuestro aparato militar de la revolución tiene que sostenerse por el miedo, ocurrirá que no habremos cambiado nada, salvo el color del miedo. Es solamente liberándose del miedo que la sociedad podrá edificarse en la libertad».

Durruti se había expresado con suma claridad, y su propósito no era otro que unir la teoría con la práctica y viceversa. Como anarquista él deseaba continuar siendo fiel a sus concepciones libertarias, a pesar de asumir la responsabilidad de dirigir una columna obrera que partía en lucha hacia el frente de Aragón, (España).

Mientras tanto, los preparativos de la expedición a Zaragoza, Aragón, (España) proseguían avanzando. Y pronto, en tierras de Aragón, (España), iban a librarse batallas importantes, tanto en el frente de la guerra como en el frente de la revolución campesina. En Zaragoza, Aragón, (España) se encontraba el cuartel general de la V División Militar bajo el mando del general Miguel Cabanellas. Las fuerzas que este general mandaba en Zaragoza, Aragón, (España) comprendían:

«Dos Brigadas de Infantería: la IX (cuartel general, Zaragoza, Aragón, (España) ) y la X (cuartel general, Huesca, Aragón, (España) ), más una Brigada de Artillería, la V (Zaragoza, Aragón, (España) ), con cuatro Regimientos de Infantería, dos de Artillería, un Batallón de Ingenieros y los Servicios correspondientes. Había, además, como unidades no divisionarias, un Regimiento de Carros, otro de Caballería, un Destacamento del Depósito de Remonta, un grupo de Defensa contra Aeronaves, un Parque de Cuerpo de Ejército, un Batallón de Pontoneros y una Comandancia de Sanidad. Como mandos principales se encontraban los generales don Miguel Cabanellas (V División), Alvarez Arenas (IX Brigada), De Benito (X Brigada) y don Eduardo Martín González (V de Artillería). No deben olvidarse aquí las fuerzas de Orden Público. A las de Asalto de Zaragoza, Aragón, (España) había que agregar dieciocho compañías de la Guardia Civil y cinco de Carabineros. Los efectivos de las unidades del Ejército se encontraban muy mermados, pero, como compensación, puede decirse que, desde sus jefes más altos a los más subalternos, se encontraban, casi sin excepción, magníficamente dispuestos en favor de los planes del general Mola.»

José Chueca, refiriéndose a la pérdida de Zaragoza, Aragón, (España), se pregunta:

«¿Pudimos haber hecho más de lo que hicimos? Es posible. Fiamos excesivamente en las promesas del gobernador civil (Vera Coronel) y concedimos demasiado valor a nuestras fuerzas; no quisimos prever que frente a una acción violenta, como la que podía desencadenar el fascismo, hacía falta algo más contundente que treinta mil obreros organizados en las Sindicatos».

Y Martínez Bande escribe:

«En la misma noche del 17, y nada más tenerse conocimiento de lo ocurrido en Marruecos, masas muy decididas de extremistas se adueñaron de las principales calles. Transcurrió en una tensa expectativa todo el día 18, en que numerosos grupos de voluntarios acudieron a los cuarteles, proclamándose en la madrugada del 19 el Estado de Guerra. Contra esta medida reaccionó la CNT, declarando el mismo día la huelga general revolucionaria, que el 22 quedaba estrangulada, gracias a las enérgicas resoluciones de las autoridades militares y no sin diversos choques.

En Calatayud, Zaragoza, Aragón, (España) el coronel Muñoz Castellanos declaró el Estado de Guerra el día 20, sin incidentes; pero bastantes pueblos tuvieron que ser rescatados por destacamentos del Ejército, fuerzas del Orden Público y paisanos voluntarios. Al norte del Ebro, fueron siete pueblos, en las riberas, cuatro, y al sur del Ebro, diez con Belchite, Zaragoza, Aragón, (España)».

En las condiciones en que habían caído Zaragoza, Aragón, (España) y Calatayud, Zaragoza, Aragón, (España) cayeron también en manos de los sublevados Huesca, Aragón, (España) y Teruel, Aragón, (España). Como un islote quedaba Barbastro, Somontano de Barbastro, Huesca, Aragón, (España) en manos de los soldados que mandaba el coronel republicano Villalba.

Este era el cuadro que ofrecía el territorio aragonés, cuando Durruti, al frente de unos dos mil milicianos, se propuso conquistar Zaragoza, Aragón, (España).

El 24 de julio, a las diez de la mañana, la Columna Durruti debía salir del Paseo de Gracia, Barcelona, Cataluña, (España) en dirección Zaragoza, Aragón, (España), vía Lérida, Cataluña, (España). A las ocho de la mañana, Durruti habló por radio dirigiéndose a la población obrera de Barcelona, Cataluña, (España) para pedirles que contribuyeran con artículos alimenticios al abastecimiento de la Columna. Esta llamada insólita sorprendió a todo el mundo. Y, lógicamente, había motivo para ello. La distribución de los alimentos estaba a cargo, en parte, de los Comités de Barrio, del Sindicato de la Alimentación y del Comité Central de Milicias Antifascistas. Por tanto ¿es que dichos organismos negaban a Durruti la posibilidad de constituirse una intendencia? Pronto Durruti satisfizo la curiosidad:

«-El arma más potente de la revolución es el entusiasmo. En la revolución se triunfa cuando todo el mundo está interesado en la victoria, haciendo de ella cada uno su causa personal. La respuesta a mi llamada -les dijo a los que mostraron su sorpresa- nos dará la medida del interés que pone la ciudad de Barcelona, Cataluña, (España) en la revolución y su victoria. Además, esto es una manera de situar a cada uno frente a su propia responsabilidad, una ocasión para que todo el mundo tome conciencia de que nuestra lucha es colectiva y que su triunfo depende del esfuerzo de todos. Este y no otro es el sentido de nuestra llamada», concluyó Durruti.

