HISTORIA DE LA REVOLUCIÓN ESPAÑOLA DE 1936

El 18 de julio de 1936 en Andalucía

Miguel PÉREZ CORDÓN

Miliciana_Guerra_Civil[1]Es imposible narrar en unas cuartillas lo que precisaría un extenso libro. Sólo podremos ofrecer una incompleta síntesis del sacrificio y la lucha colectiva de las ocho provincias andaluzas en los comienzos de la sublevación. Algún día se escribirá la historia completa con nombres de héroes y nombres de traidores, de revolucionarios y de apóstatas.

El primer golpe lo dio Queipo de Llano, en Sevilla, apoderándose de la Emisora de radio. Por ella se daban las noticias más desconcertantes. Se emitía el Himno de Riego y La Marsellesa. De los edificios oficiales tomados por los facciosos no se quitaron las banderas republicanas. Las organizaciones obreras, se mantenían a la expectativa. Los partidos republicanos y socialistas, creyeron se trataba sólo de un golpe de mano para llevar a Alcalá Zamora de nuevo a la Presidencia y continuar con una República burguesa. Los militares estaban acuartelados. La Guardia Civil salió a la calle y empezaron los tiros. Arreció el combate en las barriadas. Los pueblos de la provincia estaban libres pero se entretenían en minucias y detalles, dando lugar a que la Guardia Civil reaccionase y comenzara su siniestra actuación. Salieron soldados a la calle. Los Guardias de Asalto se rindieron. En los cuarteles se fusilaba a todos los considerados peligrosos. Los trabajadores, con algunos guardias de Asalto se hicieron fuertes en Triana. La pasividad del gobernador no fue capaz de una operación audaz para recuperar la Emisora. Esas vacilaciones permitieron la entrada de moros, regulares y legionarios en Sevilla que, junto a los fusilamientos, sembraron el terror en la población.

En Cádiz, se constituyeron los Comités de Enlace para coordinar la lucha. Los guardias municipales y de Asalto repartieron las armas entre los trabajadores. El gobernador fue vacilante y dejó que la Guardia Civil y el Ejército se acuartelaran, rechazando el asalto a los cuarteles, ya que el comandante militar le garantizaba la lealtad de todos los oficiales. Así hasta el día 20, en que en la bahía entraba el Churruca cargado de hombres y armamento. Se inició una cruenta lucha. Los militares «leales» se unieron a los rebeldes, que sufrieron grandes bajas. Cada casa era un reducto; las municiones se agotaron y el día 21 se rindió el Gobierno Civil y Correos, el 22 hubo un conato de sublevación en la infantería de Marina y tras un intenso cañoneo, los soldados fueron desarmados y las dotaciones de los barcos fusiladas.

Málaga se salvó por la acción de la gasolina. La calle Larios ardía materialmente y otros edificios fueron incendiados, provocando la desbandada de los soldados que huían abandonando el armamento, con el que los grupos de trabajadores y algunos guardias consolidaron la victoria en la capital e impidieron el avance de las tropas marroquíes.

Almería pudo triunfar gracias a la actitud del gobernador que no vaciló en entregar al pueblo las escasas armas existentes. Estableció contacto con un grupo de soldados de aviación de Granada y llegados a Almería en camiones atacaron a los fascistas por la retaguardia, obligándoles a rendirse. Granada, Córdoba, Jaén y Huelva, ofrecen un cuadro similar en el que con dramáticas alternativas, se produjeron luchas y situaciones indescriptibles. El grave error del gobierno republicano de no desembarcar tropas en Sanlúcar y Algeciras, permitió que las tropas mercenarias y la traición de los altos mandos militares consumasen uno de los más monstruosos genocidios de la historia.

Publicado en Polémica, n.º 22-25, julio 1986

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