HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA DE 1936

19 de julio de 1936 en Euskadi

Galo DIEZ*

26-milicias-vascas-copiaAl hacerse el recuento de las provincias en que los fascistas levantados en armas habían conseguido adueñarse de la situación, y aquellas otras en que el pueblo, en su empuje y bravura, había conseguido someter y aplastar a los sublevados, casi fue unánime la extrañeza porque en la parte del Norte Vasco (excepto Vitoria) se hubieran impuesto los leales. ¿Era lógica esta creencia?

Su historia anterior a la última guerra carlista, que por desarrollar en su seno las máximas actividades, dejó inyectado en su espíritu una regular dosis de sus esencias reaccionarias; historia preñada de espíritu liberal y esencias democráticas en grado tal, que en su administración y decisiones políticas no permitía ninguna clase de influencias ni injerencias extrañas, y las dogmáticas menos que ninguna.

La influencia del jesuitismo

Pero un mal día vino al mundo en un caserío de las montañas guipuzcoanas, uno de los hombres más inteligentes, intrépidos y astutos de su siglo: Ignacio de Loyola que, de capitán de bandidos se convirtió en el creador de la congregación religiosa más conocida en el mundo, particularmente en España y muy especialmente en el País Vasco: la Compañía de Jesús. Esta compañía, que desde sus centrales de Azpeitia y Deusto inspiraba desde hace algunos años las actividades de las derechas vascas, al ver que el Tradicionalismo o Carlismo era un partido caduco, sin juventud, y, por lo tanto, llamado a desaparecer, apoyó y orientó el bizkaitarrismo o nacionalismo en su aspecto clerical.

Pero en el País Vasco, a pesar de lo expuesto, subsistía mucho del rancio abolengo liberal. Quedaba palpitante la invicta villa que supo conquistar el título que ostentaba con tanto orgullo impidiendo que los carlistas entraran en Bilbao, a pesar de sus tres meses largos de asedio y donde el «intruso» no consiguió imponer su hegemonía porque se lo impidió el espíritu democrático de su clase media y el temple rebelde de su clase proletaria.

Existían Eibar, Hernani, Pasajes, Irún, Barakaldo, Sestao, Portugalete, etc., Y si bien es cierto que en su parte rural predominaba fuertemente el espíritu de Loyola, no es menos cierto que en sus capitales sacaban mayoría las izquierdas.

En el ámbito confederal, si se exceptúa San Sebastián, el Sindicato Pesquero de Pasajes, Vitoria y algún pueblo del margen de la ría bilbaína, donde nuestra organización presionaba y marchaba en progresión ascendente, en el resto estábamos en minoría o carecíamos de influencia.

Así llegó el día 19 de julio. En Vitoria, donde existía una fuerte guarnición, ésta se adueñó enseguida de la situación. En Santander los compañeros, en unión de otros izquierdistas, se presentaron en el cuartel de los guardias, les sorprendieron inesperadamente y, con ellos y los fusiles que tenían, como la guarnición no era mucha, no hubo problema. Bilbao, con un solo regimiento, ni siquiera tuvo lucha en las calles.

No ocurrió lo mismo en San Sebastian y su provincia. En la capital, nuestros compañeros y todos los izquierdistas no se durmieron; se echaron a la calle desde el primer momento y en ella estuvieron ojo avizor.

El tiempo perdido frente a la Federación Local de Sindicatos Únicos permitió la concentración izquierdista; retirados los militares sublevados, con la mayor parte de los guardias civiles, gran parte de los de Asalto y algún carabinero, se dirigieron al hotel María Cristina y al Gran Casino, después de unas horas de resistencia, tuvieron los facciosos que rendirse al ímpetu popular.

La lucha en la provincia

En la provincia hubo infinidad de pueblos que, insensibles, no se movieron. iEran como cuerpos sin alma! Como Guipúzcoa es fronteriza con Navarra desde Irún hasta Alsasua y Navarra era el punto y foco de concentración fascista, no habían transcurrido 48 horas cuando ya los sublevados atravesaban dicha frontera por distintos puntos.

La lucha se presentaba muy desigual; ellos venían con buenos fusiles y algunas ametralladoras; nuestra gente se les enfrentaba con escopetas de caza. Los camaradas se pasaban día y noche fundiendo postas de plomo y cargándolas, otros blindando a toda prisa tres o cuatro camiones. Después de la tragedia por todos conocida, el enemigo acumula en aquel frente hombres y material; le interesa Bilbao y pasando por encima de Eibar, Marquina, Guernica, Lequeitio, Elgueta, Elorrio, Durango, Amorabieta, Galdácano, dejándolos a sus espaldas en escombros, se han plantado en Bilbao sin que para evitarlo aquellos bravos milicianos hayan podido tener la satisfacción de ver sobre sus cabezas los pájaros leales que hubieran cerrado el paso a los negros pajarracos que desde la mañana a la noche vomitaban quintales de metralla y fuego hasta hacer arder aquella tierra y saltar de ella a los indómitos hijos de Vasconia.

Publicado en Polémica, n.º 22-25, julio 1986

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