Poco antes de salir la Columna Durruti fue cuando su delegado, que se encontraba discutiendo en el Sindicato Metalúrgico sobre una cuestión de blindaje de camiones, recibió al periodista del «Toronto Star», Van Passen, que publicaría un reportaje bajo el título: «Dos millones de anarquistas luchan por la revolución«. En el mismo comienza inmediatamente por poner a Durruti ante el lector:

«Es un hombre alto, moreno, de rasgos morunos. Hijo de humildes campesinos. Su voz aguda, casi gutural».

Van Passen le preguntó si él consideraba ya aplastados a los militares rebeldes:

«-No, todavía no los hemos vencido» contestó francamente. Y agregó: «Ellos tienen Zaragoza, Aragón, (España) y Pamplona, Navarra, (España). Ahí es donde están los arsenales y las fábricas de municiones. Tenemos que tomar Zaragoza, Aragón, (España) y después saldremos al encuentro de las tropas compuestas de Legionarios Extranjeros, que ascienden desde el Sur, mandadas por el general Franco. Dentro de dos o tres semanas nos encontraremos entregados en batallas decisivas.»

-«¿Dos o tres semanas?» preguntó intrigado el periodista.

-«Dos o tres semanas o quizá un mes» -afirmó Durruti-. «La lucha se prolongará como mínimo todo el mes de agosto. El pueblo obrero está armado. En esta contienda el Ejército no cuenta. Hay dos campos: los hombres que luchan por la libertad y los que luchan por aplastarla. Todos los trabajadores de España saben que si triunfa el fascismo vendrá el hambre y la esclavitud. Pero los fascistas también saben lo que les espera si pierden. Por eso esta lucha es implacable. Para nosotros de lo que se trata es de aplastar al fascismo, de manera que no pueda levantar jamás la cabeza en España. Estamos decididos a terminar de una vez por todas con él, y esto a pesar del Gobierno…»

«¿Por qué dice usted a pesar del Gobierno? ¿Acaso no está este Gobierno luchando contra la rebelión fascista?» pregunté sorprendido.

-«Ningún Gobierno en el mundo pelea contra el fascismo hasta suprimirlo» -me respondió Durruti-. «Cuando la burguesía -agregó- ve que el poder se le escapa de las manos, recurre al fascismo para mantener el poder de sus privilegios. Y esto es lo que ocurre en España. Si el Gobierno republicano hubiera deseado terminar con los elementos fascistas, hace ya mucho tiempo que hubiera podido hacerlo. Y en lugar de eso, temporizó, transigió y malgastó su tiempo buscando compromisos y acuerdos con ellos. Aún en estos momentos, hay miembros del Gobierno que desean tomar medidas muy moderadas contra los fascistas. ¡Quién sabe -dijo Durruti, riendo- si aún el Gobierno espera utilizar las fuerzas rebeldes para aplastar el movimiento revolucionario desencadenado por los obreros!»

-«¿Entonces -preguntó Van Passen- usted ve dificultades aun después que los rebeldes sean vencidos?»

-«Efectivamente. Habrá resistencia por parte de la burguesía, que no aceptará someterse a la revolución que nosotros mantendremos en toda su fuerza, contestó Durruti

El periodista le señaló la contradicción en que se encontraba la revolución que mantenían los anarquistas:

«-Largo Caballero e Indalecio Prieto han afirmado que la misión del Frente Popular es salvar la República y restaurar el orden burgués. Y usted, Durruti, usted me dice que el pueblo quiere llevar la revolución lo más lejos posible. ¿Cómo interpretar esta contradicción?»

«-El antagonismo es evidente» -me respondió-. «Como demócratas burgueses, esos señores no pueden tener otras ideas que las que profesan. Pero el pueblo, la clase obrera, está cansado de que se le engañe. Los trabajadores saben lo que quieren. Nosotros luchamos no por el pueblo sino con el pueblo, es decir, por la revolución dentro de la revolución. Nosotros tenemos conciencia de que en esta lucha estamos solos, y que no podemos contar nada más que con nosotros mismos. Para nosotros no quiere decir nada que exista una Unión Soviética en una parte del mundo, porque sabíamos de antemano cuál era su actitud en relación a nuestra revolución. Para la Unión Soviética lo único que cuenta es su tranquilidad. Para gozar de esa tranquilidad, Stalin sacrificó a los trabajadores alemanes a la barbarie fascista. Antes fueron los obreros chinos, que resultaron victimas de ese abandono. Nosotros estamos aleccionados, y deseamos llevar nuestra revolución hacia adelante, porque la queremos para hoy mismo y no, quizá, después de la próxima guerra europea. Nuestra actitud es un ejemplo de que estamos dando a Hitler y a Mussolini más quebraderos de cabeza que el Ejército Rojo, porque temen que sus pueblos, inspirándose en nosotros, se contagien y terminen con el fascismo en Alemania y en Italia. Pero ese temor también lo comparte Stalin, porque el triunfo de nuestra revolución tiene necesariamente que repercutir en el pueblo ruso.«

Van Passen recapitula:

«Este es el hombre que representa a una organización sindical que cuenta aproximadamente con dos millones de afiliados y sin cuya colaboración la República no puede hacer nada, incluso en el supuesto de una victoria sobre los sublevados. Yo quise conocer su pensamiento porque para comprender lo que está sucediendo en España es preciso saber cómo piensan los trabajadores. Por esa razón he interrogado a Durruti, porque por su importancia popular es un auténtico y característico representante de esos trabajadores en armas. De sus respuestas resulta claramente que Moscú no tiene ninguna influencia ni autoridad para hablar en nombre de los trabajadores españoles. Según Durruti, ninguno de los Estados europeos se siente atraído por el sentimiento libertario de la revolución española, sino deseosos de estrangularla.»

«¿Espera usted alguna ayuda de Francia o de Inglaterra, ahora que Hitler y Mussolini han comenzado a ayudar a los militares rebeldes?» pregunté.

-«Yo no espero ninguna ayuda para una revolución libertaria de ningún gobierno del mundo»respondió Durruti secamente. Y agregó: -«Puede ser que los intereses en conflictos de imperialismos diferentes tengan alguna influencia en nuestra lucha. Eso es posible. El general Franco está haciendo todo lo posible para arrastrar a Europa a una guerra, y no dudará un instante en lanzar a Alemania en contra nuestra. Pero, a fin de cuentas, yo no espero ayuda de nadie, ni siquiera, en última instancia, de nuestro Gobierno.»

-«¿Pueden ustedes ganar solos?» pregunté directamente.

Durruti no respondió. Se tocó la barbilla, pensativamente. Sus ojos brillaban. Y Van Passen insistió en la pregunta:

-«Aun cuando ustedes ganaran, iban a heredar montones de ruinas» -me aventuré a interrumpir su silencio.

Durruti pareció salir de una profunda reflexión, y me contestó suavemente, pero con firmeza:

-«Siempre hemos vivido en la miseria, y nos acomodaremos a ella por algún tiempo. Pero no olvide que los obreros son los únicos productores de riqueza. Somos nosotros, los obreros, los que hacemos marchar las máquinas en las industrias, los que extraemos el carbón y los minerales de las minas, los que construimos ciudades… ¿Por qué no vamos, pues, a construir y aún en mejores condiciones para reemplazar lo destruido? Las ruinas no nos dan miedo. Sabemos que no vamos a heredar nada más que ruinas, porque la burguesía tratará de arruinar el mundo en la última fase de su historia. Pero -le repito- a nosotros no nos dan miedo las ruinas, porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones», dijo, murmurando ásperamente. Y luego agregó: «Ese mundo está creciendo en este instante».

Hacia las diez de la mañana, los voluntarios que iban a integrar la Columna Durruti comenzaron a afluir al Paseo de Gracia, Barcelona, Cataluña, (España) donde un numeroso público había acudido también a presenciar la marcha de aquella extraña caravana, compuesta de camiones, autobuses, taxis y turismos. El entusiasmo era inmenso. El triunfo rápido en Barcelona, Cataluña, (España) autorizaba el optimismo. Y esa expedición hacia , (España) era concebida por muchos como un rápido paseo.

Hacia el mediodía, la columna compuesta de unos dos mil hombres se puso en marcha en un delirio de vivas, de puños levantados y de estribillos de cantos revolucionarios, sonando el más potente de «¡A las Barricadas!» el himno de la CNTFAI.

A la cabeza iba un camión con una docena de jóvenes, entre los cuales destacaba la hercúlea figura de José Hellín blandiendo una bandera rojinegra, que por defenderla en Madrid, Comunidad de Madrid, (España)  morirá el 17 de noviembre, haciendo saltar a bombazos las tanquetas italianas. Detrás seguía la centuria que llevaba como delegado al metalúrgico Arís. Después cinco centurias, que pronto iban a destacarse como una verdadera fuerza de élite como dinamiteros: eran los mineros de Figols, Barcelona, Cataluña, (España) y Sallent, Bages, Cataluña, (España); y también los marineros del Transporte Marítimo, que se destacarían como guerrilleros, llevando siempre en la delantera al marinero Setonas.

Como delegado de la III Centuria iba El Padre, viejo luchador que había formado en las filas de Pancho Villa en la revolución mexicana. La IV Centuria llevaba como delegado al obrero del textil Juan Costa; y la V, formada exclusivamente de obreros metalúrgicos, la representaba el joven libertario Muñoz, de 19 años.

Entre dos autocares marchaba un «Hispano», en el que iban Durruti y Pérez Farràs. Durruti iba silencioso, extraño y ajeno a los vivas y los puños levantados. Sentía la responsabilidad que las circunstancias le habían deparado. El setenta por ciento de los hombres que componían su columna era la flor y nata de las juventudes anarquistas de Barcelona, Cataluña, (España). Jóvenes, y menos jóvenes, todos conocieron antes y durante el 19 de julio los combates callejeros y los enfrentamientos contra la Fuerza Pública. Pero no conocían la lucha en terreno descubierto, es decir, la guerra.

Antes de salir de Barcelona, Cataluña, (España), Durruti se dirigió a los hombres de la Columna con un discurso en el cuartel Bakunin. En él quiso prevenir a todos sobre la diferencia que existía entre la lucha que ellos conocían y la que se iba a afrontar en Aragón, (España). Pero él sabía que las palabras no pueden sustituir a la experiencia. Habló de los bombardeos de la aviación y de los cañonazos que precedían a los ataques. De los combates cuerpo a cuerpo con arma blanca. Y sobre todo insistió en la diferencia que existía entre un ejército burgués y el proletariado en armas, en su comportamiento con los campesinos y las poblaciones de retaguardia.

Seguía aún en pie el problema del mando. Su posición había sido netamente expuesta ante el Comité Central de Milicias Antifascistas, y repetida más tarde a Pérez Farràs. Durruti conocía la confianza que le otorgaban sus compañeros, y que yendo él delante todos le seguirían, incluso si los llevaba a la muerte. Pero la muerte no era el fin que perseguía Durruti, sino la vida. Un militar puede, desde su puesto de mando y sin ningún escrúpulo, enviar a la gente a la muerte; reemplaza las bajas y asunto concluido. Pero Durruti sabía que la mayor parte de los hombres que le seguían eran militantes revolucionarios, y tales hombres son irreemplazables. En su reflexión entraban unas palabras que pronunciara Néstor Makhno en su presencia:

«La diferencia que existe entre un militar que manda y un revolucionario que dirige, reside en que el primero se impone por la fuerza, mientras que el segundo no dispone de más autoridad que la que se deriva de su propia conducta».

Vicente Guarner juzga a los dos hombres que iban al frente de la Columna:

«Durruti, el jefe, a quien traté personalmente, era de una personalidad impresionante. De unos cuarenta años, decidido, de mirada penetrante e infantil, de estatura más que mediana, había sido obrero ferroviario. Pérez Farràs, leridano, era de un valor impulsivo, vehemente en sus opiniones, alto de estatura, de frente despejada y con talento natural, oscurecido por momentáneas obcecaciones...» […]

Columna Durruti
Columna Durruti

A medida que la Columna avanzaba, y al pasar por los pueblos, la gente se agolpaba para ver pasar la caravana. Más de uno exclamaba, al ver a Durruti:

«-¡Pero, no puede ser un jefe! ¡No lleva galones!»

Otros, mejor informados, replicaban «que un anarquista nunca es jefe y, por la tanto, no lleva galones».

En otros lugares, los campesinos recibían a la Columna con gritos de alegría y vivas a la CNTFAI. En todos los lugares donde la Columna hacía un alto, y los campesinos se arrimaban en tomo de los llegados, Durruti descendía del coche para hablar con los vecinos del pueblo:

«-¿Habéis organizado ya vuestra colectividad? No esperéis más. ¡Ocupad las tierras! Organizaos de manera que no haya jefes ni parásitos entre vosotros. Si no realizáis eso, es inútil que continuemos hacia adelante. Tenemos que crear un mundo nuevo, diferente al que estamos destruyendo. Si no es así, no vale la pena que la juventud muera en los campos de batalla. Nuestro campo de lucha es la revolución«.

De este modo iba naciendo, al paso de la Columna, y antes de emprender la batalla contra los militares fascistas, un mundo nuevo, porque ése y no otro era el objetivo del combate.

En Caspe, Bajo Aragón-Caspe, Zaragoza, Aragón, (España) hubo un primer encuentro con los fascistas. El capitán de la Guardia Civil, Negrete, había dominado el pueblo. Desde el día 23 de julio, un grupo importante de milicianos que habían salido por su cuenta y riesgo de Barcelona, Cataluña, (España), entre los que se encontraban los hermanos Subirats, presentaron batalla; ya estaban entregados a ella cuando llegó la Columna allí, y gracias a su intervención se liberó Caspe, Bajo Aragón-Caspe, Zaragoza, Aragón, (España). Con esa conquista, la Columna fue ya engrosándose y detrás de ella fueron quedando los pueblos de Fraga, Candasnos, Peñalba, La Almanda, Huesca, Aragón, (España) etc., llegando a Bujaraloz, Zaragoza, Aragón, (España) el día 27 de julio, donde, provisionalmente, se instaló el Comité de Guerra.

Al día siguiente, la Columna se puso en marcha hacia el Ebro, con objetivos en Pina y Osera para alcanzar Zaragoza, Aragón, (España). Al poco de ponerse en marcha, y a unos kilómetros de Bujaraloz, Zaragoza, Aragón, (España), la Columna entró en contacto con la realidad de la guerra. La aviación fascista salió a su encuentro bombardeándola, acción que desmoralizó a no pocos de los milicianos que, llenos de pánico, echaron a correr. La reacción era lógica. El bombardeo, por su sorpresa, había sido mortífero, causando una docena de muertos y más de veinte heridos, entre ellos el comandante de Artillería Claudín, que mandaba las tres baterías de la Columna.

Un grupo de los que componían la Columna, obrando por instinto, se interpuso a los que corrían y con su prestancia de ánimo impidieron que se contagiara el pánico y terminar aquella expedición en una lamentable retirada. Ante aquel choque, Durruti comprendió que era preferible dar marcha atrás e informarse mejor sobre las posiciones del enemigo, evitando con ello caer en una emboscada. En ese retorno hacia Bujaraloz, Zaragoza, Aragón, (España), Durruti se enteró que en uno de los camiones se encontraba Emilienne, enrolada también como miliciana. La miró sonriendo, sin hacer comentario alguno. Sobre este encuentro, Mimi escribe:

«Fue en ese pueblo (Bujaraloz, Zaragoza, Aragón, (España)), hoy ya histórico, donde encontré a mi compañero, después de dos semanas de separación. Pasada la primera emoción, organizamos inmediatamente el Cuartel General de la Columna. En una habitación sombría y húmeda, comenzamos las primeras tareas y sin material organizamos la primera administración de esta Columna de mil hombres que iba rápidamente a crecer. Fue de ese pequeño pueblo, triste y austero, de donde salió toda la formación de nuestra Columna, bien imperfecta al principio, pero que poco a poco estuvo en la medida de dar satisfacción a las enormes necesidades de varios miles de hombres».

Vueltos ya a Bujaraloz, Zaragoza, Aragón, (España), Durruti tuvo una primera discusión con Pérez Farras. Como militar profesional que era éste, y no aprobando los métodos que Durruti empleaba, aprovechó la circunstancia habida para recomendarle que estructurara mejor la Columna y revisara su plan de ataque a Zaragoza, Aragón, (España). En cualquier otro momento Durruti hubiera acogido las observaciones de Farras de buen grado, pero entonces sintió un punzante orgullo herido, ya que comprendía que esas observaciones no eran desinteresadas sino que nacían de una crítica al modo de organización libertaria. Durruti le repuso que cualquiera que no fuese libertario hubiera corrido también despavorido ante el citado ataque. Pero que existía la diferencia de «que esos hombres que habían corrido hoy, mañana se batirían como leones, pero sólo si se les trataba como obreros sorprendidos y no como soldados desertores ante el enemigo».

Desde el balcón de la alcaldía de Bujaraloz, Zaragoza, Aragón, (España), Durruti se dirigió a los hombres de la Columna que se habían concentrado en la plaza. Pronunció un discurso duro; quizá, según confesión de uno de los oyentes, el más sentido discurso que Durruti había pronunciado en su vida militante:

«Amigos, nadie ha venido a esta Columna forzado. Es cada uno de vosotros que habéis elegido libremente vuestra suerte, y la suerte de la primera columna de la CNT y de la FAI es muy ingrata. García Oliver lo anunció por radio en Barcelona, Cataluña, (España): salíamos para Aragón a conquistar Zaragoza, Aragón, (España) o dejar la vida en el intento. Yo repito la misma cosa: antes que retroceder, hay que morir. Zaragoza, Aragón, (España) está en manos de los fascistas, y allí se encuentran centenares, miles de obreros bajo la amenaza de los fusiles, que pueden dispararse a cada instante ocasionando la muerte de nuestros hermanos. ¡¿Para qué hemos salido de Barcelona, Cataluña, (España), sino es para liberarles?! Ellos nos esperan y nosotros, ante el primer ataque enemigo, echamos a correr. ¡Hermosa manera de mostrar al mundo y a nuestros compañeros el coraje de los anarquistas que se llenan de miedo ante tres aviones!.

La burguesía no nos permitirá implantar el comunismo libertario simplemente porque ése es nuestro deseo. La burguesía resistirá porque ella defiende sus intereses y sus privilegios. El único medio que tenemos nosotros para implantar el comunismo libertario es destruyendo la burguesía. El camino de nuestro ideal es seguro, pero hay que seguirlo con coraje. Esos campesinos que hemos dejado tras nosotros, y que han comenzado a poner en práctica nuestras teorías, lo han hecho tomando nuestros fusiles como garantía de su cosecha. Si dejamos el camino libre al enemigo, eso quiere decir que esas iniciativas tomadas por los campesinos son inútiles, y lo que es peor aún, los vencedores les harán pagar su audacia asesinándoles. Es éste y no otro el sentido de nuestro combate. Lucha ingrata que no se parece a ninguna de las que hemos librado hasta ahora. Lo que ha pasado hoy no es nada más que una simple advertencia. Ahora la lucha va a empezar de verdad. Nos enviarán toneladas de metralla y tendremos que defendemos con bombas de mano y hasta con cuchillos. A medida que el enemigo se sienta cercado nos morderá como una bestia acorralada. Y morderá duramente. Pero aún no ha llegado a ese punto, y ahora se bate para no caer bajo el peso de nuestras armas. Y es más, él cuenta con el apoyo de Alemania y de Italia, y nosotros contamos nada más que con la fe en nuestro ideal, pero contra esa fe se han quebrado los dientes todas las represiones. Y hoy se los tiene que quebrar también el fascismo.

Nosotros contamos a nuestro favor la victoria que hemos conseguido en Barcelona, Cataluña, (España), y debemos aprovechar con rapidez esa ventaja, porque si no la aprovechamos, el enemigo, abastecido por los alemanes e italianos, será más fuerte que nosotros y nos impondrá la dura ley del vencido.

Nuestra victoria depende de la rapidez de nuestra acción. Cuanto más pronto ataquemos, más posibilidades tenemos de triunfo. Hasta este momento, la victoria está de nuestro lado, pero no será consolidada si no tomamos inmediatamente Zaragoza, Aragón, (España)… Mañana no puede repetirse lo de hoy. En las filas de la CNT y de la FAI no hay cobardes. No queremos entre nosotros gente que se asusta ante los primeros disparos…

A los que han corrido hoy, impidiendo a la Columna avanzar, yo les pido que tengan el coraje de dejar caer el fusil para que sea empuñado por otra mano más firme… Los que quedemos proseguiremos nuestra marcha. Conquistaremos Zaragoza, Aragón, (España), libertaremos a los trabajadores de Pamplona, Navarra, (España) y nos daremos la mano con nuestros compañeros mineros de Asturias. (España) y venceremos, dando a nuestro país un nuevo mundo. Y a los que vuelvan, después de estos combates, yo les pido que no digan a nadie lo que ha ocurrido hoy… porque nos llena de vergüenza».

Y un testigo presencial comenta:

«Nadie soltó el fusil, pero aquellos que habían corrido lloraron de rabia ante sus compañeros. La lección había sido dura, pero esos hombres renacieron aquel día. Muchos de ellos fueron excelentes guerrilleros, y muchos también murieron en el transcurso de los treinta y dos meses de lucha desesperada».

La Columna Durruti emprendió su marcha hacia el Ebro, tomando Pina y Osera, Zaragoza, Aragón, (España) en combates bastante empeñados. Llegó hasta unos veinte kilómetros de Zaragoza, Aragón, (España), pero quedó detenida por el río y por la resistencia que opusieron las tropas de la capital aragonesa, estableciendo las tropas de Durruti una buena y eficaz red de trincheras y nidos de ametralladoras en sus últimas posiciones. Desde el Comité Central de Milicias se dio orden a esta Columna de detener su avance y estabilizarse, para esperar que la columna Ortiz, en el sur del Ebro, dominase Quinto y Belchite, Zaragoza, Aragón, (España). Días antes vadearon con bastante dificultad este río fuerzas de dicha Columna, e hicieron prisioneros por sorpresa a una fuerza de caballería con un capitán y dos tenientes en el pueblo de Quinto, Zaragoza, Aragón, (España) rechazándose con bastante frecuencia los contraataques de las tropas zaragozanas.

«Era de gran utilidad la información obtenida por esta Columna. Casi cada noche salían obreros de Zaragoza, Aragón, (España) y entraban milicianos armados en la ciudad. Y así pudimos enterarnos de que muchos oficiales navarros habían sido instruidos en Italia y que, a finales de julio, al general Cabanellas le había sucedido en el mando de la V División el general Germán Gil Yuste».

La importancia de la cita anterior reside en el hecho de que, por una vez, se nos aclara de dónde partió la orden que detuvo la marcha de la Columna a veinte kilómetros de Zaragoza, Aragón, (España). Los técnicos militares todos son coincidentes en apreciar que era indispensable esperar la llegada de las Columnas que partían de Barcelona, Cataluña, (España), para poder atacar frontalmente Zaragoza, Aragón, (España). Durruti, después de discutir en Bujaraloz, Zaragoza, Aragón, (España) con el coronel Villalba {oficial de confianza del C.C. de M.A. en Aragón) y otros jefes militares, pareció aceptar dicha teoría, mejorando sus posiciones entretanto con la conquista de Pina y Osera, Zaragoza, Aragón, (España) y entregándose a la vez a una reestructuración de la Columna. Sin embargo, los más destacados militantes de Aragón, como José Alberola, juzgaron erróneo el que la Columna no se lanzara a la conquista de Zaragoza, Aragón, (España), basándose en dos factores: primero, en la explotación del momento psicológico, que daba el hecho de la victoria de Barcelona y Cataluña, (España) y, segundo, que el ataque no debía ser frontal, sino por Calatayud, Zaragoza, Aragón, (España) por la izquierda de Zaragoza, Aragón, (España) y por Tardienta, Zaragoza, Aragón, (España) a su derecha. Más tarde, cuando se evidenció ya imposible la conquista de Zaragoza, Aragón, (España),  hubo de reconocer su error, que él lo justificó señalando el riesgo que entrañaba un ataque en el que podía quedar completamente diezmada la Columna y, con ello, el sacrificio estéril de los compañeros que la integraban. […]

El profundo proceso revolucionario abierto en España atrajo hacia su tierra a infinidad de personas de las más variadas características: militantes, intelectuales, periodistas, políticos, historiadores, y, por supuesto, también a intrigantes y aventureros. La mayoría traía un cliché determinado, y bajo él deseaban apreciar los sucesos de la Península, por lo que sin conocer la historia de nuestro país ni las razones por las cuales se había producido aquella guerra, lo juzgaban todo con aires de suficiencia, observando a los españoles como bichos raros. A ese prejuicio se agregaba el hecho de que el anarquismo, que iba de capa caída en el mundo, se mantuviera lozano en España. Y, en consecuencia, como del anarquismo se tenía un falso concepto, no se podía aceptar que en España pudiera jugar un papel predominante en la vida del país como fuerza organizadora. Además, por una coincidencia histórica, en España se iba a replantear el debate que iniciaron, setenta años atrás, Carlos Marx y Miguel Bakunin. Era lógico que los seguidores de Carlos Marx se entregaran por sectarismo y siguiendo las órdenes de Stalin a denigrar cuanto no fuese obra de ellos, particularmente si los realizadores eran anarquistas. En el aspecto concreto del frente de Aragón, (España) con relación a la organización de las milicias, los elementos de obediencia estalinista o trotskista intentaron imprimir un carácter castrense a sus fuerzas milicianas, pero hubieron de renunciar ante la oposición de los propios milicianos, aunque éstos no fueran voluntarios. El POUM intentó codificar la vida de las milicias bajo reglamento castrense, y hubo de renunciar. Aragón, (España) con sus cuatrocientas colectividades agrícolas y los dieciséis mil combatientes de la CNTFAI, había cambiado la fisonomía de su territorio en lo tocante a las relaciones sociales, y ya era imposible volver atrás.

La estructura «militar» de las milicias no satisfacía a los visitantes extranjeros, que la juzgaban ineficaz y condenada al fracaso. Koltsov, corresponsal ruso del diario bolchevique «Pravda» de Moscú, (URSS) que visitó el frente de Aragón, (España) a mediados de agosto, se burlará de este sistema de milicias proletarias de la misma manera que sus colegas burgueses. No obstante, escritores y otros hombres mejor preparados para la comprensión de los problemas que presentaba la revolución, rindieron homenaje a esas fuerzas revolucionarias que habían hecho retroceder a las fuerzas armadas insurrectas.

Entre estos últimos testimonios el más significativo de todos es el de George Orwell, combatiendo en Aragón,(España) y no precisamente entre las fuerzas anarquistas:

«Los periodistas que se burlaban del sistema de las milicias pocas veces recordaban que éstas tuvieron que contener al enemigo mientras el Ejército Popular se adiestraba en la retaguardia. Y el mero hecho de que las milicias hayan permanecido en el frente constituye un tributo a la fuerza de la disciplina revolucionaria, pues, hasta junio de 1937, lo único que las retuvo allí fue la lealtad de clase».

Orwell podía incluso ser más concreto, preguntando a esos periodistas: ¿Qué hubiera sucedido si esos milicianos, cuando se produjo la sublevación militar, en vez de salir hacia Aragón, (España) se hubieran metido en un cuartel para aprender la «instrucción» militar y marcar el paso? No hay que ser un lince para saber que, licenciado el Ejército por la República el 20 de julio, y pasadas las tres cuartas partes de los oficiales del mismo al bando enemigo, los rebeldes se hubieran adueñado de España en 24 horas, porque no existía un Ejército para impedírselo. Fueron esas milicias las que pararon, como pudieron, el avance de los sublevados. Cuando después de un año de lucha se contaba ya con un medio Ejército, infiltrado de estalinistas, fue, como escribe Orwell, el momento de atacar no a las milicias, sino a las bases sobre las cuales descansaban esas milicias.

«Más tarde se puso de moda criticar a las milicias y sostener que los fallos debidos a la falta de armamento y de adiestramiento eran el resultado del sistema igualitario… En la práctica, el estilo revolucionario de la disciplina merece más confianza… En un Ejército compuesto por obreros, la disciplina tiene que ser voluntaria… En las milicias, los abusos que son inherentes al Ejército no se hubieran tolerado un solo momento… Los castigos militares existían, pero eran aplicados en casos muy graves… La disciplina revolucionaria depende de la conciencia política, de una comprensión de por qué deben obedecerse las órdenes; necesita tiempo para formarse, pero también se necesita tiempo para convertir a un hombre en un autómata dentro de un cuartel. Dentro de las milicias se intentó crear una especie de modelo provisto de la sociedad sin clases…».

En los primeros días de agosto, aunque no puede hablarse de inactividad, la actividad que se llevaba a cabo no satisfacía a Durruti. El no era hombre de estar sentado, ni tampoco partidario de pasar su tiempo en inocuas conversaciones, que son las que se desarrollan generalmente cuando se espera algo que no llega. Iba de un lado para otro, visitando los puestos avanzados e interesándose por todos los detalles que pudieran informarle del movimiento del enemigo. El amanecer era el momento más importante en la vida de Durruti, porque era a esa hora cuando llegaban los compañeros que habían salido en misión especial al campo enemigo o a la ciudad de Zaragoza, Aragón, (España); los informes que traían eran aprovechados para mejor reforzar las líneas defensivas de la Columna, y cuando eran de orden general, se retransmitían al Comité Central de Milicias Antifascistas.

Los golpes de mano en campo enemigo daban también sus frutos: bien fuera realizando prisioneros, haciendo saltar con dinamita posiciones enemigas o agenciándose armas o munición que comenzaba ya a escasear de manera alarmante. Pero todo esto era insuficiente para dejar satisfecho a Durruti. y fue entonces cuando fijó su atención en las colectividades campesinas que iban brotando por todo el Aragón, (España) liberado con una espontaneidad asombrosa. Las relaciones que se habían establecido entre las colectividades en el sector que ocupaba la Columna y la Columna eran sumamente fraternales. Los campesinos visitaban la Columna, bien fuera para traer víveres o para pedir a Durruti que visitara la colectividad y les diera su opinión de cómo marchaban allí las cosas. Durruti, generalmente, accedía de buen grado, y si no podía enviaba a Carreño u otro compañero, de los tantos que había en la Columna, que pudieran dar su opinión sobre la marcha de la Comunidad visitada.

En el curso de las visitas que efectuó Durruti a las diversas comunidades, valoró la importancia que dicha obra colectivista podía tener para la expansión revolucionaria, y también estimó los peligros a que esa expansión colectivista estaba expuesta si no llegaba a constituir una fuerza unida, y sugirió a los campesinos que crearan una federación que comprendiera todas las colectividades formadas en Aragón, (España). Esa federación -les dijo- no sólo os dará una fuerza organizativa, sino que os permitirá también elaborar planes de conjunto que puedan poner en marcha una economía socialista libertaria. Eso era, según Durruti, tanto más urgente por cuanto había, por parte de los elementos que constituían algunas columnas estalinistas, un propósito deliberado de hacer la vida imposible a los colectivistas. Con la federación, pensaba Durruti, se crearán condiciones nuevas en las que la solidaridad entre los campesinos será la mejor arma de defensa contra los enemigos del colectivismo.

A la vuelta de una de esas visitas a las colectividades, propuso al Comité de Guerra que se diera a conocer a los milicianos la obra que se estaba realizando, y que en vez de permanecer ociosos colaborasen con los campesinos en esa época de la cosecha del trigo. Además, los que estuvieran mejor informados, podrían discutir con los campesinos sobre la sociedad libertaria y sus organismos económicos. Se recogieron varias iniciativas que se pasaron, en forma de volante, para su discusión en las centurias, a fin de que todo el mundo tomara conciencia de la obra que estaba naciendo en Aragón, (España). Los resultados de esa iniciativa fueron altamente positivos. Grupos de jóvenes libertarios fueron los primeros en presentarse como voluntarios para llenar el papel de combatientes-productores. y ése fue el comienzo de lo que en breve sería la Federación de Colectividades Aragonesas, del Consejo de Defensa de Aragón, (España).

Pero no todo era idílico. La guerra existía en su aspecto brutal, y Durruti era el primero que más conciencia tenía de ello, porque el modo de vida que la guerra impone termina por degradar hasta al más revolucionario.

«El fin del hombre no es acechar y matar, sino ¡vivir!, ¡vivir!…», prorrumpía a veces Durruti, mientras daba grandes pasos por la sala en que se había instalado el Comité de Guerra. «Si esta situación se prolonga, terminará con la revolución, porque el hombre que salga de ella tendrá más de bestia que de humano… Tenemos que darnos prisa, mucha prisa, para terminar cuanto antes».

Estas reflexiones hacían nacer en Durruti una impaciencia devoradora. Muchas noches, sin poder alcanzar el sueño, abandonaba el jergón donde dormía y «se iba hasta los puestos de vanguardia, pasando junto a los centinelas horas enteras contemplando fijamente las luces de Zaragoza, Aragón, (España) . Muchas veces el día le sorprendía en aquella actitud».

A estas preocupaciones venían a agregarse otras que se derivaban de su función de delegado de Columna. Escuchar quejas de campesinos, que se lamentaban por el comportamiento de algunos hombres de su Columna en el pueblo. En general eran cosas mínimas, pero era el signo evidente de los vicios que provoca la guerra en el soldado, aunque sea miliciano, Cuando esto ocurría, trataba de llamar la atención del interesado ante la mayor cantidad posible de gente como medio de hacer reflexionar a la colectividad

Pero a veces no bastaba la simple reprimenda. Un día encontró a un delegado de Centuria lejos de su sector, y preguntado qué hacía allí, le respondió que cinco hombres de su centuria habían abandonado la guardia y que les buscaba. Al fin se les encontró en un pueblo vecino, entretenidos en beber vino. Durruti se dirigió a ellos:

«¿Os dais cuenta de la gravedad del acto que habéis cometido? ¿No habéis pensado que los fascistas hubieran podido pasar por el puesto que habéis abandonado, y realizar una masacre entre los compañeros que os han confiado su seguridad? ¡Vosotros no sois dignos de pertenecer ni a la Columna ni a la CNT! ¡Dadme vuestros carnets!»

Los interpelados echaron mano a sus bolsillos y le dieron sus carnets, Aquello era lo último que de Durruti podía esperarse:

«-¡Vosotros no sois cenetistas, ni obreros; sois mierda, nada más que mierda! ¡Causáis baja en la Columna! ¡Iros a vuestra casa!»

Lejos de sentirse conmovidos, más bien parecían satisfechos y esa actitud exasperó aún más a Durruti:

«-¿Sabéis que las ropas que lleváis pertenecen al pueblo? Quitaos los pantalones».

Y en calzoncillos fueron conducidos a Barcelona, Cataluña, (España).

Durruti tenía la facultad de pasar de la irritación extrema a la calma más perfecta, debido a que no era una naturaleza mezquina. Llegado al Comité de Guerra, le dijo a Mora que llamara a Barcelona, Cataluña, (España) por teléfono porque deseaba hablar con Ricardo Sanz:

«-Ricardo, ¿estás enterado de que hay en Sabadell, Vallés Occidental, Barcelona, Cataluña, (España) un partidillo político que tiene en su local ocho ametralladoras escondidas? Te doy 48 horas de tiempo para que me sean enviadas esas ametralladoras… Escucha, envíame también con ellas tres agrónomos».

Y colgó el teléfono, ante la extrañeza de Mora y, seguramente, aún más de la de Ricardo Sanz, que no podía compaginar eso de ametralladoras con agrónomos. Aquel día Durruti había visitado varias colectividades, y en todas se lamentaban de no disponer de personal técnico. Algunas de ellas pedían agrónomos y otro personal técnico que pudiera orientarles sobre ensayos agrícolas que querían hacer sobre nuevos cultivos; y otras, en fin, se quejaban de que los militantes de mayor capacidad habían abandonado la colectividad para enrolarse en la Columna. Durruti tomó el nombre de los militantes reclamados que se habían inscrito en su Columna. Y los mandó llamar al Comité de Guerra. Cuando los tuvo presentes, les dijo:

«-Vuestros servicios no son necesarios en la Columna».

Y viendo el efecto que habían causado sus palabras en aquellos campesinos cambió de tono y les dijo sonriendo:

«-No, no se trata de eso que vosotros pensáis. Yo sé que os batís bien. Que sois valientes y generosos, pero los compañeros de vuestros pueblos os reclaman, os necesitan para poder llevar adelante la obra que habéis comenzado… ¿Qué quedará, después de la guerra, de los tiros que pegamos? La obra que estáis realizando en vuestros pueblos es más importante que el hecho de matar fascistas, porque lo que vosotros matáis con esa obra es el sistema burgués. y lo que seamos capaces de crear en ese sentido será sólo lo único que registrará la historia».

Textos están extraídos de la biografía Durruti en la revolución española escrita por Abel Paz. Fundación Anselmo Lorenzo 1996.
 
 

Columna Durruti

Extracto del documental de Basilio Martín Patino, «Caudillo» (publicado en 1977, en pleno descubrimiento de lo que había pasado antes de la Dictadura de Franco), muy logrado, y uno de los primeros que hablará dentro de España sobre la Columna Durruti.

División heroica (En el frente de Huesca) (1937)

Elaborado documental, con elementos de ficción, acerca de las ofensivas de la Columna Durruti y la División Ascaso sobre el frente de Huesca entre marzo y abril de 1937. Las tropas republicanas intentaron en repetidas ocasiones tomar la ciudad, pero no lo consiguieron. Se describen las batidas aéreas sobre la artillería del ejército leal; la contrapropaganda de los milicianos, que utilizan un altavoz «para arengar a los moros de las filas enemigas»; la toma de un pequeño pueblo por la División Heroica… El Ministro de Justicia, Juan García Oliver, el coronel Díaz Sandino, el camarada Medrano y el coronel Jiménez visitan el campamento de la columna. Se nos muestra el interior de un tren sanitario y la cocina de campaña. Una avanzadilla llega al cementerio de Huesca donde encuentran las tumbas de Fermín Galán Rodríguez y Ángel García Hernández, héroes de la República. Estos dos militares llevaron a cabo el fallido golpe de estado contra la Monarquía conocido como la «Sublevación de Jaca» en diciembre de 1930. Tras un Consejo de Guerra sumarísimo fueron fusilados en Huesca el 14 de diciembre. El propio Fermín Galán dio la orden de fuego al pelotón de ejecución, cayendo con un grito de ¡Viva la República!

Durruti Entrevistado por Van Passen, (Barcelona 24 de Julio de 1936)

ENTREVISTA HECHA POR EL PERIODISTA VAN PASSEN AL CAMARADA BUENAVENTURA DURRUTI EN BARCELONA EL 24 DE JULIO DE 1936. UNA ENTREVISTA EN DONDE EL CAMARADA DURRUTI CON GRAN LUCIDEZ Y FIRMEZA DEJA BIEN CLARO EL IDEAL LIBERTARIO. UNA ENTREVISTA QUE AUN HOY SE MANTIENE VIGENTE Y ES MUY IMPORTANTE ESCUCHARLA CON DETENIMIENTO Y ANÁLISIS POR LOS HOMBRES Y MUJERES QUE ELEGIMOS ESTE LARGO CAMINO. !!SALUD Y ANARQUÍA!

14 comentarios en “Historia de la Columna Durruti. ”

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